Irse
Suicidarse con el menor sufrimiento posible no solo obliga a protocolos interminables, sino que tambi¨¦n interviene la econom¨ªa
Aunque el Gran Ca?¨®n del Colorado te resulte hermosamente familiar a trav¨¦s del cine y de los documentales, la impresi¨®n que te causa al verlo por primera vez es una experiencia deslumbrante que va a permanecer para siempre en tu recuerdo. Entre los ¨²ltimos deseos de Brittany Maynard, una mujer de 29 a?os, que al observar una foto antigua deduces que alguna vez fue hermosa y tuvo una sonrisa feliz, est¨¢ contemplar ese paisaje legendario. Tambi¨¦n celebrar el cumplea?os de su marido. Y despu¨¦s se despedir¨¢ por su propia voluntad de este mundo, rodeada por la gente que quiere, oyendo la m¨²sica que am¨®. Tomar¨¢ medicamentos que evitar¨¢n el dolor y la violencia en su suicidio asistido. La raz¨®n de su adi¨®s definitivo es un c¨¢ncer letal que la va a corroer hasta extremos salvajes.
Pero ese tr¨¢nsito mortal no podr¨¢ realizarlo en California, en su entorno, en sus ra¨ªces, donde ha vivido siempre. Tendr¨¢ que emigrar a Oreg¨®n, donde la ley permite una muerte digna. Eso le exige m¨²ltiples problemas burocr¨¢ticos, legalizar el cambio de residencia, cambiar el registro de votaci¨®n, nuevo carn¨¦ de conducir, excedencia de su marido en el trabajo.
Suicidarse con el menor sufrimiento posible no solo obliga a protocolos interminables, sino que tambi¨¦n interviene la econom¨ªa. Hasta para matarse, para ir al cielo (ah¨ª est¨¢ jodido, poner fin a tu estancia en la tierra es pecado), al infierno o a la nada, los pobres lo tienen complicado. Les obligan a ese recurso tan bestia de arrojarse al tren o al metro, lanzarse desde las alturas (igual no la palman, quedan tullidos, o se incrustan sobre alg¨²n inocente que pasaba por all¨ª), se ahorcan (en los medios rurales ese m¨¦todo era el rey). Cortarse las venas o la sobredosis de pastillas no es seguro, ya que muchos son salvados en el ¨²ltimo minuto. Adem¨¢s de desesperaci¨®n o hast¨ªo, se necesita mucho coraje para quitarse la vida con los m¨¦todos tradicionales.
En Europa tambi¨¦n hay que viajar para que el fracaso, la desdicha, el acorralamiento, la soledad o la enfermedad incurable se clausuren dignamente. La fenicia Suiza demuestra un notable grado de civilizaci¨®n y de compasi¨®n al facilitar la dulzura en ese sagrado derecho de los humanos a decidir sobre su existencia, a abandonarla cuando la afirmaci¨®n en la vida ya no es posible.
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