El hombre de provecho
Luis Landero publica 'El balc¨®n en invierno', su novela m¨¢s personal y desgarrada
Luis Landero escuchaba a Juan Mayorga como si oyera a un padre. Al final, el dramaturgo le puso la mano en la rodilla: ¡°Muy bien, chaval¡±. Estaban en la librer¨ªa Alberti, presentando la novela de Landero El balc¨®n en invierno (Tusquets), y habr¨ªa que leer el libro para saber por qu¨¦ entonces el escritor pudo escuchar en la voz de Mayorga lo que le hubiera gustado que alguna vez le dijera su padre.
El libro es autobiogr¨¢fico; Landero desnuda su alma y se desnuda. En la mente (y en el libro) la posguerra de una familia extreme?a en Madrid, un padre severo, el hijo d¨ªscolo; la muerte del padre, la confesi¨®n del hijo ante el f¨¦retro: ¡°Ser¨¦ un hombre de provecho¡±.
¡°Lo que quiero es recuperar lo que la vida tiene de hermoso, y lo que tiene de triste. Pero es un canto a la vida en tono suave¡ Una invitaci¨®n a vivir. En un tono no habitual en m¨ª: con ganas de proclamar que mis abuelos, mis padres, mi primo Paco y otros de mi sangre¡, toda esa gente an¨®nima que pasa por la vida y se va, se ha ido pero ha vivido¡±. No fue dif¨ªcil desnudarse. ¡°Lo hice en otras novelas, pero con m¨¢scara¡±. El relato de la muerte del padre, apenas un p¨¢rrafo, recorre como una sombra y una luz el libro: el hijo ante el f¨¦retro promete que ya no ser¨¢ el descarriado. ?l tiene 16 a?os. ¡°Tengo un sue?o recurrente. Llaman a la puerta, voy a abrir y es mi padre. Su muerte fue un malentendido, no hab¨ªa muerto; se hab¨ªa ido de casa y al cabo de los a?os vuelve. Es el sue?o m¨¢s feliz de mi vida: reencontrarme con ¨¦l, un sue?o dulce. Es enormemente triste comprobar que hab¨ªa sido un sue?o¡±.
Lo nuevo del autor de ¡®Juegos de la edad tard¨ªa¡¯ retrata la figura del padre
¡°Me gustar¨ªa que fuera real. Fue tanta la frustraci¨®n, lo que yo lo decepcion¨¦, tantas las ofensas que le hice¡ Recuerdo gestos suyos de cari?o; ten¨ªa pocos, no sab¨ªa manifestarlo¡ Sacaba su pa?uelo de hierbas, me limpiaba los mocos, y me dec¨ªa: ¡®Mira en la chaqueta¡¯. Y me hab¨ªa tra¨ªdo unos cacahuetes, esas peque?as cosas".
?Y qu¨¦ pas¨® cuando se torn¨® severo? ¡°Todo se torci¨® porque en cuanto tuve uso de raz¨®n, con cinco a?os, ¨¦l me preguntaba: ¡®?Qu¨¦ quieres ser de mayor¡¯¡ Esa fue su constante pregunta. Ten¨ªa un proyecto de vida para m¨ª. ?C¨®mo iba a saber lo que quer¨ªa ser de mayor? Yo nunca sal¨ªa en el cuadro de honor con letras doradas y ¨¦l lo miraba y me dec¨ªa: ¡®?Lo que yo dar¨ªa por verte en ese cuadro!¡¯. Era una carga, como una culpa¡±.
Un hombre de la posguerra; se fue de Alburquerque, dej¨® sus tierras, todo lo hizo "por sacarnos adelante a m¨ª y a las tres hermanas¡ ?l lo perdi¨® todo, porque ten¨ªa talento y af¨¢n. No sab¨ªa c¨®mo encauzarlo¡ Tuvo la idea brillante de comprar taxis en Madrid con el dinero de sus tierras; no lo hizo: mi abuelo le dijo que la tierra era sagrada¡ ".
¡ª?Qu¨¦ hizo en Madrid?
¡ªAmargarse. No ten¨ªa nada que hacer; le¨ªa el Ya, luego ya no ten¨ªa nada que hacer, se aburr¨ªa. No trabajaba porque no ten¨ªa oficio, ya estaba enfermo y era como un animal enjaulado, iba y ven¨ªa desasosegado, se asomaba a la ventana, iba al balc¨®n, volv¨ªa¡
¡°As¨ª muri¨® desasosegado, en 1964, cuatro a?os despu¨¦s de venir aqu¨ª con nosotros. Fueron a?os amargos. Mi madre [vive, tiene 97 a?os] me comentaba: ¡®Tu padre dice que no le importar¨ªa morirse porque no tiene nada que hacer en la vida¡¯. Ten¨ªa un oscuro mundo interior que reclamaba salir afuera¡ Frustraci¨®n, amargura. Eso es muy jodido. Y su ¨²nica esperanza era yo. Ver c¨®mo pod¨ªa tener un proyecto de vida. Pero me convert¨ª en un medio golfillo de la Prospe, me gustaban las motos, el tabaco rubio, las chavalas, el cine, los bailongos¡¡±.
¡ªY ante su f¨¦retro usted le promete que va a ser un hombre de provecho. ?C¨®mo pasa de ser una persona a otra?
¡ªEn la vida hay momentos esenciales que de pronto te cambian¡ La muerte de mi padre es lo m¨¢s importante que me ha ocurrido en la vida. No s¨¦ de qu¨¦ manera, pero cambi¨¦. Cuando lo velamos en casa entraba a la habitaci¨®n para verlo, volv¨ªa, entraba, volv¨ªa, ¨¦l estaba all¨ª con las manos puestas encima como con forma de tejado de una casita. Me preguntaba luego c¨®mo se habr¨ªa derrumbado ese tejadito¡ Empec¨¦ a quererlo mucho, surgi¨® la culpa¡¡±. ?l quer¨ªa que usted lo prolongara. ¡°Que yo hiciera lo que ¨¦l no pudo hacer. Era su causa; por eso me mandaba interno¡±.
?Y c¨®mo cumpli¨® su promesa, Landero? ¡°No s¨¦¡ la muerte de mi padre cre¨® en m¨ª el imperativo categ¨®rico de decir: tengo una misi¨®n que lo desagravie. Empec¨¦ a trabajar. Descubr¨ª que me gustaba estudiar. Este soy ahora; mi madre me dice que ¨¦l hubiera estado orgulloso. Yo sigo so?ando que llama a la puerta y que vuelve. Creo que la herida est¨¢ cicatrizada. Me consuela contarlo. Creo que ¨¦l lo hubiera entendido. Pero, claro, ya es imposible¡±.
Le dec¨ªa Mayorga en la Alberti: ¡°Muy bien, chaval¡±, es lo que a usted le hubiera gustado escuchar de su padre ahora¡ ¡°S¨ª, Mayorga me tocaba la pierna¡ Mi padre me hubiera dicho: ¡®?Por fin has conseguido saber lo que quer¨ªas ser de mayor!¡±
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