De la tablilla a la tableta
Lleguen o no a desplazar a los de papel, los repertorios electr¨®nicos prestan servicios maravillosos
1. Todos los diccionarios ven¨ªan siendo iguales. Uno de los que se consideran m¨¢s antiguos del mundo es una tablilla de barro del a?o 600 a. de C. de Uruk (Mesopotamia) conservada en el Louvre. Contiene una lista de palabras sumerias, agrupadas por sin¨®nimos: a un lado est¨¢ su pronunciaci¨®n, y al otro, la traducci¨®n al acadio. Todos: de barro, en pergamino, en papel; monoling¨¹es o de sin¨®nimos; desde la tablilla de Uruk hasta el Tesoro de Covarrubias, son listas de vocablos con explicaciones adyacentes.
2. ¡ cuando saltaron al mundo electr¨®nico. En 1995 sali¨® el primer diccionario de espa?ol en CD-ROM, la 21? edici¨®n de la Academia. Antes, en 1992, hab¨ªa aparecido el Oxford English Dictionary, y en1993, el Hiperdiccionari catal¨¤-castell¨¤-angl¨¨s. Los nuevos diccionarios electr¨®nicos se basaban en sus parientes de papel, pero ten¨ªan ventajas: no pesaban, no hab¨ªa que conocer el orden alfab¨¦tico para consultarlos y se pod¨ªan hacer b¨²squedas en el interior de las definiciones para encontrar nuevas palabras. ?La cadena del reloj?: se buscaba cadena y reloj, y aparec¨ªa leontina. Estos nuevos diccionarios hac¨ªan uso de conexiones internas (hipertexto), de indizaci¨®n y de operaciones l¨®gicas.
3. Pero los diccionarios empezaban tambi¨¦n a hacerse electr¨®nicamente. El pionero fue el Oxford English Dictionary, que en 1984 convirti¨® un diccionario impreso en 12 vol¨²menes en una base de datos electr¨®nica, con el objeto de preparar mejor la nueva edici¨®n. La Academia Espa?ola comenz¨® en 1995 a crear los corpus que, junto con la base de datos lexicogr¨¢fica, iban a ser herramientas b¨¢sicas para los diccionarios posteriores. Ambos proyectos dieron lugar a obras en papel, pero ?no es l¨®gico que algo nacido digitalmente se use digitalmente?
4. Cualquiera que consulte un diccionario notar¨¢ las limitaciones del papel: una palabra se define remitiendo a otra; alcala¨ªno no conduce a complutense; s¨®lo est¨¢ el infinitivo de los verbos: ?c¨®mo encontrar deduje?; la obra no sabe si el grifo que busco es el mitol¨®gico o el de la ca?er¨ªa; las abreviaturas se acumulan: ¡°m. despect. coloq. Esp.¡±¡ ?No exige todo esto reconsiderar totalmente c¨®mo debe ser un diccionario?
5. Todo en digital. La gente empez¨® a ver normal buscar algo en Internet y encontrarlo, hacer clic en un t¨¦rmino ambiguo y que la respuesta tuviera en cuenta el contexto (buscar jaguar para un trabajo sobre felinos y no ir a parar al coche). El procesador de textos ofrec¨ªa sin¨®nimos. Se empezaron a conectar los textos (le¨ªdos en un ordenador, en una tableta, ?en un tel¨¦fono!) con diccionarios monoling¨¹es, biling¨¹es, enciclop¨¦dicos. Las obras lexicogr¨¢ficas se abrieron a la Red exitosamente: mill¨®n y pico de consultas diarias recibe la p¨¢gina de la Academia. Una web independiente, Dirae (http://dirae.es/), ayuda a explorar los entresijos del vocabulario acad¨¦mico, relacion¨¢ndolo con Google Ngram, que analiza la frecuencia de las palabras en el tiempo. S¨ª: el usuario de diccionarios est¨¢ en una ¨¦poca de oro, y perm¨ªtasenos a?adir que a¨²n no lo ha visto todo.
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