Las muchas vidas de un perro verde
Robin Williams fue subestimado por escoger trabajos que no estuvieron a la altura de su talento
En una escena de El mejor padre del mundo (2009), de Bobcat Goldwaith, uno de los trabajos m¨¢s brillantes de Robin Williams, su personaje, Lance ¡ªescritor que alcanza el ¨¦xito falsificando el diario de su indeseable hijo adolescente fallecido en s¨®rdidas circunstancias¡ª, es entrevistado en un late-show de la televisi¨®n local. En el curso de la entrevista chocan sentimientos encontrados: por un lado, la desolaci¨®n por la p¨¦rdida ¡ªespoleada por una presentadora que recurre a todos los golpes bajos de su oficio en busca del sentimentalismo medi¨¢tico¡ª; por otro, la incontenible burla por la impostura que le ha convertido, por fin, en foco de atenci¨®n y beneficiario de un inmerecido ¨¦xito editorial tras una vida de humillaciones y manuscritos rechazados.
Robin Williams logra en esa escena algo casi imposible: re¨ªr y llorar a la vez, en una aut¨¦ntica cumbre de la comedia inc¨®moda. Por s¨ª sola, esa escena podr¨ªa dar medida del gran calibre de un actor que, a menudo, fue subestimado por su facilidad para escoger trabajos que no estuvieron a la altura de su talento ¡ªhay quien consider¨® a Williams un paradigma de lo baboso en el seno del Hollywood mainstream¡ª. Desde su mismo t¨ªtulo, la pel¨ªcula de Goldwaith jugaba de manera perversa con esa imagen p¨²blica de Williams y demostraba que, bajo ese aparente Mejor Padre del Mundo, pod¨ªan discurrir turbulentas corrientes subterr¨¢neas. Lo complejo bajo lo enga?osamente amable.
Nacido en Chicago en 1951, Williams destac¨® en el circuito de clubs de comedia en los 70 como un aut¨¦ntico castillo de fuegos artificiales encarnado en un solo hombre: un tipo capaz de desplegarse en una polifon¨ªa de voces y registros, at¨®mico recital de continuos golpes de efecto, disparando referencias culturales como una ametralladora sin freno. Perteneci¨® a la generaci¨®n de c¨®micos que, con figuras como George Carlin y Richard Pryor como modelos tuterales, introdujo una sensibilidad contracultural en el mon¨®logo humor¨ªstico norteamericano. Se cuenta que la temprana muerte de su amigo John Belushi fue la se?al de alarma que le hizo abandonar tempranos flirteos con la coca¨ªna, pero ese modelo de comicidad cocain¨®mana ¡ªestructurada bajo el aparente caos del desplazamiento de un foco de atenci¨®n a otro¡ª ser¨ªa su gran se?a de identidad en esos a?os de iniciaci¨®n. Su avasalladora t¨¦cnica de improvisaci¨®n y su facilidad para pasar, a la velocidad de la luz, de una imitaci¨®n a otra capt¨® la atenci¨®n del medio televisivo, que le dio su primer papel inmortal en la telecomedia Mork y Mindy, en la que encarn¨®, de manera bastante significativa, a un extraterrestre en estado de perpetua sorpresa frente a lo humano.
Williams fue el imposible Popeye de Robert Altman, pero, en los trabajos cinematogr¨¢ficos que le reportaron mayor fama en el primer tramo de su carrera ¡ªGood Morning, Vietnam (1987) y El club de los poetas muertos (1989)¡ª, la pirotecnia expresiva de sus or¨ªgenes sobre el escenario de los clubes de comedia se impon¨ªa a las exigencias dram¨¢ticas de sus respectivos personajes. No obstante, cuando dobl¨® al flexible y polim¨®rfico genio del Aladdin (1992), ese registr¨® conquist¨® el cielo: su voz capaz de funcionar como un sintetizador posmoderno de posibilidades infinitas dio pie al equipo de animadores ¡ªdel que formaba parte el espa?ol Ra¨²l Garc¨ªa¡ª a forjar ins¨®litas soluciones visuales, obteniendo una aut¨¦ntica obra maestra en torno a las posibilidades expresivas del cuerpo animado.
El Oscar por su papel en El indomable Will Hunting (1997) fue el reconocimiento oficial a su solvencia como actor dram¨¢tico, pero a¨²n quedaba un Robin Williams muy interesante por descubrir: el actor contenido, ensimismado, capaz de sugerir una letal perturbaci¨®n tras su f¨ªsico de hombre com¨²n. Retratos de una obsesi¨®n, de Mark Romanek e Insomnio, de Christopher Nolan, ambas de 2002, muestran su dominio de la sutileza, revelando a un inesperado Williams que lucha, con ¨¦xito, contra su imagen previa y contradice los prejuicios de quienes consideraban que una pel¨ªcula como Patch Adams (1998) pod¨ªa ser la unidad de medida para rebajar, sistem¨¢ticamente, el nivel de un int¨¦rprete excepcional. Su ¨²ltimo trabajo en la gran pantalla ha sido el de ponerle la voz a un perro en Absolutely Anything, pel¨ªcula de Terry Jones donde los miembros supervivientes de los Monty Python doblan a un grupo de extraterrestres. Un broche final a la altura de una trayectoria capaz de poner en cuesti¨®n todos los lugares comunes y las miradas condescendientes que se apliquen sobre ella: un perro (?verde?) entre alien¨ªgenas como Mork, su primer personaje perdurable.
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