Anda, atr¨¦vete
A las ocho de la ma?ana en las paradas de autob¨²s hab¨ªa pasajeros silenciosos e incomunicados bajo la marquesina, cada uno con sus sue?os y problemas a cuestas, que se dispon¨ªan a acudir al trabajo. En uno de los paneles laterales de cada parada el cuerpo adolescente de Maribel Verd¨² exhib¨ªa una lencer¨ªa sugerente, m¨ªnimas bragas caladas, un sost¨¦n rebosante y un moh¨ªn oferente entre ingenuo y malvado en los labios. Era entonces Maribel una modelo publicitaria explosiva de 13 a?os, un aut¨¦ntico pastel de carne. A muchos hombres no les importaba en absoluto que el autob¨²s se retrasara, puesto que eso significaba seguir d¨¢ndose un banquete mirando de soslayo aquellas formas desnudas adorables. Cuando los pasajeros sub¨ªan al veh¨ªculo Maribel Verd¨² les segu¨ªa con la mirada intensa, incluso a trav¨¦s de la ventanilla, hasta doblar la esquina. Cada pasajero cre¨ªa que aquella mirada oscura era exclusiva para ¨¦l y parec¨ªa algo m¨¢s que una invitaci¨®n a comprar esas prendas ¨ªntimas. Era una tentaci¨®n a romper con la vida anodina y a huir con aquella chica de la valla lejos, muy lejos, a cualquier para¨ªso perdido.
Despu¨¦s de un d¨ªa de trabajo con todas las frustraciones y miserias que se acumulan al final de la tarde, los pasajeros se apeaban en la parada y all¨ª estaba Maribel Verd¨², sonriente e intacta, esperando con otra oferta en la mirada. Se trataba ahora de navegar la noche con ella m¨¢s all¨¢ de los sue?os. ¡°Mira c¨®mo estoy, qu¨¦date conmigo hasta la madrugada. Anda, atr¨¦vete¡±, parec¨ªa decirles a los j¨®venes oficinistas, a los empleados honrados, solteros o casados, gente com¨²n, generalmente derrotada. Mientras ellos volv¨ªan a casa ella se quedaba all¨ª a esperar a que alguien se la llevara y algunos caballeros so?aban de noche con esa chica y al d¨ªa siguiente ella les volv¨ªa a invitar a una excitante e imposible huida. Ese era el juego excitante de cada d¨ªa, invierno o verano, que tambi¨¦n se repet¨ªa en las estaciones de metro. Desde el convoy, los pasajeros ve¨ªan el panel donde la chica mostraba sus curvas malvadas como una r¨¢faga sobre la multitud que llenaba los andenes. Era un tiempo en que el ciudadano comenz¨® a interiorizar el cuerpo de esta chica como una categor¨ªa a priori de todos los sue?os imposibles de alcanzar, los cinco sentidos que converg¨ªan en una mirada que te acompa?aba bajo las acacias de la ciudad hasta el interior de la almohada. Pero una madrugada, Maribel Verd¨² fue secuestrada, cosa que no sorprendi¨® a nadie. En varias paradas de autob¨²s el panel hab¨ªa desaparecido. Un enamorado an¨®nimo la hab¨ªa arrancado de cuajo, se la hab¨ªa llevado a casa y la hab¨ªa encerrado en un s¨®tano amordazada solo para adorarla. No pidi¨® rescate. Era ella misma el precio a pagar.
A la edad de 15 a?os, Maribel Verd¨² pas¨® de los spots publicitarios y los cat¨¢logos de modas al cine de la mano de Vicente Aranda, su m¨¢s devoto oficiante. Desde el principio la actriz tuvo que pelear con su karma. El espectador se cabreaba si a los diez minutos Maribel Verd¨² no aparec¨ªa desnuda en pantalla. ¡°?C¨®mo, llevamos un cuarto de hora de pel¨ªcula y todav¨ªa est¨¢ vestida?¡±. Durante algunos a?os la gente se saciaba con su cuerpo y no trataba de ir m¨¢s all¨¢. ?Para qu¨¦ si, ya con la piel de aquella Lolita que ol¨ªa a lavanda, con la alegr¨ªa saludable que le manaba por todos los poros y su inocencia malvada que te llevaba cualquier perversi¨®n, hab¨ªa de sobra para dar vida a todos los fantasmas? La carrera de esta actriz ha sido el denodado esfuerzo para hacer olvidar su cuerpo y demostrar que era capaz de expresar hasta el fondo los sentimientos m¨¢s sutiles y las pasiones m¨¢s enrevesadas cuando la moldeaba un director de talento. Desde el primer momento el espectador supo que Maribel Verd¨² era una gran actriz solo a merced de quien supiera explorarla.
En el momento en que su cuerpo y su alma de artista se encontraron, este pa¨ªs pasaba por un tiempo plet¨®rico de lujo, cuando nadie era nadie si no era rico. La corrupci¨®n pol¨ªtica ya estaba aflorando y todo parec¨ªa oler a podrido. Pero la belleza de Maribel Verd¨² parec¨ªa un regalo que hac¨ªa olvidar otras miserias.
En el papel de drogadicta en una pel¨ªcula de Armend¨¢riz rompi¨® su propio molde y en Belle ¨¦poque, de Fernando Trueba, era la m¨¢s descarada y la que aceptaba el sexo como un fruto alegre y natural de la vida. Pero es Amantes, de Vicente Aranda, la que marca su ruptura, y a partir de ah¨ª comenzaron el ¨¦xito y los premios en cine y teatro, toda una carrera en la que la actriz ha trascendido la edad, toda una mujer muy bien hecha por dentro, en favor de la est¨¦tica, un don que es m¨¢s profundo y que va m¨¢s all¨¢ de la belleza.
Babelia
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