El editor borgiano
Su cat¨¢logo estaba lleno de libros que llegaban al lector como si fueran amigos de toda la vida
Jaume Vallacorba fue el editor que creo que le hubiera gustado conocer Jorge Luis Borges. Siempre me pareci¨® un editor borgeano. Su cultura y su curiosidad literaria ten¨ªan bastante del escritor argentino. Pero lo m¨¢s borgiano del editor catal¨¢n era su cat¨¢logo. Libros que de pronto entraban en el imaginario de los lectores para instalarse c¨®modamente. Como si fueran amigos de toda la vida. Libros, muchos de ese milagroso cat¨¢logo, que no pocas veces parec¨ªan inventados por el propio editor.
En el plano m¨¢s industrial, en ese costado epid¨¦rmico que tienen siempre los libros en papel, Jaume Vallcorba era el ingeniero y la mano de obra. Adem¨¢s del interiorista de ese edificio de libros soberbios, fundamentales, ignotos muchos, resucitados del olvido planetario otros tantos. Leer Memorias de ultratumba, de Fran?ois-Ren¨¦ de Chateaubriand, o A alguien les gustan fr¨ªas, de Ring Lardner, sobre el que Scott Fitzgerald escribi¨® una de sus mejores p¨¢ginas,?A lo largo del camino, de Julien Gracq, o el Alejandro Magno, de Robin Lane Fox, es leer, adem¨¢s de distintas formas de la sensibilidad literaria, ensay¨ªstica o autobiogr¨¢fica, la letra impresa prolija, cuidada hasta su ¨²ltimo detalle editorial, sim¨¦trica en su composici¨®n, limpia en sus espacios entre palabra y palabra.
El libro, como objeto industrial, es un tesoro a conservar. De eso sab¨ªa mucho Vallcorba. Y sab¨ªa mucho de ese misterioso equilibrio entre el continente y el contenido de un libro. Entre lo que nos tiene siempre reservado un vol¨²men entre sus p¨¢ginas y el sedoso tacto y la cristalina faz de esas mismas p¨¢ginas.
Jaume Vallcorba convirti¨® su actividad editorial en un paisaje de expectativas. ?Qu¨¦ libros nos anunciar¨¢ para el pr¨®ximo oto?o la editorial Acantilado? ?Qu¨¦ libro que ignor¨¢bamos que exist¨ªa en un remoto paraje bibliogr¨¢fico tendr¨¢ a bien anunciarnos nuestro querido editor borgiano? Para m¨ª, el ¨²ltimo regalo de Acantilado fue la edici¨®n de ese diario de viajes por la Italia musical del siglo XVIII del music¨®logo ingl¨¦s Charles Burney: Burney, encontr¨¢ndose con el mism¨ªsimo Mozart; ver a Mozart casi en tiempo real.
Disfrut¨¦ y aprend¨ª mucho con los libros que alumbr¨® Jaume Vallcorba. Disfrut¨¦ con el Ch¨¦jov de Natalia Ginsburg; con Ardiente secreto, de Stefan Zweig; con Aventura. Una filosof¨ªa n¨®mada, de Rafael Argullol; con Autobiograf¨ªa, de Chesterton; con todos los Danilo Kis que rescat¨®, sobre todo con Una tumba para Boris Davidovich; con Las dos amigas y el envenenamiento, de Alfred D?blin. Y disfrut¨¦ con los textos sobre Cervantes de Francisco Rico y Mart¨ªn de Riquer. Y con los ¨²ltimos Simenon. Y todos los incalculables Arthur Schnitzler. Y etc¨¦tera, etc¨¦tera.
Lamento tanto, ahora, no haberle dicho nunca lo mucho que aprend¨ª con su editorial. Y los vac¨ªos que me ayud¨® a llenar. Y la deuda que nunca m¨¢s podr¨¦ pagarle por haberme permitido conocer personalmente a Mozart adolescente. Muchas gracias, se?or editor.
Babelia
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