Sofocos
Gioconda Belli mejora cuando se aleja de su procaz culebr¨®n sobre la menopausia
Gioconda Belli (Managua, 1948) es una autora de probada solvencia tanto en novelas como en poes¨ªa. Multipremiada desde su primera novela, La mujer habitada (1988), son de mencionar obras como El infinito en la palma de la mano (Premio Biblioteca Breve, 2008) o El pa¨ªs bajo la piel, 2001, las memorias de su ¨¦poca como luchadora antisomocista.
Su actual novela, El intenso calor de la luna, tiene como eje el impacto que la inminente llegada de la menopausia ocasiona en la vida de Emma, ¨¦mula de otra Emma, que al igual que ¨¦sta, tambi¨¦n est¨¢ insatisfecha y casada con un m¨¦dico. La protagonista vive la retirada de su menstruaci¨®n como el fin de la sexualidad, como un horror f¨ªsico y social, a pesar de que su narradora ha vertido sobre ella todas las virtudes f¨ªsicas y psicol¨®gicas que ha podido. Es su obsesi¨®n por el retraso de unos d¨ªas ¡ªEmma es un reloj de precisi¨®n¡ª, la que provoca un accidente al atropellar a un apuesto carpintero, del que una farmac¨¦utica joven, pero f¨ªsicamente nada relevante, anda enamorada a distancia. Todo ello en un barrio humilde de Managua, el de San Judas. Nace la pasi¨®n entre la se?ora bien agobiada por su drama premenop¨¢usico y el carpintero (perd¨®n, ebanista, como corrige siempre Emma), fiesta a la que se sumar¨¢ posteriormente el marido en un giro incre¨ªble de la autora que uno agradece. La pasi¨®n hace surgir la fiera y la mujer maravillosa que 26 a?os de una vida marital, opulenta, con dos hijos, gimnasio, b¨®tox y otras frusler¨ªas han sepultado.
Belli nos sirve lo que quiere explicarnos en un formato claro: el culebr¨®n con ¨ªnfulas feministas y sociol¨®gicas. O sea, como un cruce entre Pasi¨®n de gavilanes, Simone de Beauvoir y un n¨²mero extra de Cosmopolitan. A ratos folleto m¨¦dico, libro de autoayuda, coaching y, en algunas ocasiones, novela. Porque la l¨¢stima es que Belli es una narradora eficaz que sabe dosificar sus virtudes de explicar una historia a base de oficio. Que saca lo mejor de s¨ª cuando retuerce el brazo al culebr¨®n sentimental un pel¨ªn procaz que ha decidido servirnos. Cuando se aleja unos cent¨ªmetros de los t¨®picos y entra en terrenos lim¨ªtrofes como la infidelidad, la decadencia del matrimonio o la competitividad hormonal.
El problema son los abalorios que ha colgado m¨¢s a sus personajes que a la l¨ªnea argumental. Es muy dif¨ªcil salvar de s¨ª mismo a un personaje perfecto que plantea su drama cuando no hay ni un solo claroscuro, acorde menor o conflicto en la composici¨®n de ese personaje. Cuando el desarrollo de ese drama personal te llega fr¨ªvolo y simpl¨®n. Pero es que descripciones as¨ª, ya desde el primer cap¨ªtulo, no ayudan. Emma, con "cuarenta y ocho, pero a la que la madurez no ha hecho m¨¢s que acentuar su aire juvenil de mujer hermosa a quien no arredran los pocos kilitos de m¨¢s que bien disimula destacando sus mejores atributos: el cuello largo, los brazos bien torneados, el escote que revela los pechos tersos". Dama elegante, de pies perfectos, que se sublima en el sexo recuperando a la hero¨ªna arrinconada por las convenciones y sus propias decisiones. Tan brutal mujer a la que en el mismo accidente le echan los tejos tanto el atropellado como el polic¨ªa. Ernesto, el carpintero (perd¨®n, ebanista) es: "Fibroso, delgado, alto, lleva dos o tres d¨ªas de barba sobre una cara precisa de escultura cl¨¢sica (¡) la piel como az¨²car quemada". Le resulta "raro encontrar a un hombre guapo en un barrio como ¨¦se". Si Emma es la fantas¨ªa de Mrs. Robinson, Ernesto lo es del homo faber. Diestro con las manos ya se trate de un armario o Emma, no es un ga?¨¢n sino que lee a los franceses del XIX y tiene un p¨®ster del Che. A esto unimos el marido, hombre de estudios, insensible y poco apasionado, protector, paternal; Margarita, la farmac¨¦utica, patito feo que tiene su momento de gloria (y escapa del t¨®pico, gracias, se?ora Belli, as¨ª como tambi¨¦n el fin de la historia, nuevamente gracias) y Nora, la criada abnegada con la que la due?a tiene una relaci¨®n de "Rastrillo de la Cruz Roja". No quisiera olvidarme de una ginec¨®loga sabia y un pu?ado de amigas que no trabajan de nada, en plan Sexo en Managua y los personajes de los hijos, bastante bien perfilados pero que parece que est¨¦n en otra novela.
Belli nos sirve lo que quiere explicarnos en un formato claro:
Puestos a ser positivos, uno tiene la sensaci¨®n de que la escritora ha tocado un tema tab¨² ¡ªla menopausia: el final de nada¡ª, reivindica una cierta liberaci¨®n, aunque a veces uno tiene la sensaci¨®n de que hay m¨¢s machismo en el subconsciente de esos personajes que el que se pretende denunciar, y ha escrito el libro que quer¨ªa escribir. Eso siempre es un logro para un escritor. Si aceptas el culebr¨®n y los ingredientes, el relato discurre, pero creo que solo variando algo esos ingredientes el guiso ganar¨ªa en literatura. Bastaba con que alguno de los personajes no fuera pluscuamperfecto en todo y en sus reacciones durante toda la novela. Pero mi momento favorito est¨¢ al final. La autora, acabada la novela, a modo de t¨ªtulos de cr¨¦dito a?ade un poema de verso libre. Quiere uno creer que es parte del exorcismo que Emma y su criada (que tanto te hace una ensalada de pollo como una hoguera de compresas) organizan en el jard¨ªn. El poema tiene versos como: ¡°El cuerpo es mucho m¨¢s que las hormonas?/ Menop¨¢usica o no?/ una mujer sigue siendo una mujer¡±. ¡°Tir¨¢ los tampones?/ las toallas sanitarias?/ Hac¨¦ una hoguera en el patio de tu casa¡±. Pobre Rosa Luxemburgo.
El intenso calor de la luna. Gioconda Belli. Seix Barral. Barcelona, 2014. 317 p¨¢ginas. 18,50 euros (digital, 12,99)
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