Charo L¨®pez: se acab¨® el pecado
La actriz salmantina es el s¨ªmbolo de la luz al final de t¨²nel del franquismo por su belleza y actitud ante la vida. Su arrojo sirvi¨® a muchas mujeres
De pronto un d¨ªa el rostro de esta mujer comenz¨® a revelarse en el fluido del inconsciente colectivo, una belleza castellana, que parec¨ªa griega, una voz oscura, una risa descarada, no era ya el rostro de una folcl¨®rica ni de una artista del cine de cart¨®n piedra sino una chica salmantina, universitaria de Filosof¨ªa y Letras, alumna de cl¨¢sicas con L¨¢zaro Carreter, Torrente Ballester y el historiador Artola, hija de vencedores, que rompi¨® en antifranquista como muchos v¨¢stagos de aquella generaci¨®n. La dictadura se hallaba ya en estado de derribo. A nuestro pa¨ªs estaban llegando todav¨ªa los rebufos del Mayo Franc¨¦s y en medio de los escombros de la dictadura en el cuarto oscuro del revelado bajo la luz roja apareci¨® el rostro de Charo L¨®pez.
La naturaleza le hab¨ªa regalado un cuerpo adolescente explosivo y una rara belleza, como de moneda acu?ada de perfil en un dracma. Cuando pasaba por los soportales de la plaza mayor de Salamanca taconeando abrazada al cartapacio de los apuntes los hombres dec¨ªan: ¡°Ah¨ª va la Venus de Merlo¡±, que era el segundo apellido del padre. Despu¨¦s de soliviantar todos los espermatozoides que asentaban sus reales en la terraza del bar Las Torres sinti¨® que el plateresco y la sobrecarga de Unamuno la estaban ahogando tanto o m¨¢s que el castigo provinciano de tener que soportar que los hombres la sorbieran con los ojos por la espalda y le ladraran requiebros castizos desde los andamios, hasta que un d¨ªa se hart¨®, se cas¨® con un cineasta, lleg¨® a Madrid cargada con los ¨²ltimos libros de texto, termin¨® la carrera en la Complutense y se enrol¨® en el cine. Algunos dec¨ªan que era demasiado guapa, una versi¨®n de Ava Gardner con hornazo y el aire de encinares de la Castilla cl¨¢sica.
Charo L¨®pez puede pasar como la primera actriz que fue el contrapunto del ¨²ltimo franquismo en la historia sentimental de Espa?a, la que inauguraba la nueva belleza de las hembras m¨¢s deseadas en sue?os cuando estaba llegando la libertad
Charo L¨®pez puede pasar como la primera actriz que fue el contrapunto del ¨²ltimo franquismo en la historia sentimental de Espa?a, la que inauguraba la nueva belleza de las hembras m¨¢s deseadas en sue?os cuando estaba llegando la libertad. Hasta entonces el sexo matrimonial de la burgues¨ªa se hallaba conjuntado con armarios oscuros, espejos ovalados, hondos cajones de la c¨®moda con mantillas traspasadas por una aguja de plata, corpi?os de ballenas, s¨¢banas con alcanfor, camas de hierro cuyos muelles gem¨ªan mucho m¨¢s que las leg¨ªtimas esposas sobre colchones de lana, amparadas por un crucifijo que vigilaba desde la pared cualquier exceso. Chicas como Charo pod¨ªan establecer una pasi¨®n clandestina, paralela, pero nunca eran imaginables en el papel de entretenidas a la que un ricach¨®n o alto funcionario les pusiera una mercer¨ªa. He aqu¨ª la aportaci¨®n de aquella generaci¨®n de chicas a la historia sentimental, el nuevo amor en las esquinas, en los pubs, en el coche, en los soportales, en los jardines oscuros, las primeras que rompieron la orden de estar a las diez en casa. Comenzaban a ser libres, pod¨ªan ser amantes pero ya nadie las llamar¨ªa queridas, con el tufo agrio del machismo.
Las aguas turbulentas de la democracia trajeron rostros distintos de mujer y el primero en pasar bajo los puentes de la libertad fue el de Charo L¨®pez, al que segu¨ªan los de Angela Molina, Ana Bel¨¦n, Carmen Maura, Pen¨¦lope Cruz, Emma Su¨¢rez, Maribel Verd¨², Adriana Ugarte, y otras, sumergidas en una corriente m¨¢s o menos turbia, que no era sino el agua de nuestra memoria, como explicaci¨®n de un tiempo y un espacio, rostros que sintetizaron una pasi¨®n colectica.
Es el s¨ªmbolo de la luz al final del t¨²nel. Si las mujeres en la agon¨ªa del franquismo dieron un paso adelante fue por su arrojo personal sin ayuda de nadie
Charo L¨®pez es el s¨ªmbolo de la luz al final del t¨²nel. Si las mujeres en la agon¨ªa del franquismo dieron un paso adelante fue por su arrojo personal sin ayuda de nadie. Llevaban botas altas, echaron los sostenes de lado, algunas exhib¨ªan una tijera estampada en la camiseta entre los senos, aprendieron a blasfemar y ante su acoso los progres comenzaron a recular en la barra de los bares, fueron aquellos que en casa ya pon¨ªan la mesa y comenzaron a lavar los platos y ellas les ense?aron que llorar tambi¨¦n era cosa de hombres. Mientras el franquismo daba los ¨²ltimos ramalazos de terror en la calles, ellas iban por la tarde a una manifestaci¨®n bajo los gases lacrim¨®genos y despu¨¦s se tomaban un gin tonic que un¨ªa el placer del amor y el de la libertad.
Antes de llegar a encarnar el personaje de Clara Ald¨¢n, de la versi¨®n televisiva de Los Gozos y las Sombras, de Torrente Ballester, que la consagr¨®, este rostro ya hab¨ªa despertado todos los deseos para dar paso a la libertad de los a?os ochenta. Charo L¨®pez tambi¨¦n fue un amor argentino, un s¨ªmbolo para aquellos intelectuales y artistas del Cono Sur huidos de los milicos que poblaban las noches de Madrid. Ella hab¨ªa aportado una risa salvaje, el perfil de moneda griega, la voz quemada y la voluntad de acabar con todos los armarios roperos y que al sexo le diera el aire limpio en la cara.
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