Ser majo
Thais Villas es una entrevistadora audaz. En un pa¨ªs en el que el arte de la entrevista televisiva ha dejado de existir, los reporteros de calle logran a microfonazo lo que de otra forma es esquivo
El intermedio ha regresado tras el verano. El programa de humor que presentan El Gran Wyoming y Sandra Sabat¨¦s incorpor¨® en la pasada temporada a Joaqu¨ªn Reyes, que m¨¢s que imitar reduce a su esencia a personajes de actualidad. Pero al comenzar el curso ha podido desempolvar del archivo la fecunda relaci¨®n entre Thais Villas y el jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas. Durante alg¨²n tiempo los intercambios a pie de calle entre la reportera y el pol¨ªtico eran un c¨¢ndido flirteo que recordaba a la relaci¨®n que mantuvieron en Caiga quien caiga Pablo Carbonell y Esperanza Aguirre, y que elevaron a la entonces ministra a la popularidad nacional, de la que no se ha bajado desde entonces.
Thais Villas es una entrevistadora audaz. En un pa¨ªs en el que el arte de la entrevista televisiva ha dejado de existir, los reporteros de calle logran a microfonazo lo que de otra forma es esquivo. Son los pol¨ªticos en la oposici¨®n los que tienen que hacerse los amables y simp¨¢ticos esperando a que les llegue alg¨²n d¨ªa la opci¨®n de comunicarse con el pueblo a trav¨¦s del plasma. As¨ª pasan por El hormiguero, las tertulias y se someten al asalto de micros en la calle con toda la simpat¨ªa que pueden fabricar, pero anhelando el d¨ªa en que se liberen de todo ello a empellones de sus guardaespaldas.
Tambi¨¦n Jorge Moragas, en los duros tiempos de la oposici¨®n, se mostraba majo con Thais Villas y hasta la llevaba en moto. Sus mensajes de m¨®vil manejando los tiempos del esc¨¢ndalo de la familia Pujol se unen a las turbias grabaciones secretas en floreros de restaurante y a la comparecencia equivocada del ministro de Hacienda para explicar la trama fiscal del caso. Da la impresi¨®n de que la corrupci¨®n no se quiere tratar en Espa?a con la higi¨¦nica contundencia con que los cirujanos atajan un tumor. Aqu¨ª se abre y se cierra al paciente, se le extrae un poco del tejido maligno, se expone al altavoz, se esconde otro rato, se raciona y se negocia para controlar los tiempos y la magnitud del da?o. Y el resultado no es la regeneraci¨®n esperada, sino la agitaci¨®n de los fieles, que es una medicina de la que Espa?a ya andaba sobrada.
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