Jugando al juego del ¡®mouse¡¯ y el rat¨®n
La 23? edici¨®n del 'Diccionario', publicado 13 a?os despu¨¦s que la anterior, trata de abrirse a Am¨¦rica y huir de la perspectiva exclusivamente espa?ola. Le queda camino por recorrer
Una nueva edici¨®n del Diccionario por antonomasia siempre es un acontecimiento. Pero este 23? diccionario no se limita a dar fe de novedades que ya conoc¨ªamos por su web: aprovechando la oportunidad, se ha modernizado la obra y mejorado su utilizaci¨®n. Recordemos que en el origen remoto de los diccionarios acad¨¦micos est¨¢ el de Autoridades (acabado en 1739). Desde entonces ha habido una veintena de ediciones, la ¨²ltima hace 13 a?os, que manten¨ªan la mayor¨ªa del vocabulario y parte de las definiciones presentes en su lejano progenitor, a?adiendo por supuesto muchas otras: esta edici¨®n cuenta con 4.600 entradas m¨¢s que la anterior. Por eso el Diccionario es una obra singular, que conserva la herencia (y a veces el peso) de sus or¨ªgenes, que lleva siglos gozando de gran popularidad, pero que no renuncia a reflejar la modernidad, y eso es problem¨¢tico. El edificio de la lengua cambia ante los mismos ojos del lexic¨®grafo: ¨¢reas enteras del vocabulario se convierten en ruinas (que tendr¨¢ que etiquetar como tales), mientras que debe construir alas nuevas con ladrillos de estabilidad incierta.
La televisi¨®n puede extender una forma antes regional, como viejuno, o un dispositivo novedoso puede introducir palabras extranjeras: selfie o guasap. Ninguna de estas figura a¨²n en el Diccionario, aunque s¨ª acaban de entrar t¨¦rminos tecnol¨®gicos (tuit), de la moda (metrosexual) e incluso de registros m¨¢s coloquiales de la lengua (subid¨®n o muslamen). Pero estar en el Diccionario tampoco garantiza que pervivan¡
Para acabarlo de complicar, la Academia (con las otras 21 de los pa¨ªses americanos) intenta que su diccionario recoja todo el espa?ol. Para las palabras propias de Am¨¦rica se compil¨® en 2010 un Diccionario de americanismos, que fue objeto de cr¨ªticas, y parte de su caudal se ha usado para esta obra. En total, un 10% de las acepciones actuales son americanas. El Diccionario quiere ser "panhisp¨¢nico", con lo que debe huir de la perspectiva peninsular. Valga el ejemplo de amarillo, definido por la Academia en 1726 como el color del oro y la flor de la retama, hasta que en 1869 se equipara tambi¨¦n al del lim¨®n. En 2001 (y dado que, como se?al¨® Garc¨ªa M¨¢rquez, en Am¨¦rica los limones son verdes), queda s¨®lo el color del oro y de la retama, pero, ante la evidencia de que ¨¦sta es una planta mediterr¨¢nea, en esta edici¨®n se ha convertido en el color del oro y la yema de huevo (que para m¨ª muchas veces es anaranjada¡).
Ya en la anterior edici¨®n empez¨® a usarse la marca geogr¨¢fica "Espa?a", para se?alar usos del espa?ol europeo ausentes en Am¨¦rica. Esto supuso toda una revoluci¨®n, porque romp¨ªa la asunci¨®n impl¨ªcita de que toda palabra usada en Espa?a era tambi¨¦n americana. La marca Esp., se afirma cautamente en el prefacio, "se ha procurado incorporar en un mayor n¨²mero de ocasiones", pero a¨²n quedan muchas por se?alar. Por ejemplo, rat¨®n, en su acepci¨®n inform¨¢tica, no lleva la indicaci¨®n de su uso, que es predominantemente espa?ol porque en Am¨¦rica se emplea sobre todo mouse (Google lo detecta en casi 1,3 millones de p¨¢ginas en espa?ol). Por cierto, mouse no figura en este Diccionario, como tampoco liga en la acepci¨®n de "enlace de una p¨¢gina web", dominante en M¨¦xico; claro que tambi¨¦n falta link. Han mejorado algo las definiciones relacionadas con nuevas tecnolog¨ªas, y ha habido incorporaciones como blog, o la acepci¨®n inform¨¢tica de nube, aunque no est¨¦n bug, "error en un programa", o backup, "copia de seguridad".
La nueva edici¨®n ha aprovechado para mejorar la claridad y uniformidad de tratamiento. Las marcas que en la edici¨®n anterior indicaban "anticuado" y "desusado" se han fusionado en esta ¨²ltima. Pero subsisten numerosas palabras que carecen de esa indicaci¨®n: "Rompesquinas: valent¨®n que est¨¢ de plant¨®n en las esquinas". Las marcas "malsonante", "vulgar" o "coloquial" abarcan cada vez m¨¢s t¨¦rminos, como una ¨²til gu¨ªa de uso. En el par¨¦ntesis inicial de entrada, adem¨¢s de la etimolog¨ªa, ahora hay otras informaciones, como variantes ortogr¨¢ficas, aunque hay que lamentar que entre ellas no figure la pronunciaci¨®n en los contados casos en que se aleja de la graf¨ªa (flaubertiano). Mejora tambi¨¦n la claridad tipogr¨¢fica en la separaci¨®n de los grupos de acepciones.
El volumen es muy manejable: es m¨¢s peque?o que sus antecesores, lo que provocar¨¢ la alarma de los coleccionistas de diccionarios acad¨¦micos, porque rompe la alineaci¨®n en la estanter¨ªa (pero hay una edici¨®n especial al tama?o cl¨¢sico). Tambi¨¦n pesa menos, porque tiene un papel fino aunque de transparencia aceptable. La tipograf¨ªa es muy legible, y la composici¨®n, a "p¨¢rrafo franc¨¦s" (expresi¨®n que, por cierto, no figura en el diccionario: con la primera l¨ªnea llena y las dem¨¢s sangradas), facilita localizar las entradas. Est¨¢ impreso, algo sorprendentemente, en Italia.
Los consultantes del Diccionario acad¨¦mico querr¨¢n poder encontrar palabras antiguas, pero protestar¨¢n cuando hallen expresiones derogatorias, incluso marcadas como desusadas. Querr¨¢n los t¨¦rminos t¨¦cnicos m¨¢s comunes, pero tambi¨¦n el pen¨²ltimo argot. Considerar¨¢n superfluas ciertas incorporaciones, pero otras se echar¨¢n en falta. Rezongar¨¢n ante las palabras extranjeras, aunque no tengan equivalentes espa?oles. Fijar un medio cambiante (una lengua extendid¨ªsima geogr¨¢ficamente) entre demandas tan variadas es todo un reto y, si se me permite la opini¨®n, no va saliendo nada mal.
Diccionario de la lengua espa?ola. 23? edici¨®n. Edici¨®n del tricentenario. Real Academia Espa?ola y Asociaci¨®n de Academias de la Lengua Espa?ola. Espasa. Barcelona, 2014. LVIII + 2.318 p¨¢ginas. 99 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.