¡®The endless river¡¯ ser¨¢ el nuevo disco de Pink Floyd para octubre
El disco, basado en sesiones de grabaci¨®n in¨¦ditas realizadas en 1994, saldr¨¢ en octubre
Solt¨® la liebre Polly Sampson, novelista y esposa del guitarrista David Gilmour. Lo hizo el s¨¢bado, mediante un tuit donde anunciaba que habr¨¢ nuevo ¨¢lbum de Pink Floyd, que se llamar¨¢ The endless river y que saldr¨¢ en octubre. Lo define como ¡°muy maravilloso¡± y tambi¨¦n como ¡°el canto del cisne de Rick Wright¡±, en referencia al teclista y miembro fundador del grupo, fallecido en 2008.
La siguiente en irse de la lengua fue Durga McBroom-Hudson, vocalista que ha girado con Gilmour y con Pink Floyd al completo. Confirmaba con una foto que ha intervenido en la elaboraci¨®n de The endless river. Y que se trata de remanentes del trabajo de 1993, cuando el grupo pas¨® por media docena de estudios londinenses, elaborando con el productor Bob Ezrin lo que al a?o siguiente se publicar¨ªa como The divisi¨®n bell (precisamente ahora relanzado en una edici¨®n de lujo).
Aunque The divisi¨®n bell alcanzar¨ªa el n¨²mero uno en muchas listas de ventas, incluidas las de Gran Breta?a y los Estados Unidos, no result¨® un disco suficientemente valorado. Sobre ¨¦l cay¨® todo el desprecio del antiguo capataz de Pink Floyd, Roger Waters, que fue invitado a tocar y rechaz¨® la oferta en t¨¦rminos ofensivos. Inevitablemente, algunos de los textos de The division bell pueden ser interpretados como respuestas airadas al antiguo f¨¹hrer de la banda.
Btw Pink Floyd album out in October is called "The Endless River". Based on 1994 sessions is Rick Wright's swansong and very beautiful.
— Polly Samson (@PollySamson) July 5, 2014
Sin embargo, The division bell tambi¨¦n aportaba mensajes m¨¢s positivos. Aunque marcado por el pesimismo que generaron las guerras de la antigua Yugoslavia, serv¨ªa de catarsis para intentar resolver los traumas de Pink Floyd, que comenzaron con la sustituci¨®n del visionario Syd Barrett. Su mera existencia evidenci¨® que la banda pod¨ªa funcionar creativamente, a pesar de la brecha abierta por la espantada de Waters y otros conflictos enquistados, como el despido de Rick Wright, que se reincorpor¨® al grupo con categoria de simple contratado.
Inicialmente, Wright parec¨ªa dispuesto a sabotear el proyecto, amargado por su indigna situaci¨®n laboral, pero finalmente se entusiasm¨®: cant¨® en cuatro cortes e incluso firm¨® a medias con Gilmour ¡°Cluster one¡±, el tema que abre el disco (un modelo de colaboraci¨®n que parec¨ªa ya no funcionaba desde 1972). Pero ten¨ªa l¨®gica la reconciliaci¨®n: Gilmour estaba fascinado por las fiestas rave y especialmente por el ambient techno, una m¨²sica heredera de las exploraciones espaciales de la primera encarnaci¨®n de Pink Floyd; para la aventura ambient, necesitaba imaginativos colchones de teclados que le permitieran desarrollar su guitarra m¨¢s l¨ªrica.
Con el tiempo, Gilmour saciar¨ªa esa curiosidad al elaborar todo un disco, Metallic spheres (2010), con The Orb y el productor Youth. Pero se sab¨ªa que, durante las sesiones para The divisi¨®n bell, sobre todo en Astoria, el barco-estudio-vivienda de Gilmour, tambi¨¦n se trabaj¨® en esa l¨ªnea ¡°voladora¡±. De hecho, Nick Mason, el sociable baterista del grupo, hasta bautiz¨® los resultados como The big spliff (literalmente, El gran porro). En su libro, Inside out: a personal history of Pink Floyd (2004), lo describi¨® como ¡°un sat¨¦lite¡± que giraba alrededor de The division bell.
Incluso se lleg¨® a plantear el publicarlo as¨ª, tal como estaba, como hicieron con las bandas sonoras de More y La vall¨¦e, las dos primeras pel¨ªculas del realizador Barbet Schroeder. Sin embargo, los modernos Pink Floyd se han apuntado a esa teor¨ªa de la mercadotecnia que insiste en que ¡°menos es m¨¢s¡±. Junto a las abundantes actuaciones para la BBC y los n¨²merosos descartes, The big spliff pas¨® a engrosar el archivo de grabaciones, que se conserva en un almac¨¦n secreto con todas las precauciones posibles.
Es ese proyecto in¨¦dito lo que ahora ha sido transformado en The endless river. Gilmour y Mason han construido canciones a partir de los fragmentos instrumentales y la citada Polly Sampson ha aportado letras, al igual que hizo en The division bell. Por cierto: el nombre hace referencia a la campana o timbre que, en los parlamentos de tradici¨®n inglesa, convoca a una votaci¨®n. En entrevistas, Gilmour lo explicaba como met¨¢fora del momento en que alguien debe manifestarse sobre una cuesti¨®n importante.
La hora de la verdad, dir¨ªamos aqu¨ª. Tambi¨¦n para los tres supervivientes de Pink Floyd, cuyos representantes est¨¢n siendo tanteados ansiosamente por promotores de todo el planeta. Con la resuelta negativa de Robert Plant a embarcarse en una resurrecci¨®n de Led Zeppelin, no habr¨ªa cartel m¨¢s apetitoso que la reaparici¨®n de Pink Floyd, especialmente si Roger Waters y David Gilmour hicieran las paces bajo la vieja bandera.
Tras a?os de litigios e insultos, Waters parece calmado: en contra de lo que esperaba, el p¨²blico se fue detr¨¢s de la marca registrada de Pink Floyd y no atendi¨® demasiado al supuesto cerebro de la banda, hasta que se dedic¨® a tocar The Wall. Por el contrario, la ¨²ltima gira de Pink Floyd, en 1994, bati¨® r¨¦cords de taquilla. En recorridos anteriores, hab¨ªan superado las cifras de U2 o Michael Jackson.
Derrotado en los tribunales, Waters ha ido suavizando sus posturas. En los ¨²ltimos a?os, ha coincidido con Gilmour en tres escenarios diferentes, incluyendo la inesperada reaparici¨®n de Pink Floyd en el Hyde Park londinense, parte de Live 8, los conciertos organizados por Bob Geldolf como parte de la campa?a ¡°Haz que la pobreza pase a la historia¡±. Una excusa razonable, una causa digna ayudar¨ªan a hacer posible esa gira de Pink Floyd que convocar¨ªa a millones de fans. Econ¨®micamente, ni Gilmour ni Waters necesitan asumir semejante riesgo pero s¨ª ser¨ªa grato que una trayectoria tan desgarrada tuviera un happy end.
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