Antes tambi¨¦n
Todos sabemos que la mayor¨ªa de los capos de la mafia murieron de viejecitos en su casa
Cada vez que muestro mi estupor, m¨¢s c¨®mico que c¨ªnico, ante el virus revolucionario y la furia justiciera que se ha desatado en las calles al hacerse p¨²blico que los filantr¨®picos controladores y consejeros de esa humanista caja de ahorros creada para fines sociales (no es un chiste) hab¨ªan gastado 16 millones de euros con tarjetas opacas y en medio de la ruina parcial o absoluta de tantos ciudadanos de segunda o tercera clase, y doy por supuesto que esa cantidad es rid¨ªcula en medio del saqueo de v¨¦rtigo que deben haber perpetrado desde la noche de los tiempos la fraternal cofrad¨ªa de la clase pol¨ªtica y el poder econ¨®mico, un amigo me recuerda que Al Capone no se aburri¨® en Alcatraz durante cinco a?os por haberse cargado a miles de personas y haber transgredido todas las leyes (jam¨¢s las suyas, fundamentalmente las de corromper y asesinar) sino por algo tan tonto e innecesario como un delito fiscal.
Y todos sabemos que la mayor¨ªa de los capos de la mafia murieron de viejecitos en su casa. Los que se quedaron violentamente en el camino se debi¨® a venganzas entre ellos, luchas de poder, negocios fallidos, delaciones, esas cositas tan humanas. Y a Luciano imagino que el Estado le ofreci¨® barra libre por haber facilitado que la mafia ayudara al desembarco aliado en Sicilia.
Cuenta Blesa que cuando asumi¨® la jefatura de esa Cosa Nostra ib¨¦rica el tarjeteo ya funcionaba, que se limit¨® a seguir la tradici¨®n. Seguro. Como el eterno expolio de los de siempre. En la dictadura, en la Transici¨®n (qu¨¦ estrat¨¦gica man¨ªa le ha dado a los viejos pr¨®ceres y a sus publicistas con que aquella ¨¦poca fue la encarnaci¨®n del para¨ªso terrenal), con aquel estadista andaluz tan seductor y mentiroso, con el recio emperador castellano que ten¨ªa a Blesa y a Rato como hombres de confianza en su incorruptible Estado Mayor. Pero la econom¨ªa facilitaba que hubiera pan y circo para todos los votantes. ?Qu¨¦ m¨¢s les daba que robaran unos u otros en el ancestral cambalache? Se acab¨® el pan para la plebe. Hay que calmarla un poquito para que no a?ore la necesidad de la guillotina. El sistema debe arrojarle a algunos de sus renovables pilares para seguir controlando el tinglado. Ojal¨¢ que el gozoso circo dure un rato m¨¢s. Aunque no dispongamos de leones que se zampen a esa m¨ªnima parte de la poderosa escoria.
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