¡®Omert¨¤¡¯
En directo por televisi¨®n, y ante decenas de informadores y fot¨®grafos, Mariano Rajoy se jact¨® de la recuperaci¨®n econ¨®mica, en la que ¨¦l se atribuy¨® un papel principal
La perspicacia del presidente del Gobierno es apabullante. El pasado viernes decidi¨® romper su habitual ensimismamiento para hacer un balance de su gesti¨®n nada m¨¢s y nada menos que durante 90 minutos. En directo por televisi¨®n, y ante decenas de informadores y fot¨®grafos, Mariano Rajoy se jact¨® de la recuperaci¨®n econ¨®mica, en la que ¨¦l se atribuy¨® un papel principal.
Como era de esperar, Rajoy fue preguntado por el esc¨¢ndalo protagonizado por Jordi Pujol i Soley, expresidente de la Generalitat, que s¨®lo unos pocos d¨ªas antes hab¨ªa confesado tener una fortuna oculta en para¨ªsos fiscales. ¡°Es una noticia que ha provocado un fuerte impacto¡±, revel¨® el jefe del Ejecutivo, con una clarividencia digna de Perogrullo.
Lejos de contentarse con una respuesta tan banal, los periodistas siguieron insistiendo y lograron otra declaraci¨®n solemne: ¡°Es un asunto complicado...¡±. Y m¨¢s tarde, el presidente se limit¨® a contestar: ¡°Es una persona que no ha dejado indiferente a nadie, y s¨®lo puedo decir que las instituciones hacen su trabajo y que los pol¨ªticos tenemos que intentar que estas cosas no se vuelvan a producir nunca m¨¢s¡±.
Los cronistas, tozudos y picajosos, sacaron a colaci¨®n los casos que afectan al PP (el extesorero Luis B¨¢rcenas, el caso G¨¹rtel, Carlos Fabra, el exministro Jaume Matas y otros cuantos m¨¢s). Y Rajoy, molesto con el asunto, zanj¨® la cuesti¨®n diciendo que toda esa gente ya no est¨¢ en su partido.
El presidente y los dem¨¢s l¨ªderes deber¨ªan proclamar sin ambages su rotunda condena de los corruptos y su firme voluntad de luchar contra esta lacra. Pero es palmaria la incomodidad que provoca en bastantes dirigentes dar explicaciones p¨²blicas sobre la corrupci¨®n. Pareciera como si hubieran rubricado una especie de ley del silencio, una omert¨¤, que sella sus labios o les hace balbucear. ?Tal vez por esa solidaridad casi sectaria de que es ¡°uno de los nuestros¡±, como la pel¨ªcula de Scorsese?
La actitud de algunos responsables pol¨ªticos evoca en cierta forma aquello que se cuenta del secretario de Estado Cordell Hull, quien tras recibir en 1940 una invitaci¨®n del dictador nicarag¨¹ense Anastasio Somoza se la da al presidente Franklin D. Roosevelt, y este pregunta: ¡°?Y este tipo no es un hijo de puta?¡±. A lo que Hull responde: ¡°Sin duda. Pero es nuestro hijo de puta¡±.
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