¡°Quiero a Espa?a, pero mi vida est¨¢ aqu¨ª en M¨¦xico¡±
Cinco voces que mantienen el recuerdo de la II Rep¨²blica al otro lado del Atl¨¢ntico
Tatiana Bilbao
Arquitectura y compromiso
Los sue?os de Tatiana Bilbao cobran formas precisas. Pueden transformarse en casas livianas como un suspiro, en un jard¨ªn bot¨¢nico de l¨ªneas arb¨®reas o incluso en una funeraria donde la luz natural apacigua la fractura de la muerte. A sus 42 a?os, esta mexicana vive horas dulces. Ha alcanzado el firmamento de la arquitectura latinoamericana con sus dise?os puros, pero tambi¨¦n gracias a su apuesta por una construcci¨®n sostenible y por dignificar las viviendas de los m¨¢s pobres. Un compromiso social que tiene su anclaje en el pasado familiar: su abuelo paterno fue el arquitecto vasco y ministro de la Rep¨²blica Tom¨¢s Bilbao. "Tengo los valores del exilio republicano pr¨¢cticamente incorporados a mi ADN. El principal es el esp¨ªritu del quehacer social", explica.
Su abuelo, fundador de Acci¨®n Nacionalista Vasca, falleci¨® de infarto en 1954. Hab¨ªa desembarcado 12 a?os antes y form¨® parte de ese ¨¦xodo de grandes arquitectos, como F¨¦lix Candela o Jos¨¦ Luis M. Benlliure, que esparcieron su huella por M¨¦xico. La tristeza sobrevol¨® el crep¨²sculo de sus d¨ªas. Pero jam¨¢s cedi¨® a la tentaci¨®n del regreso. Prefiri¨®, como dice su nieta, morir de pie que vivir arrodillado. "Falleci¨® siendo fiel a sus creencias. Le ofrecieron volver con un perd¨®n concedido por Franco, pero ¨¦l se neg¨®. Yo me siento igual, lucho por lo que creo", afirma.
Al acabar la carrera, Tatiana Bilbao quiso poner orden a uno de los mayores laberintos planetarios: la Ciudad de M¨¦xico. Para ello se incorpor¨® a la Secretar¨ªa de Desarrollo Urbano de la megal¨®polis. Su idealismo se dio de bruces con la burocracia y, desenga?ada, decidi¨® pasarse al sector privado. Su ¨¦xito, al cabo de los a?os, es deslumbrante. Ha logrado reconocimiento internacional con su obra y ella vive un momento de plenitud. "Estoy haciendo todo lo que imagin¨¦", confiesa. Habla sentada al borde de un inmenso sof¨¢ en su ondulante piso en la colonia Polanco. El edificio fue dise?ado por Mario Pani y exhibe la misma potencia vanguardista que al ser construido en los cuarenta. En sus di¨¢fanas estancias, la arquitecta cuida de sus dos hijas. Tienen nueve meses, y dos a?os y medio. A ellas, m¨¢s de 75 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de la Rep¨²blica, les explicar¨¢ qui¨¦n fue su bisabuelo y los valores por los que luch¨®.
Mar¨ªa Luisa Capella
El estudio de la memoria
En la voz de Mar¨ªa Luisa Capella se entrecruzan las voces de muchas Espa?as. La del exilio, la del retorno, la del presente e incluso la que nunca lleg¨® a ser. Como investigadora y autoridad mundial en el ¨¦xodo republicano, han pasado por sus manos miles de historias relacionadas con la di¨¢spora, incluida la de su familia. Hija de un m¨¦dico republicano que recal¨® en M¨¦xico tras un turbulento periplo, Mar¨ªa Luisa naci¨® en el DF en 1944 y representa el mestizaje cultural que surgi¨® de aquel encuentro: "Nosotros hicimos mexicanos a nuestros padres, como ellos nos hicieron espa?oles. Eras uno de ellos, pero no eras como ellos", explica. Ese territorio sutil, trenzado por los hilos de la memoria y los valores, es el que a¨²n hoy transitan la mayor¨ªa de los descendientes. Un espacio que Capella ha estudiado como profesora de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico y que la ha llevado a participar en la monumental recopilaci¨®n de testimonios de refugiados espa?oles (1978-1985) para el Archivo de la Palabra, del Instituto Nacional de Antropolog¨ªa e Historia. De esta vasta experiencia, combinada con m¨¢s de 20 a?os de trabajo en Espa?a, Capella ha destilado algunas conclusiones amargas. La primera que ¡°la vuelta a la patria¡± fue una quimera. "El retorno era un imposible. La Espa?a que dejaron nunca m¨¢s volver¨ªa. Y los que regresaron no hallaron m¨¢s que decepci¨®n". La segunda lecci¨®n, que Espa?a, a diferencia de los exiliados con su tierra, se hab¨ªa olvidado de ellos: "No hizo ning¨²n ejercicio de memoria, ni de reconocimiento. Los trat¨® como fantasmas y los cubri¨® con silencio. Consider¨® que ya no eran espa?oles y quiso borrarlos r¨¢pidamente. Pero no se puede pasar p¨¢gina sin leerla", afirma, apenada por lo que considera la falta de perspectiva hist¨®rica de Espa?a. "Me preocupan casos como el de Garz¨®n, que revelan que el franquismo sigue siendo intocable. Pero me da esperanza esa juventud interesada en saber, en acabar con el silencio".
Capella vive ahora en la Ciudad de M¨¦xico. Coordina el Centro de Estudios de Migraciones y Exilios, y es madre y abuela de una familia que se siente mexicana. Durante 23 a?os fue pareja del ya fallecido poeta Tom¨¢s Segovia, nacido en Valencia, pero emigrado muy joven a M¨¦xico. "El me dec¨ªa: 'Yo voy y vengo'. Y yo le respond¨ªa: 'Yo no, yo nunca me fui".
Carmen Tag¨¹e?a
El Ateneo republicano
Carmen Tag¨¹e?a (Mosc¨², 1941) sale cada d¨ªa a luchar por la memoria del exilio republicano en M¨¦xico. Pero lo hace de un modo dulce y civilizado. Ya sea organizando un aniversario, conmemorando un personaje, presentando un libro o gestionando el tesoro documental de los asilados. Todo ello desde la presidencia del Ateneo Espa?ol en M¨¦xico, una instituci¨®n fundada en 1949 por exiliados y dedicada a la actividad cultural, aunque, como dice con iron¨ªa Tag¨¹e?a, "hablar de la Rep¨²blica a algunos les parece hacer pol¨ªtica".
Hija del teniente coronel Manuel Tag¨¹e?a, que dirigi¨® el XV Cuerpo del Ej¨¦rcito del Ebro, y de Carmen Parga, presidenta de la agrupaci¨®n del PSOE en la Ciudad de M¨¦xico, esta mujer llena de energ¨ªa se sumergi¨® en la vida mexicana antes de lanzarse a la defensa del legado republicano. Fue una de las primeras licenciadas en F¨ªsica de M¨¦xico (especialidad F¨ªsica Nuclear) y ocup¨® puestos directivos en la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) y en la Secretar¨ªa de Educaci¨®n. Para ella, la historia del exilio es la de una derrota que acab¨® en victoria, en el ¨¦xito de una integraci¨®n completa y reconocida. "Para el exilio fue mejor quedarse en M¨¦xico, porque aqu¨ª ten¨ªan su influencia. La evoluci¨®n de Espa?a fue tan distinta que el regreso se hizo imposible".
Nacida en Mosc¨² y criada en las extintas Yugoslavia y Checoslovaquia, Tag¨¹e?a lleg¨® a los 14 a?os a M¨¦xico, y recuerda que al principio "no entend¨ªa bien" qu¨¦ significaba el exilio republicano. "Durante mucho tiempo eso era algo que pertenec¨ªa a la vida de mis padres. Luego lo fui comprendiendo. Cuando viaj¨¦ por primera vez a Espa?a a principios de los a?os sesenta, no pude dormir. Quiero a Espa?a, pero mi vida est¨¢ aqu¨ª", explica.
Pese a su tarea memorial¨ªstica, Tag¨¹e?a no es v¨ªctima de la melancol¨ªa. Su objetivo, asegura, es dar un futuro a ese pasado: "Se trata de preservar valores como la tolerancia, el respeto y la rectitud".
Ricardo Cayuela
Las formas de la cultura
Un terremoto de 4,2 en la escala de Richter ha sacado a Ricardo Cayuela de su despacho de director general de publicaciones de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en el rascacielos de la avenida de la Reforma. Por precauci¨®n, como otros cientos de empleados, aguarda en un parque cercano. All¨ª, sentado en un banco de piedra, bajo ficus gigantes y palmeras sin mochar, reflexiona sobre otra sacudida mucho mayor y m¨¢s lejana, un se¨ªsmo de hace 75 a?os cuyas ondas a¨²n se sienten. "El ganador de la Guerra Civil fue M¨¦xico. Espa?a, despu¨¦s de 1898, hab¨ªa hecho un inmenso esfuerzo por situarse a la altura de Europa, y el resultado fue la Rep¨²blica. Pero con la Guerra Civil, perdi¨® ese tren. A M¨¦xico, sin embargo, vinieron entre 25.000 y 40.000 refugiados, entre ellos lo m¨¢s granado de la intelectualidad espa?ola. Ellos dieron continuidad a ese esfuerzo; no como una aportaci¨®n externa, sino como una de las formas de la cultura mexicana. La Rep¨²blica naci¨® en Europa pero dio sus frutos en M¨¦xico".
Cayuela, escritor, editor y ensayista, habla no solo como uno de los intelectuales m¨¢s l¨²cidos de su generaci¨®n, sino tambi¨¦n por su vivencia familiar. Es nieto de cuatro abuelos republicanos: un anarquista, un aza?ista, una militante del PSOE y una hija del presidente de la Generalitat de Catalu?a Llu¨ªs Companys, fusilado por un pelot¨®n franquista en octubre de 1940 en el castillo de Montju?c. Los cuatro murieron en M¨¦xico y nunca volvieron a Espa?a. Un s¨ªntoma del arraigo, pero tambi¨¦n del vac¨ªo peninsular. "Los que vinieron, ?ad¨®nde pertenecen? Gentes como Emilio Prados, Eduardo Nicol, Ram¨®n Xirau, si hubieran vuelto les habr¨ªan fusilado. Son, por tanto, mexicanos. Formaron al M¨¦xico moderno; no se puede separar su aportaci¨®n de la cultura actual".
La di¨¢spora republicana coincidi¨® con los a?os dorados de M¨¦xico. Tres d¨¦cadas en las que el pa¨ªs, con un crecimiento medio del 7%, fue por delante de Espa?a. Florecieron instituciones culturales y acad¨¦micas de referencia, en un paisaje por el que andaban Luis Bu?uel, Andr¨¦ Breton o Le¨®n Trotski. La Pen¨ªnsula mientras tanto se asfixiaba bajo el plomo de la autarqu¨ªa y el nacionalcatolicismo. "Pero aquello se quebr¨® a finales de los sesenta, cuando M¨¦xico, en vez de dar el salto final, mat¨® a sus estudiantes en Tlatelolco". Nuevamente la sangre, y otro se¨ªsmo, cuyas ondas llegan hasta hoy.
¡ª?Y Espa?a ha tratado bien la memoria del exilio?
¡ªEl problema de Espa?a no es con el exilio, es con su pasado; se lleva mal con ¨¦l.
Cayuela, bajo los ficus gigantes, se dispone a irse. Hace una hora que se registr¨® el terremoto. Y todo, en apariencia, ha vuelto a la normalidad. Bajo un sol pleno, la gente regresa a sus puestos de trabajo. Hasta el pr¨®ximo temblor.
Jos¨¦ Mar¨ªa Espinasa
En el coraz¨®n de la ciudad
Al cruzar el umbral del antiguo palacio de los Condes de Santiago Calimaya, se ve correr por sus umbr¨ªos y espl¨¦ndidos pasillos la historia de M¨¦xico. El solar, pr¨®ximo al Templo Mayor, fue entregado por Hern¨¢n Cort¨¦s a su veedor, cuya ennoblecida estirpe ampli¨® la casa a lo largo de dos siglos hasta que, entre 1769 y 1772, el arquitecto Francisco Antonio de Guerrero y Torres la reform¨® para convertirla en uno de los m¨¢s bellos y misteriosos espacios de la Ciudad de M¨¦xico. Bajo sus arcadas, g¨¢rgolas y mascarones han pasado nobles depravados, comerciantes y artistas, pobres de solemnidad y revolucionarios. All¨ª se encuentra hoy el Museo de la Ciudad de M¨¦xico, una coctelera fren¨¦tica y cosmopolita donde igual caben exposiciones de vanguardia, talleres familiares y obras de teatro que masivas bodas de gais y transexuales. A la cabeza de esta agitada instituci¨®n se encuentra Jos¨¦ Mar¨ªa Espinasa (DF, 1957). Este poeta y ensayista, antiguo coordinador editorial del Colegio de M¨¦xico, es nieto de un alcalde de Esquerra Republicana en Montcada i Reixac (Barcelona). Como casi todos los descendientes de exiliados, no olvida. Y por ello mismo lamenta la desmemoria espa?ola.
¡°Para M¨¦xico es m¨¢s f¨¢cil recordar, recibimos la flor y la nata de Espa?a, nos enriquecimos con aquella desgracia; pero all¨ª tienen un problema con su pasado, les cuesta entender lo que fue el exilio; la Transici¨®n no mir¨® de frente lo ocurrido. Espa?a no aprendi¨® a convivir con sus propios horrores¡±, explica Espinasa. Cuando se le pregunta qu¨¦ queda vivo del exilio, no lo duda. ¡°El exilio se integr¨® y forma parte de la sociedad mexicana. Pero no hay que olvidar que los inicios no fueron f¨¢ciles, hab¨ªa quien recelaba de aquellos rojos, otros tem¨ªan que les quitasen los puestos de trabajo, y los propios exiliados pensaban que aquello ser¨ªa provisional, que Franco caer¨ªa. Pero tras la Segunda Guerra Mundial se dieron cuenta de que el retorno no era posible y se integraron plenamente, se esparcieron en la educaci¨®n, el arte, la ciencia¡ Para ello contaron con apoyo pol¨ªtico. El presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas fue un gran estadista, actu¨® por convicci¨®n y tambi¨¦n por inter¨¦s, porque aquel exilio permiti¨® al pa¨ªs dar un salto cualitativo¡±.
Espinasa, alto y de gestos sobrios, se levanta para salir de su despacho y conducir al visitante a un lugar en el que sus palabras encuentran respaldo. Vi¨¦ndole pasear bajo los silenciosos arcos, el palacio parece dise?ado a su hechura. En la primera planta, tras subir una escalera que act¨²a como un t¨²nel del tiempo, se detiene. All¨ª arranca la exposici¨®n El exilio espa?ol en la Ciudad de M¨¦xico. Legado cultural (hasta el 1 de enero de 2015). El relato de un ¨¦xodo, de un fracaso que, para Espinasa, deriv¨® en victoria y que, a partir de ahora, formar¨¢ parte, como tantas otras cosas, de la historia de este palpitante palacio mexicano.
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