John Eliot Gardiner, medio siglo de rigor y fantas¨ªa en la m¨²sica
El director brit¨¢nico recala en Espa?a para conmemorar sus 50 a?os de carrera
Si le hubieran dicho hace cinco d¨¦cadas, cuando fund¨® en Cambridge el Coro Monteverdi, que despu¨¦s vendr¨ªan otras orquestas como los English Baroque Soloist o la Revolucionaria y Rom¨¢ntica, 25 a?os m¨¢s tarde, hubiese torcido el gesto amable y delicadamente, como lo hace John Eliot Gardiner (Fontmell, 1943), en se?al de escepticismo.
Y si le hubieran profetizado que tras medio siglo seguir¨ªa debutando en algunos pa¨ªses, como ha sido el caso de M¨¦xico la pasada semana, este m¨²sico, historiador y arabista, cabeza prominente, alma de sensibilidad exquisita y referencia sobre todo del repertorio barroco, pero tambi¨¦n de todo lo que le venga en gana desde Monteverdi a Benjam¨ªn Britten, se hubiera re¨ªdo a la cara del pr¨®jimo. ¡°Para m¨ª era una prueba, un estimulante laboratorio que ha ido creciendo y consolid¨¢ndose hasta hoy¡±, asegura.
Pero de M¨¦xico lleg¨® para actuar ayer en Oviedo y ma?ana en Zaragoza, donde recala Gardiner en esta gira de sus 50 a?os sobre los escenarios. Lo hace con un programa dedicado a Beethoven ¡ªOvertura de Leonora y Quinta Sinfon¨ªa¡ª adem¨¢s de Berlioz, con sus Noches de Verano, al frente de la Orquesta Revolucionaria y Rom¨¢ntica.
Doctor en Bach, explorador de archivos, Gardiner ha desarrollado buena parte de su carrera en torno al compositor alem¨¢n y tambi¨¦n al barroco espa?ol. Resulta un m¨²sico que al rigor une su carga de festiva y gozosa espontaneidad, muy rara entre sus compatriotas en cuanto a algunos repertorios se refiere. ¡°Los ingleses solemos ser preferentemente solventes, pero m¨¢s bien fr¨ªos, sin esa chispa o fantas¨ªa que debe acompa?ar a la m¨²sica en algunos casos¡±.
Se ha adentrado en terrenos desconocidos con sus inconvenientes metodol¨®gicos. Luchando contra una iglesia aun medieval, que le imped¨ªa hurgar en los archivos u organizar a veces conciertos en sus templos, algo que le ha ocurrido m¨¢s de una vez en Espa?a. ¡°No creo que el clero entienda el valor de la m¨²sica. Hay lugares donde no nos han dejado cantar en ese lugar central que es el coro de las iglesias y luego permiten que se llene de gente haci¨¦ndose fotos en las bodas, como nos ocurri¨® en Le¨®n. Absurdo. En siglos anteriores se comprend¨ªa mejor la fuerza que ten¨ªa la m¨²sica para fomentar la fe, mucho m¨¢s que la oraci¨®n o los sermones. Pero, en fin, tambi¨¦n le ocurr¨ªa lo mismo a Bach en Leipzig. Lo ten¨ªan ah¨ª, apartado como el ¨²ltimo mono¡±.
Sin embargo no todo han sido malos momentos en relaci¨®n a la historia de Gardiner y sus formaciones con respecto a las iglesias. ¡°Haber podido ensayar en la catedral de Santiago vac¨ªa mientras hicimos esa gira por el camino, en pleno Xacobeo, interpretando a los barrocos espa?oles o renacentistas como Victoria, Cabez¨®n, Morales¡ O ese momento que tuvimos en San Marcos en Venecia, tambi¨¦n qued¨¢ndonos a trabajar de madrugada hasta que vimos colarse la luz del amanecer por las vidrieras, s¨®lo por eso, merece la pena todo¡±.
Para el int¨¦rprete, ejecutar la m¨²sica en los lugares para los que fue concebida es crucial. Sobre todo en los casos m¨¢s antiguos, donde es preciso otorgar al arte todo el significado de su aut¨¦ntico ritual. ¡°Como es tambi¨¦n el caso de su propio repertorio. Este a?o del medio siglo lo lleva conmemorando con varios programas especiales. Volvieron a Cambridge para interpretar, como en su debut, el Vespro della beata Vergine, de Monteverdi. ¡°Fue emocionante porque, pese a que llevamos tres generaciones, asistieron y cantaron algunos de los fundadores¡±. Tambi¨¦n ha resucitado, como quien dice, un Stabat Mater, de Domenico Scarlatti. ¡°Lo escribi¨® en su etapa espa?ola y se notan los claroscuros de esa influencia m¨¢s que su procedencia italiana: es como un cuadro de Vel¨¢zquez al que se le ha puesto m¨²sica¡±, asegura Gardiner.
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