Carmen Linares deja ecos de grandeza en La Uni¨®n
La cantaora repasa su larga carrera en la tercera gala del Festival del Cante de las Minas
Para gritar y jalear el producto est¨¢n los viejos mercados de abastos, salvo el de La Uni¨®n, en el que ahora se canta, sede como es de las galas del Festival del Cante de las Minas. Y a ese mercado vino a cantar la noche del domingo la gran Carmen Linares, durante la tercera gala de la 54? edici¨®n del certamen.
El flamenco, al contrario de lo que ocurre con los antiguos mercados, no est¨¢ pensado para gritar. Carmen Linares no necesita hacerlo para llevar a los corazones de los aficionados un sabor de autenticidad, antiguo y personal al mismo tiempo. Es verdad que quien haya escuchado a esta mujer en plenitud, a?os atr¨¢s, pensar¨¢ que es una pena o¨ªrla ahora con su voz lastimada, pero la necesitamos ah¨ª, en el escenario, con su voz flamenqu¨ªsima, aun mermada por el tiempo. "La luz que a m¨ª me alumbraba vino el viento y la apag¨®", cantaba Carmen como una confesi¨®n autobiogr¨¢fica .
Pero no todo est¨¢ perdido, el solo eco de su voz, su quejido verdadero, valen m¨¢s que buena parte del flamenco que hoy se hace. Hay que seguir escuch¨¢ndola en su maestr¨ªa, en su lecci¨®n constante, como hizo el p¨²blico de esta noche, respetuoso y c¨¢lido. Carmen Linares vino adem¨¢s a La Uni¨®n bien arropada, con las guitarras de Eduardo Guti¨¦rrez y Salvador Pacheco, palmas, voces y percusi¨®n. Y adem¨¢s el baile de Javier Bar¨®n, que ya en s¨ª mismo es un espect¨¢culo de la mejor madera. Las alegr¨ªas que hizo son para enmarcarlas y, sobre todo, para grabarlas y hacer repetir a algunos bailaores j¨®venes cien veces: "As¨ª se hace el baile de hombre", para que no se les olvide.
Remembranzas fue el espect¨¢culo que trajo la cantaora a La Uni¨®n, en un repaso a su ya larga carrera, que comenz¨® en los a?os sesenta con maestros veteranos por esa ¨¦poca, como Pepe de la Matrona, y junto a otro joven cantaor entonces, Enrique Morente, a quien precisamente dedic¨® en la gala El sue?o del tiempo, junto al sensible piano de Pablo Su¨¢rez, que la acompa?¨® tambi¨¦n en solitario en Mis ojos son tus ojos. Y precisamente en esa casi callada m¨²sica alcanz¨® la cantaora sus momentos m¨¢s altos, sus sonidos m¨¢s sublimes.
Cant¨® palos como los tientos y los tangos, taranto y taranta, y cant¨® a los poetas, desde Lorca a Juan Ram¨®n. Y seg¨²n pasaba la noche, lejos de desmoronarse, su voz se fue calentando, elev¨¢ndose, recuperando bastante de su antigua fuerza. Ojal¨¢ nos dure mucho esta mujer o, como algunos prefieren llamarla, esta dama del cante.
Babelia
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