Viaje con nosotros por el tiempo
Llega el auge de novelas sobre viajes en el tiempo, subg¨¦nero creado por un olvidado autor espa?ol
Tic-tac, tic-tac. Suenan los relojes en Avil¨¦s. Bien sea con el fr¨ªo e inaudible latido digital para los pr¨¢cticos o con el potente vibrar de un reloj de leontina para los rom¨¢nticos, el constante fluir del tiempo se percibe en la ciudad asturiana, capital de la literatura fant¨¢stica mundial por su festival Celsius 232, que se despide hoy s¨¢bado. La importancia del reloj (y el calendario) la da una nueva ola de novelas ¡ªmuchas, de nuevo cu?o y con firma espa?ola; otras, reediciones de cl¨¢sicos en el olvido¡ª con el mismo leitmotiv: los viajes en el tiempo como pilar central de la trama.
El caso es que los autores de estos paseos temporales, F¨¦lix J. Palma y su venidera El mapa del caos (Plaza y Jan¨¦s), Vlad¨ªmir Voin¨®vich y su cl¨¢sico Mosc¨² 2042 (Autom¨¢tica editorial), Tim Powers y sus reeditadas Las puertas de Anubis (Gigamesh), Nerea Riesco y su Tempus (Minotauro), Nina Allan y sus M¨¢quinas del tiempo (Nevsky), tienen en la boca un solo padre al que venerar: H.G. Wells, que escribi¨® su inmortal La m¨¢quina del tiempo en 1895 y del que la editorial Sportula prepara una reedici¨®n con nueva traducci¨®n del ganador del Minotauro Rodolfo Mart¨ªnez. Pero resulta que el verdadero colonizador de este subg¨¦nero de lo fant¨¢stico fue, como pas¨® con las Am¨¦ricas, un espa?ol: Enrique Lucio Eugenio Gaspar y Riambau (Madrid, 1842 - Olor¨®n, 1902). Diplom¨¢tico, dramaturgo y autor de la primera novela de la historia de la literatura que inventa una m¨¢quina para viajar en el tiempo: El Anacron¨®pete (1887).
Gaspar era un trotamundos. Grecia, Francia, China¡ Vida de diplom¨¢tico que le cost¨® caro a su prestigio literario al estar lejos de los c¨ªrculos de influencia (peri¨®dicos y tertulias) de la ¨¦poca. As¨ª las cosas, se plante¨® arrumbar por una vez su producci¨®n dramat¨²rgica y escribir la primera novela que inventaba una m¨¢quina del tiempo y planteaba este subg¨¦nero dentro de la naciente ciencia ficci¨®n, despu¨¦s de las c¨¦lebres fantas¨ªas de Dickens (Un cuento de navidad, 1843) o Poe (Un cuento de monta?as escabrosas, 1844). ?C¨®mo es esta m¨¢quina que inventa? Pues algo as¨ª como una casa voladora con unas ¡°cucharas¡± que le permiten cambiar el giro de la esfera terrestre y con ello retroceder en el tiempo. Mar¨ªa de los ?ngeles Ayala (Alicante, 1950), profesora de literatura en la Universidad de Alicante y experta en el siglo XIX, se?ala que adem¨¢s de pionera la novela merece la pena: ¡°Su calidad literaria es muy alta. Como era un gran dramaturgo, construye unos di¨¢logos y personajes estupendos¡±. Eso s¨ª, no se moja al compararla con la archiconocida de Wells: ¡°Las dos tienen grandes m¨¦ritos¡±.
La obra ahora mismo se encuentra descatalogada. Pero sus semillas inveros¨ªmilmente han arraigado en j¨®venes autores espa?oles. Al menos en uno. Francisco Miguel Espinosa (Alicante, 1990), de 24 a?os, y que presenta en Avil¨¦s su Cabeza de ciervo (Dolmen, 2014), es ferviente admirador de esta novela y tiene hasta escrita una segunda parte: ¡°Se titula El Anacr¨®nopete conquista el futuro. Me encontr¨¦ con las cartas de rechazo de editores que nada sab¨ªan de la obra original: ¡®No podemos publicar la continuaci¨®n de algo que nadie conoce¡¯. Espa?a es de esos lugares que se vanaglorian en olvidar sus logros¡±.
Pero aparte de qui¨¦n fue el primero, el viaje en el tiempo literario tiene por pregunta esencial el c¨®mo. Varios c¨®mo. El primero es el teorema/ingenio/magia que permite el viaje. La m¨¢quina del tiempo es el ejemplo estrella: aparatosa, acompa?ada de luz y rayos y un probable estallido en blanco. Pero se puede viajar en el tiempo haciendo click en una c¨¢mara de fotos, como sucede en Legi¨®n (Brandon Sanderson, Fantascy), donde un cient¨ªfico consigue retratar el pedazo del pasado que elija. Solo con conocer el instante y el lugar preciso, ?voil¨¤!, Cristo ascendiendo el G¨®lgota, Julio C¨¦sar y los pu?ales, la cabeza de Mar¨ªa Antonieta¡ Pero puede ser algo tan abstracto como una enfermedad: ¡°Cronotenia, una enfermedad que te hace saltar en el tiempo¡±, confiesa, entusiasmado, F¨¦lix J. Palma (C¨¢diz, 1968), ¨²nico best-seller espa?ol de g¨¦nero fant¨¢stico en el Top del The New York Times que cerrar¨¢ en octubre su ambiciosa trilog¨ªa de ciencia ficci¨®n decimon¨®nica con El mapa del caos. ¡°El tejido del tiempo se resiente con estos saltos. Y claro, hay que enviar a unos cyborgs para que eliminen a los infectados antes que la realidad se colapse¡±.
Segundo c¨®mo: ?C¨®mo es el tiempo? ?Es reversible? ?Es inmutable? ?Es infinito? Tres teor¨ªas se han planteado en la ficci¨®n como respuesta. Uno: que no puede cambiar, como han sostenido autores como Tim Powers en su cl¨¢sico Las puertas de Anubis. Dos: que s¨ª cambia pero que altera irreversiblemente la historia y as¨ª el hogar del viajero nunca existi¨®/existir¨¢; o a¨²n peor, el propio viajero, como ocurr¨ªa en la inolvidable Regreso al futuro con Michael J. Fox viendo c¨®mo su carne se volv¨ªa transl¨²cida. Tres, que por cada decisi¨®n que tomamos, tan banal como pedir una coca cola en vez de una ca?a, creamos un nuevo universo. Y el conjunto de todos ellos, que jam¨¢s se tocan, se llamar¨ªa multiverso. En este ¨²ltimo paradigma se mueven la mayor¨ªa de novelas contempor¨¢neas, como sucede en las sugerentes M¨¢quinas del tiempo de Nina Allan (Londres, 1966), donde un reducido elenco de personajes va reencontr¨¢ndose en distintas hebras del tiempo: ¡°Me gusta pensar que el viaje en el tiempo no es algo ¨¦pico, sino algo del d¨ªa a d¨ªa. Que lo hacemos cada vez que tomamos una decisi¨®n, de una manera natural, sin pensar en ello¡±.
?Y qu¨¦ dice la ciencia de todo esto? Pues poco menos que: ¡°?Paparruchas!¡±. Luis ?lvarez Gaume (1955, Madrid), director durante seis a?os del departamento de F¨ªsica Te¨®rica del CERN, el hogar m¨¢s ilustre de la cu¨¢ntica mundial, ve entre los que se toman en serio del multiverso y los que cre¨ªan en el espiritismo pocas diferencias: ¡°Es literatura barata, paradojas psicoling¨¹¨ªsticas. Que sepamos, solo se puede viajar en el tiempo hacia delante¡±. Gaume arranca de ra¨ªz cualquier escapatoria fantasiosa a ese ¡°que sepamos¡±. Algunos son complejos y tienen que ver con que no se puede entender el mundo cu¨¢ntico m¨¢s que como una sopa de energ¨ªa, de interacciones constantes que no permiten aislar un suceso concreto de su entorno y juguetear con ¨¦l para sacarlo de su espacio-tiempo. Otras, de l¨®gica aplastante: ¡°La primera paradoja la sabemos todos: ?qu¨¦ pasar¨ªa si mato a mi abuelo? Pero hay otra: Si alguna vez fuera posible, entonces, ?d¨®nde est¨¢n los turistas del futuro?¡±.
Para los que quieren seguir so?ando, hay historias capaces de fascinar a esp¨ªritus como el de Jean Cocteau. El polifac¨¦tico artista firma el pr¨®logo de Una aventura en el tiempo, gema singular que rescata la editorial Nevsky y que narran en primera persona Charlotte Morby y Eleanor Jourdain, directora y subdirectora de Oxford a finales del siglo XIX y principios del XX que creyeron sufrir un viaje en el tiempo al Versalles de Mar¨ªa Antonieta. Es m¨¢s, el manuscrito ensay¨ªstico, prolijo hasta lo enfermizo en los detalles y an¨¢lisis de la experiencia que afirman vivir, describe un encuentro con la mism¨ªsima reina el 5 de octubre de 1789, cuatro a?os antes de su muerte y el mismo d¨ªa en que una horda de mujeres marchaba a palacio para ajustar cuentas con el Viejo R¨¦gimen. Mapas, testimonios y un d¨¦dalo de notas bibliogr¨¢ficas que abruman para corroborar unos hechos incre¨ªbles.
El viaje en el tiempo, sin embargo, no necesita de tantas alharacas. Basta con un plan de urbanismo ben¨¦volo. Por ejemplo aqu¨ª, en Avil¨¦s, el festival se celebra en el casco antiguo. Y as¨ª en un v¨¦rtice de la Plaza ?lvarez Acebal tenemos la Iglesia de San Nicol¨¢s de Bari, del siglo XII. Una cuesta m¨¢s abajo y unos cuantos escalones est¨¢ el Palacio de Ferrera, del XVII, ahora un cinco estrellas de la cadena NH. En resumen, logotipos aparte, el pasado existe en el presente. Tim Powers (Buffalo, 1952), una de las estrellas del festival, as¨ª lo cree: ¡°Piensa en el Cairo, en las Pir¨¢mides. Tener esas obras de hace milenios nos permite hacer veros¨ªmil lo imposible. Hacer creer al lector que s¨ª, se puede viajar en el tiempo¡±.
Babelia
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