Una evocaci¨®n crom¨¢tica
Lo propuesto por Mark Morris en el Real es tan inane como inocuo
Como todos los core¨®grafos muy prol¨ªficos, Mark Morris (Seattle, 1956), que cuenta con un cat¨¢logo propio de m¨¢s de 150 obras, es susceptible de ser dividido en etapas, atendiendo a sus preferencias musicales y circunstancias de producci¨®n. L¡¯Allegro¡ es de 1988 y fue su primera gran pieza belga, con mucho de golpe de efecto, que hizo en el Teatro de la Moneda de Bruselas, una vez Maurice B¨¦jart hab¨ªa sido echado alevosamente de ese coliseo junto a su tropa en junio de 1987, menos de un a?o antes. La recepci¨®n a Morris entonces fue dispar y nunca consigui¨® una implantaci¨®n org¨¢nica all¨ª, donde el p¨²blico exig¨ªa otra cosa, ten¨ªa el ojo acostumbrado a otros formatos.
Erre que erre, Morris sigui¨® all¨ª hasta 1991 y esa etapa defini¨® algo m¨¢s sus gustos arcaizantes y su estilo.
El tiempo ha hecho un efecto bals¨¢mico en la pieza sobre H?ndel y a¨²n en sus excesivas dimensiones, conserva la impronta de un tiempo pasado, y superado, un perfume de filosof¨ªa fr¨ªa y de tardoposmodernismo, ese distanciamiento formal tan californiano que es sello de su creador y que fue lo que fascin¨® a Barishnikov, que le encarg¨® para ¨¦l mismo, varias obras tard¨ªas.
Esta pieza fue la primera gran pieza ¡®belga¡¯ del core¨®grafo Mark Morris
Hoy todav¨ªa admira la escenograf¨ªa de Adrianne Lobel (que ha hecho despu¨¦s un espectacular Lago de los cisnes para el Pennsylvania Ballet), muy influida entonces por la abstracci¨®n (Stella, Albers y Pons se sienten en los telones). Podemos concluir que la estilizada y demasiado tranquila danza discurre, discreta, enmarcada por nobles compa?eros de viaje de gran altura: m¨²sica y escenario redondean la oferta y quiz¨¢s, hasta la perduran, no s¨¦ sabe cu¨¢nto, pues este repertorio existe solamente en el imaginario y la gesti¨®n propia de su autor y conjunto.
Lo visto en el Real es tan inane como inocuo, deja una sensaci¨®n de placentera indiferencia, aunque el espectador sigue oyendo el coro y recordando la obertura con la convicci¨®n de haber visto una s¨®lida producci¨®n muy costosa. Conviene apuntar tambi¨¦n que ese principio sinf¨®nico responde a una cita culta: los concerto grosso est¨¢n ideados en origen como intermedios y cu?as de los grandes oratorios handelianos. En la danza de Morris no es simplicidad, sino un estudiado esquematismo consonante; es decir, producir consecuci¨®n r¨ªtmica sobre un est¨ªmulo breve y despojado.
La prestaci¨®n de la orquesta y el coro estuvieron a la altura de la m¨²sica
Hay un tendente respiratorio de acento a¨¦reo, casi buc¨®lico y pastoral, lo que entronca al estilo musical. Ese acento a¨¦reo sostenido arma la pl¨¢stica y facilita esos sutiles exergos de la gallarda, las marchas cortesanas, los corros que a¨²n van m¨¢s atr¨¢s, a los tiempos de Negri y a la iconograf¨ªa prerrenacentista en la que H?ndel ancl¨® tambi¨¦n parte de su est¨¦tica, pero pasando por Corelli y Geminiani. Los bailarines responden entonados y firmes a esa exigencia de naturalismo que no lo es, de l¨ªnea neocl¨¢sica (en el sentido hist¨®rico-art¨ªstico) que es algo m¨¢s que apariencia. Morris evoca as¨ª una servidumbre no del todo pasiva ante la m¨²sica, pero siempre jer¨¢rquica.
La prestaci¨®n de la orquesta y el coro de la casa estuvieron a la altura de esa m¨²sica y de la directora, una experta estilista en el g¨¦nero y en este compositor.
El desempe?o de los cantantes tambi¨¦n fue de m¨¦rito contribuyendo a que la velada luciera compactada a pesar de esa primera parte, larga en exceso, absurdamente reiterativa en los motivos coreogr¨¢ficos y demasiado densos, como si no tuviera en cuenta al espectador. Esto en la segunda secci¨®n se subsana con dinamismo, luz, color de los vestuarios y llevando al espectador por una v¨ªa pl¨¢stica m¨¢s coral y ¡°corpogr¨¢fica¡±.
L' allegro, il penseroso ed il moderato
Mark Morris Dance Group. Coreograf¨ªa: M. Morris; m¨²sica: G. F. H?ndel; escenograf¨ªa: Adrianne Lobel; vestuario: Christine Van Loon; luces: James F. Ingalls. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Direcci¨®n musical: Jane Glover.
Teatro Real, Madrid. Hasta el 6 de julio.
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