El ?rtico escond¨ªa una leyenda
El hallazgo de uno de los barcos de la expedici¨®n de John Franklin promete ofrecer nuevas pistas
![Un s¨®nar captura uno de los barcos perdidos de la expedici¨®n de John Franklin.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4CFL2GEEBDH7ZML46JLE74Q6FI.jpg?auth=b4855db2f0fdc12558d0be76916a231d0376352a1dbc00b8b4de213445f89c52&width=414)
La noticia no ha podido dejar fr¨ªo a nadie: un equipo canadiense ha hallado esta semana uno de los dos barcos de la expedici¨®n del explorador brit¨¢nico sir John Franklin, desaparecida en 1845 en el ?rtico. Es un hallazgo sensacional. La b¨²squeda de esa expedici¨®n, que parec¨ªa haberse esfumado, ha obsesionado al mundo desde que se perdi¨®. Innumerables misiones fueron enviadas tras su estela, provocando, en una nefasta cadena, nuevas desapariciones.
No hay historia polar m¨¢s t¨¦trica y funesta ni m¨¢s legendaria ni m¨¢s comentada (hasta inspir¨® a Julio Verne) que la de la expedici¨®n de Franklin, desvanecida en el entonces ignoto norte de Canad¨¢, en parajes donde la temperatura desciende a 50? bajo cero y hay que cortar la mantequilla con hacha ¡ªsi tienes mantequilla¡ª, cuando trataba de atravesar el ¨²ltimo tramo del codiciado paso del Noroeste, el atajo entre el Atl¨¢ntico y el Pac¨ªfico.
Aquella malhadada aventura, arquetipo de tragedia helada, re¨²ne todos los ingredientes para hacerla insuperable en lo pavoroso. No es solo que murieran, despu¨¦s de pasarlo francamente mal, en la cl¨¢sica mezcla de congelaciones, hambre y enfermedades, notablemente escorbuto, los 129 integrantes de la expedici¨®n (un balance que convierte cuantitativamente el desastre de Scott en el Polo Sur, con sus cinco muertos, en una insignificancia), incluido su l¨ªder, el capit¨¢n sir John Franklin, que hab¨ªa combatido en Trafalgar y sido gobernador de Tasmania. Adem¨¢s, varios de sus miembros practicaron el canibalismo y el grupo dej¨® l¨®bregos testimonios esparcidos por las heladas extensiones como un macabro e involuntario juego de pistas para la posteridad. Cosas como un bote con dos esqueletos ¡ªuna estampa digna de Piratas del Caribe en versi¨®n ¨¢rtica¡ª, pilas de huesos con evidencias de descarnamiento (gastron¨®mico), o un cementerio en el que se ha desenterrado a tres de los exploradores sepultados por sus compa?eros y preservados incre¨ªblemente por el fr¨ªo permafrost en sus ata¨²des como bellas (?) durmientes zombis.
![Un grabado del explorador brit¨¢nico Franklin.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MJT7DMSQBI6XCN3EC5ITINUO64.jpg?auth=8d71d89dddd27a55072d57a6b1ca565393ce73656da727efba6a2e4b612709dc&width=414)
Pocas cosas ha arrojado la arqueolog¨ªa en su versi¨®n forense tan tremendas como los cuerpos de esos tipos. El suboficial John Torrington, que era un mozo guapo en vida, veintea?ero, y al que se le ataron las manos al cuerpo, qued¨® con un rictus espantoso en el que parece que puedas escuchar a¨²n c¨®mo le casta?etean los dientes. Su colega de eternidad congelada, William Braine, presenta incluso peor aspecto: el ata¨²d era peque?o y le aplastaba la nariz, que le qued¨® como de cerdo. El tercero, John Hartnell, parece re¨ªrse de todo, pero no es una risa contagiosa.
El an¨¢lisis de los restos en 1984 plante¨® un nuevo enigma: los cuerpos presentaban una elevad¨ªsima cantidad de plomo, compatible con un envenenamiento por ese elemento. Inicialmente se pens¨® que era a causa de las latas que consum¨ªan masivamente ¡ªuna dieta poco equilibrada (y luego menos)¡ª. Parece ahora que lo pudo producir las ca?er¨ªas de los barcos.
Durante a?os, se ha tratado de esclarecer lo que le pas¨® a la expedici¨®n. En lo b¨¢sico est¨¢ muy claro: palmaron todos (se les dio por muertos oficialmente en 1854). Pero carecemos de muchos de los detalles ¡ªprevisiblemente morbosos¡ª y a lo largo de 150 a?os se ha tratado esforzadamente de dar con ellos. En Gran Breta?a se convirti¨® en un asunto nacional, y rom¨¢ntico: la esposa de Franklin, lady Jane, la Pen¨¦lope del ?rtico, se neg¨® a dar a su marido por muerto y patrocin¨® personalmente hasta siete expediciones para encontrarlo. En una de ellas se lleg¨® a soltar zorros que portaban collares con mensajes para conseguir socorro.? Uno de esos collares puede verse (?y es muy emocionante!) junto a otras reliquias de la expedici¨®n en el Instituto Polar Scott de Cambridge.
La historia de la exploraci¨®n avanz¨® notablemente con la b¨²squeda. Alguien dijo, con cierta sorna, que los resultados geogr¨¢ficos y cient¨ªficos de la b¨²squeda han sido superiores a los que hubiera tra¨ªdo la expedici¨®n.
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TTSMZGKUFTNIF6ROPB2XBGGAAA.png?auth=ea589fdfdb18406a68a2c31dd822e284ead2fc049ed2a0c83e3c663c641aacc0&width=414)
Sir John Franklin es m¨¢s conocido por su dram¨¢tico fracaso y su desaparici¨®n que por cualquier otra circunstancia de su carrera. Nacido en 1786, no vio el mar hasta los 12 a?os pero entonces fue un flechazo: dos a?os despu¨¦s se alist¨® en la Royal Navy a bordo del HMS Polyphemus, un barco que recordar¨¢n los que hayan le¨ªdo a Patrick O'Brian. Vio acci¨®n en la batalla de Copenhague y sirvi¨® tambi¨¦n en Trafalgar. El Almirantazgo luego lo seleccion¨® para la b¨²squeda del pasaje del noroeste y ya su primera expedici¨®n estuvo a punto de acabar en desastre -casi mueren todos de hambre y un explorador canadiense del grupo, en aperitivo de lo que vendr¨ªa,? se comi¨® a un tripulante ingl¨¦s (y fue ejecutado por ello)-. Lastraba a Franklin? su apego? a las viejas tradiciones de la marina como no permitir que los oficiales cargaran grande pesos o que la misi¨®n deb¨ªa realizarse a toda costa fueran cuales fueran los riesgos. Su segunda expedici¨®n ¨¢rtica fue mejor y a la vuelta le concedieron el t¨ªtulo de sir.?
El infausto destino de Franklin ha sido una bendici¨®n para las artes. Pinturas, libros, obras de teatro y hasta canciones -desde las baladas hasta el Frozen man de James Taylor ("I said angel of mercy I'm alive or am I dead?"), inspirada en la visi¨®n de fotos de John Torrington- han recordado su ¨²ltima expedici¨®n. En sus aventuras, el capit¨¢n Hatteras de Verne sigue los pasos de Franklin. Wilkie Collins y Dickens perge?aron una obra de teatro aleg¨®rica sobre el asunto, The frozen deep, que negaba las informaciones sobre el canibalismo de los brit¨¢nicos y lo achacaba a los esquimales. M¨¢s tarde, en 1983, Sten Nadolny hizo a Franklin el protagonista de su novela Elogio de la lentitud (Edhasa) y en 2007, Dan Simmons recre¨® la expedici¨®n en clave fant¨¢stica -una criatura misteriosa? ataca a los marinos-, con pasajes tremendos,? en El terror (Roca Editorial).
![Franklin y parte de la tripulaci¨®n en una pintura de W. Turner Smith.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/U5UFTNGPZRQ22BWPCSFOURFWGU.jpg?auth=34d413c3f0c2043171bfdb858bda6096bca8ad7ea746266fea5b87ad90b00728&width=414)
El hallazgo de uno de los barcos de la Expedici¨®n Franklin, no se sabe a¨²n si el Erebus o el Terror (dos nombres animosos para un viaje dif¨ªcil ¡ªErebus es el nombre de una regi¨®n del Hades, el infierno cl¨¢sico¡ª, aunque no peores que el del ballenero ¨¢rtico de Kane, el Vana esperanza¡ª), es un hito de la arqueolog¨ªa marina y de la historia de la exploraci¨®n. M¨¢s all¨¢ de las claves que pueda contener sobre la infortunada expedici¨®n (por ejemplo, nueva informaci¨®n sobre el origen del envenenamiento por plomo), hay que recordar que ambas embarcaciones son per se piezas hist¨®ricas tan notables como el Fram, el barco de Nansen, que se conserva en su museo en Oslo, el Endurance de Shackleton, atrapado por el hielo y engullido en el congelado Mar de Weddell en 1915, o el Terra Nova de Scott, que despu¨¦s de la muerte del capit¨¢n en el Polo Sur funcion¨® como pesquero y, tras averiarse, fue hundido por la guardia costera de EE UU en 1943 en la costa de Groenlandia (donde, precisamente, fue localizado en 2012).
El barco de Franklin hallado ahora se encuentra bajo el agua en el golfo de la Reina Maud al oeste de la isla O¡®Reilly, y las im¨¢genes de radar lo muestran posado en el fondo relativamente bien conservado. Su hermano no deber¨ªa estar muy lejos. Hace tiempo que se efect¨²an b¨²squedas en la zona y ya hab¨ªan aparecido pistas.
El HMS Terror y el HMS Erebus, barcos de la armada brit¨¢nica, eran fiables veteranos de la exploraci¨®n. Botados en 1813 y 1826 respectivamente, hab¨ªan servido a James Clark Ross en su expedici¨®n a la Ant¨¢rtida en 1840. El monte Erebus del continente polar fue nombrado as¨ª por uno de los barcos y el volc¨¢n monte Terror por el otro. El Terror hab¨ªa tenido una previa carrera b¨¦lica, durante la guerra de 1812 contra EE UU. Los dos barcos iban equipados con motores de locomotoras adaptados para impulsar las h¨¦lices, adem¨¢s de llevar la quilla reforzada con planchas de hierro. Contaban con un sistema de calefacci¨®n, provisiones para siete a?os y copiosas bibliotecas, incluidas mil ediciones encuadernadas de la revista Punch. La ¨²ltima vez que los barcos fueron vistos por europeos (hasta ahora) fue en julio de 1845 cuando, de camino a su perdici¨®n, se cruzaron con un ballenero en la bah¨ªa de Baffin.
Mediante los indicios hallados durante 150 a?os de rastreos, incluidas varias notas, restos humanos y materiales (entre ellos cubiertos de plata, que no proliferan en el ?rtico), y los testimonios recogidos de los nativos inuit -que reaprovecharon algunos objetos de los marinos-, se ha podido reconstruir en parte lo que aconteci¨®. La expedici¨®n invern¨® en la isla Beechley, donde los tres miembros que hemos visto murieron y fueron enterrados (se los hall¨® en 1851 -las autopsias se hicieron mucho despu¨¦s-). En septiembre de 1846, los barcos quedaron atrapados por el hielo junto a la isla del Rey Guillermo, y ya no volvieron a navegar. Franklin (seg¨²n una nota hallada en 1859 en un pote junto a un cairn, un t¨²mulo de piedras), muri¨® el 11 de junio de 1847. Tambi¨¦n murieron otros cuarenta. Finalmente, el resto de la tripulaci¨®n trat¨® de llegar a pie hasta el Canad¨¢ continental, avanzando hacia el sur,? y fueron falleciendo por el camino. Algunos se comieron a otros.
Por los hallazgos arqueol¨®gicos est¨¢ claro que la expedici¨®n no contaba con medios adecuados ni preparaci¨®n para viajar a pie. No se ganaron la ayuda de las tribus de la regi¨®n, que podr¨ªan haberlos salvado.
De los barcos no se supo nada. Se crey¨® en 1851 que hab¨ªan sido avistados los dos flotando a la deriva en un bloque de hielo cerca de Terranova, pero ahora est¨¢ claro que se trataba de otras embarcaciones. Por lo visto no se movieron mucho y ahora aguardan ¡ªal menos uno¡ª all¨¢ abajo con toda su carga de emoci¨®n intacta, y acaso secretos que hagan honor a sus escalofriantes nombres y a su historia.?
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