Cinco cartas in¨¦ditas de Cort¨¢zar
Dorfman mantiene una nutrida correspondencia con el escritor desde que se conocieron
El "azar de alguna mudanza" hizo temer a Julio Cort¨¢zar por el paradero de un ensayo sobre Rayuela titulado Omenaje que Ariel Dorfman le dio cuando apenas se conoc¨ªan. Lo encontr¨®, y se lo cont¨® en una cari?osa carta que le escribi¨® en junio de 1980 en la que le animaba a publicarlo ¡ª¡°hay all¨ª tantas cosas vivas, tantos hallazgos bell¨ªsimos en todos los planos, que me apena que siga in¨¦dito¡±¡ª. Esa misma ep¨ªstola es una de las cinco que, m¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s de haber sido escritas, se ha encontrado el dramaturgo, escritor, poeta y profesor Dorfman ¡°traspapelada en alguna caja escondida¡± en otra mudanza, esta vez en EE UU. El c¨ªrculo o juego azaroso de mudanzas e in¨¦ditos encaja bien en el universo del autor de La casa tomada.
Se llevaban 30 a?os. Cort¨¢zar naci¨® en Bruselas en 1914 con pasaporte argentino y Dorfman en Buenos Aires en 1942 aunque march¨® de ni?o a Estados Unidos y m¨¢s adelante a Chile. Y fue en ese pa¨ªs, en la toma de posesi¨®n de Salvador Allende donde se vieron por primera vez. Uno era invitado de honor, reverenciado escritor que triunfaba en todo el mundo; el otro, joven asesor para temas culturales del nuevo presidente cuyo Gobierno llenaba de esperanza a los intelectuales. El golpe de Pinochet trunc¨® violentamente aquel sue?o y llev¨® a Dorfman a Par¨ªs, donde frecuent¨® a Cort¨¢zar y arranc¨® una amistad que, como todas las que forjaba el autor de ?ltimo round, dej¨® un largo rastro de cartas.
Tantas fueron las que escribi¨® a sus amigos Cort¨¢zar, a ser posible con un cigarrillo en la mano y escuchando jazz ¡ª"yo me siento a la m¨¢quina y dejo correr el vasto r¨ªo de los pensamientos y los afectos"¡ª, que ocuparon cinco vol¨²menes en la edici¨®n ampliada y corregida de 2012 de Alfaguara. La mayor¨ªa de las que mand¨® al autor de La muerte y la doncella quedaron incluidas en la antolog¨ªa, excepto estas cinco de 1980, 1982 y 1983. En ellas Cort¨¢zar habla de unas vacaciones planeadas con Ariel y su familia en M¨¦xico, despu¨¦s de que ambos participaran en el jurado de un concurso literario en Cocoyoc junto a Garc¨ªa M¨¢rquez ¡ª"¡ pienso que nos sentiremos tan bien en nuestros bungalows que imagino un poco como los de las novelas de Conrad, aunque desde luego ser¨¢n totalmente distintos¡"¡ª; se queja de la publicaci¨®n de un texto suyo en Mercurio ¡ª"le avis¨¦ a la agencia Efe que si no desmienten o cesan de enviar textos a esos canallas yo dejo de colaborar con ella"¡ª; le hace part¨ªcipe de su pesar tras la muerte de Carol ¡ª¡°vivo mal, hueco y perdido¡±¡ª, y le agradece el contacto con The New York Times para publicar sobre Nicaragua. En estos ¨²ltimos a?os crec¨ªa su compromiso pol¨ªtico con los sandinistas. ¡°Era muy modesto, al no contar que, adem¨¢s de cr¨®nicas sobre la causa de los Nicas escribi¨® bell¨ªsimos cuentos en ese periodo¡±, recuerda Dorfman. ¡°Nunca pude decirle adi¨®s personalmente, darle ese abrazo que a¨²n me falta. Pero cada vez que leo sus obras, ¨¦l me da la bienvenida y me despide, sonriente y gigantesco y genial, y ese aliento tiene que ser inevitablemente suficiente¡±.
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