Paradoja del biombo
El escritor imagina un brillante futuro en el que se derriban los muros realistas
Apremiado a definirme en cinco l¨ªneas sobre las relaciones entre realidad y ficci¨®n, recurr¨ª a la imagen de un biombo. Lo hice convencido de estar sintetizando una brillante conferencia que recordaba haberle escuchado a Ottmar Ette en la universidad de San Gallen acerca de ¡°muebles m¨®viles y fronteras ajustables de lo transareal¡±.
Aunque apremiado, me sobr¨® tiempo para decir que llev¨¢bamos siglos separando ficci¨®n y realidad con un biombo imaginario: ¡°El biombo divide en dos espacios una habitaci¨®n y nos ofrece la posibilidad de diferenciar las dos ¨¢reas. Pero la separaci¨®n es artificial, puesto que oculta que, de hecho, hay un solo espacio¡±.
Ahora bien, cuando d¨ªas despu¨¦s encontr¨¦ en la Revista Iberoamericana la conferencia del profesor Ette, descubr¨ª con sorpresa que all¨ª no hab¨ªa nada sobre realidad y ficci¨®n. Nada. M¨¢s bien se hablaba, por ejemplo, de la relevancia de las decoraciones y los usos de un ¡°mueble movible¡± espa?ol (llamado biombo) en el M¨¦xico de los siglos XVII y XVIII y en el Per¨² del XIX. Y tambi¨¦n de que, cuando empez¨® a aparecer ese ¡°mueble movible¡±, fue visto como ¡°met¨¢fora de lo transareal¡±, como materializaci¨®n de diversas tradiciones culturales fusionadas y en movimiento.
Paradoja del biombo: lo vimos siempre como algo que separa, pero en realidad es un mueble que hila, aglutina, incluso congrega culturas. En aquellas mamparas mexicanas y peruanas, por ejemplo, se mezclaba un estilo pict¨®rico colonial de dibujos europeos con elementos ind¨ªgenas o mestizos americanos en un soporte material asi¨¢tico.
No todo el mundo sabe que en toda esta especie de ¡°"breve historia del biombo¡± result¨® decisivo el viaje de una delegaci¨®n de japoneses cristianizados en el a?o de 1585. Provistos de toda clase de ¡°muebles movibles¡±, visitaron a Felipe II y lo dejaron anonadado. Pronto la poderosa e influyente corte espa?ola se convertir¨ªa en la plataforma distribuidora de estos nuevos artefactos y los biombos llegaron a los mejores enclaves de Occidente. De ah¨ª la denominaci¨®n de ¡°pared espa?ola¡± (spanische wand) en los pa¨ªses de habla germana. Pared, s¨ª. Aunque altamente m¨®vil¡ Eran otros tiempos. No parece tan movible hoy, por ejemplo, el mueble de la sempiterna novela realista espa?ola, tan parecido a un biombo lisiado, tallado en madera de una sola cara. Hay d¨ªas en que me pregunto cu¨¢ntos lectores de habla germana no habr¨¢n percibido ya en ese realismo tan nuestro un biombo profundamente provinciano y tambi¨¦n una sorprendente negaci¨®n de la ¨¢gil spanische wand, es decir, una flagrante negaci¨®n de esa pared movible que, pensando en fronteras din¨¢micas, inventamos en parte nosotros, en otro tiempo. Dicho lo cual, imagino un brillante escenario de futuro en el que habr¨ªamos derribado nuestro acartonado muro realista y regresado a la anta?o ¨¢gil ¡°pared espa?ola¡±, es decir, a la alegr¨ªa de lo cervantino y al trasvase inteligente de culturas, a lo demencial y a lo transareal, y al hechizo de las fronteras nebulosas. Ya s¨¦, no vendr¨¢n tiempos mejores, no caer¨¢ esa breva, pero por imaginar que no quede.
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