Los novelistas y la mercadotecnia
El mercado ha impuesto que los autores se conviertan en agobiados hombres y mujeres orquesta
Casi todos los novelistas que conozco suelen mostrar su estupor, matizado con un punto de resignada decepci¨®n, cuando comprueban con qu¨¦ rapidez el p¨²blico consume un libro que han tardado mucho tiempo en escribir. Una novela de extensi¨®n media ¡ªentre 200 y 300 p¨¢ginas¡ª se lleva entre uno y dos a?os de escritura, dejando aparte el tiempo de incubaci¨®n de la idea narrativa, que a lo mejor surgi¨® mucho tiempo antes y qued¨® durmiente en el cerebro. Y cuando esa novela por fin es publicada resulta que viene un lector o, lo que es m¨¢s grave, un cr¨ªtico, y se la lee en los ratos libres de una semana ociosa. Y, eventualmente, la destroza. S¨®lo los novelistas que son tambi¨¦n cr¨ªticos, como Guelbenzu (quien, por cierto, publicar¨¢ en Destino ¡ªseptiembre¡ª la nueva intriga de mi adorada juez Mariana de Marco), son capaces de sentir cierta empat¨ªa por esa parad¨®jica situaci¨®n. Por lo dem¨¢s, desde hace mucho tiempo los autores no se limitan a esperar las cr¨ªticas y los datos de venta: en realidad, el mercado les ha impuesto convertirse en agobiados hombres y mujeres orquesta dispuestos a hacerle buena parte de su trabajo al departamento de mercadotecnia. El autor debe multiplicar su imagen p¨²blica porque la novela sola ya no basta; se hace preciso que multiplique su imagen p¨²blica, que salga en los medios, que repita las mismas cosas una y otra vez, que viaje, que celebre, que hable con libreros, que almuerce con periodistas: eso es m¨¢s o menos lo que les espera, por ejemplo, a Javier Mar¨ªas o a Ken Follett, dos claros superventas, que iniciar¨¢n la rentr¨¦e con sus novelas As¨ª empieza lo malo (Alfaguara) y El umbral de la eternidad (Plaza y Jan¨¦s), ambos sellos propiedad del grupo Penguin Random House. En todo caso, las facetas promocionales de los autores no son nuevas. Oscar Wilde, por ejemplo, pact¨® con sus editores c¨®mo vestir¨ªa, hablar¨ªa y actuar¨ªa durante su gira por EE?UU de 1881-1882. Y m¨¢s tarde, de vuelta a Reino Unido, supo aprovechar su exc¨¦ntrico perfil para ganar buen dinero anunciando al p¨²blico femenino ¡°el embellecedor de senos de madame Fontaine¡±. Tambi¨¦n vendi¨® su imagen el austero Kipling, presentando el extracto de carne Bovril como un t¨®nico excelente que daba vigor a las tropas en las guerras b¨®ers. Pero lo cierto es que no me puedo imaginar a Follett (que vendr¨¢ por aqu¨ª en septiembre) anunciando un detergente para lavadoras; ni a Mar¨ªas la nueva l¨ªnea de lencer¨ªa de Victoria¡¯s Secret.
Londres
Quiz¨¢s tenga usted pensado viajar a Londres, una ciudad en la que el verano no es perezoso ni adormece significativamente la oferta cultural. Si le interesa el arte, enhorabuena: ah¨ª tiene, por ejemplo, las exposiciones dedicadas a Kazimir Malevich (Tate Modern) o a Virginia Woolf (National Portrait Gallery). Incluso, si lo que desea es hacerse gratis et amore con una peque?a obra de arte, ¨¦chele un vistazo al mapita del Underground que probablemente lleve en su bolsillo durante su estancia: su cubierta con agujeros es un dise?o de Rachel Whiteread, una de las m¨¢s importantes artistas brit¨¢nicas, que toma el relevo de creadores como Imran Qureshi, Sarah Morris, Tracey Emin o Yayoi Kusama; en esta ocasi¨®n la tirada inicial del plano ha sido de 12 millones, por lo que supongo que se trata del ¡°objeto art¨ªstico¡± m¨¢s reproducido en menos tiempo en toda la historia, algo que ni siquiera imagin¨® Walter Benjamin en su ensayo (1936) ¡®La obra de arte en la ¨¦poca de su reproductibilidad t¨¦cnica¡¯ (en Obras, Abada, Libro I, volumen 2). Por lo dem¨¢s, no olviden visitar el flamante local de la legendaria librer¨ªa Foyles, que ha dejado su esquina para trasladarse, unos metros m¨¢s all¨¢, al edificio que ocupaba el Saint Martins College of Art and Design. Desde la muerte de Christina Foyle, en 1999, la antigua, ca¨®tica e irritante librer¨ªa que ten¨ªa todos los libros, pero donde era muy dif¨ªcil encontrar alguno (y en la que hab¨ªa que hacer hasta tres colas para adquirirlos), ha sufrido un enorme proceso de renovaci¨®n que culmina en el nuevo local. Algo tanto m¨¢s significativo cuanto que Charing Cross, famosa anta?o por sus librer¨ªas, ha visto esfumarse en los ¨²ltimos a?os a la mayor¨ªa ¡ªme vienen a la cabeza Zwemmers (de arte), Murder One (policiaca) o Silver Moon (feminista), adem¨¢s de las cadenas Dillons, Books o Borders; incluso la estupenda Blackwell¡¯s se trasladar¨¢ pronto a otro lugar, dejando a Foyles como la ¨²nica librer¨ªa ¡°de nuevo¡± de la calle¡ª. Y no s¨¦ cu¨¢nto tiempo aguantar¨¢n, en el tramo sur de Charing Cross, las pocas librer¨ªas de viejo que quedan (Quinto, Henry Pordes o Any Amount of Books): Helene Hanff, autora de la c¨¦lebre 84, Charing cross road (Anagrama), debe de estar revolvi¨¦ndose en su tumba. Por cierto, si desean leer una divertida novela que refleja cabalmente los cambios experimentados por Londres y los londinenses en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, no olviden incluir en su equipaje Capital, de John Lanchester, tambi¨¦n publicada por Anagrama.
Envidia
Me pongo verde de envidia al sumergirme en el Livres Hebdo dedicado a las novedades de la rentr¨¦e, con la lista de las 607 novelas (404 francesas y 203 traducidas) perfectamente clasificadas por casas editoriales, y cuya publicaci¨®n tendr¨¢ lugar entre agosto y finales de octubre. As¨ª da gusto; aqu¨ª tenemos que depender de las escasas programaciones de los sellos, porque se ve que el Gremio de Editores est¨¢ para cosas m¨¢s serias que para coordinar el cat¨¢logo de sus editores y ofrecer a libreros y lectores un avance m¨¢s completo (sobre todo tras la repentina y oscura desaparici¨®n de DeLibros, su ¨®rgano oficioso). En Francia se experimenta una ligera recuperaci¨®n de la producci¨®n, despu¨¦s de tres a?os de ca¨ªdas. En el cap¨ªtulo de las traducciones, sin embargo, retrocede espectacularmente el n¨²mero de libros de narrativa procedentes del ¨¢mbito hisp¨¢nico, lo que no deja de ser preocupante: s¨®lo he contabilizado seis espa?oles (de Manuel Rivas, Andr¨¦s Trapiello, Agust¨ªn F. Mallo, Ildefonso Falcones, Iv¨¢n Repila e Isabel Alba) y tres hispanoamericanos (de Leonardo Padura, Juan Gabriel V¨¢squez y Wendy Guerra). En cuanto a las escritas originalmente en franc¨¦s, me llama la atenci¨®n el incremento de primeras novelas (75 frente a 86 en 2013) y la tirada inicial prevista (200.000 ejemplares) para P¨¦tronille (Albin Michel), de Am¨¦lie Nothomb, una escritora habitual en todas las rentr¨¦es. Lo que m¨¢s me atrae (sobre el papel) del resto es Le royaume (P.O.L.; 100.000 ejemplares), de Emmanuel Carr¨¨re, de quien Anagrama publicar¨¢ en septiembre dos (antiguas) novelas breves: El bigote (1986) y Una semana en la nieve (1995). Me apetecen tambi¨¦n dos novelas que hablan de personajes hist¨®ricos: Viva (Seuil; 50.000 ejemplares), de Patrick Deville, una novela ¡°mexicana¡± en la que aparecen Malcolm Lowry y Le¨®n Trotski (el revolucionario m¨¢s novelado), y Oona & Salinger (Grasset; 120.000 ejemplares), del muy medi¨¢tico Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder, en la que se evoca la relaci¨®n amorosa (en Nueva York, en 1941) del autor de Franny & Zooey y la bella e inteligente Oona O¡¯Neill, futura esposa de Chaplin, que contaba 16 a?itos. Levanto mi gin-tonic por ellos in memoriam.
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