¡°En la Guerra Fr¨ªa gan¨® la libertad¡±
El fil¨®sofo alem¨¢n R¨¹diger Safranski recuerda que la bancarrota de la RDA pes¨® m¨¢s que la ca¨ªda del Muro y reflexiona sobre el desorden mundial surgido de sus escombros
Seguramente R¨¹diger Safranski es una de las personas m¨¢s indicadas para regresar un cuarto de siglo despu¨¦s a la Alemania que asisti¨® perpleja y emocionada a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. ¡°Fueron d¨ªas inolvidables¡±, cuenta en una entrevista realizada por correo electr¨®nico. ¡°Yo ya estaba en la cama cuando llegaron las primeras noticias y vi en la televisi¨®n, completamente estupefacto, las escenas de apertura del Muro y el r¨ªo de personas que solo atinaban a decir: ¡®Es la locura¡¯. Poco a poco fueron llegando cientos de miles y el humo de sus Trabis empa?¨® el cielo de la ciudad. Fue una fiesta en medio de una atm¨®sfera cargada de poluci¨®n: en las calles se serv¨ªa vino caliente y personas que nunca se hab¨ªan visto se abrazaban emocionadas. Es posible que los funcionarios del sistema ca¨ªdo y sus soplones sintieran miedo, pero la gran mayor¨ªa estaba alegre. Todo ocurri¨® muy r¨¢pido. Tuvo algo de borrachera, de delirio. Uno sent¨ªa que estaba formando parte de una gran historia¡±.
Nacido en Rottweil en 1945, Safranski es un pensador particular. Aun cuando haya dedicado parte de su obra a cuestiones filos¨®ficas mayores, como el mal o la verdad, e incluso se haya ocupado de fen¨®menos sociales de enorme envergadura, como la globalizaci¨®n, su mayor habilidad tiene que ver con la reconstrucci¨®n de las ideas y las vidas ajenas. Pocos han sabido explicar con tanto detalle y finura ese complejo embrollo en el que se mezclan las ideas y las experiencias de algunos de los mayores fil¨®sofos de Alemania: Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger. La traducci¨®n de su gran biograf¨ªa de Goethe aparecer¨¢ el pr¨®ximo a?o en Tusquets.
?Qu¨¦ pas¨® durante la Guerra Fr¨ªa, cuando se levant¨® esa dolorosa cicatriz que part¨ªa Berl¨ªn en dos? ?Qu¨¦ ideas alimentaban a los dos bandos? ¡°En la Alemania del Este se impuso una versi¨®n particular del marxismo sovi¨¦tico, un marxismo que se hab¨ªa marchitado al convertirse en doctrina de Estado. La mentira formaba parte del equipamiento b¨¢sico. No gobernaba la clase obrera, sino unos funcionarios dotados de una alta energ¨ªa criminal. La ideolog¨ªa totalitaria se ocup¨® de acabar con las tradiciones intelectuales aut¨®nomas de cada pa¨ªs del bloque sovi¨¦tico, incluidas las de Alemania del Este, y aquello ten¨ªa mucho que ver con la destrucci¨®n del mundo intelectual que puso en marcha el nacionalsocialismo¡±. ?Y al otro lado, en la Alemania Occidental? ¡°A partir de 1945 empezaron a desarrollarse ideas que ten¨ªan que ver con la democracia y que pr¨¢cticamente hab¨ªan desaparecido, y con un punto de escepticismo hacia cualquier ideolog¨ªa y un aire existencialista se le devolvi¨® un papel central al individuo. Tambi¨¦n resucitaron las tradiciones religiosas vinculadas al cristianismo. Surgieron, pues, una serie de fuerzas que le plantaron cara al totalitarismo. La Guerra Fr¨ªa supuso una afirmaci¨®n de la libertad contra la tiran¨ªa de los pa¨ªses del Este. Fue necesario que Occidente mostrara que estaba completamente decidido a defenderse con armas. En una guerra siempre hay vencedores y vencidos, y en esta, a fin de cuentas, gan¨® la libertad¡±.
¡°En la Alemania occidental, la idea fue combinar? la econom¨ªa de mercado con el bienestar com¨²n"
Safranski no cree que las ideas tuvieran un peso decisivo en la ca¨ªda del Muro. Influyeron, s¨ª, pero lo que import¨® sobre todo fue el colapso de la econom¨ªa. Occidente hab¨ªa reforzado su carrera armament¨ªstica y la delicada situaci¨®n financiera del bloque sovi¨¦tico no le permiti¨® mantener el desaf¨ªo, y se fue a pique. ¡°La Alemania Oriental estaba en bancarrota. Ya no pod¨ªa ofrecer a sus habitantes unas condiciones de vida decentes y no tuvo otra que encerrarlos dentro de los l¨ªmites de un pa¨ªs desolado¡±.
¡°En Alemania Occidental tuvo mucha importancia, tras la guerra, la Escuela de Friburgo¡±, explica Safranski cuando se le pregunta por las referencias ideol¨®gicas que marcaron aquellos a?os. ¡°La idea era combinar en un ¨²nico sistema la econom¨ªa de mercado con conceptos de bienestar com¨²n. Ludwig Erhard, que fue ministro de Econom¨ªa durante los a?os cincuenta y sesenta, fue un decidido defensor de este liberalismo social que entend¨ªa que el Estado deb¨ªa servir de contrapeso al mercado para favorecer a la comunidad. Detr¨¢s de esta corriente hab¨ªa una cr¨ªtica al ego¨ªsmo puro, que debe ser amarrado para que no despliegue su fuerza destructora, y fue la que favoreci¨® el milagro alem¨¢n de los a?os cincuenta¡±.
Safranski es, sin embargo, muy cr¨ªtico con lo que ocurr¨ªa al otro lado del Muro. ¡°El Estado reprimi¨® todas las libertades, pero dio cierta seguridad a toda esa poblaci¨®n oprimida, y es esa seguridad la que han a?orado cuando se han sentido d¨¦biles ante la libertad del mercado¡±. O tambi¨¦n: ¡°En cuanto el marxismo fue doctrina de Estado y se convirti¨® en algo r¨ªgido e hip¨®crita: en los a?os sesenta, la URSS no despertaba ya el menor inter¨¦s, ni en el Este ni en el Oeste; intelectualmente era un pa¨ªs est¨¦ril¡±. ¡°Hubo, s¨ª, una minor¨ªa que quiso desarrollar un socialismo democr¨¢tico y gente que, sorteando el ate¨ªsmo oficial, encontr¨® un camino hacia la religi¨®n. La Iglesia facilit¨® lugares de reuni¨®n para los m¨¢s cr¨ªticos con el sistema, y hubo tambi¨¦n una bohemia art¨ªstica que procur¨® salvar la vieja cultura, la que iba de Goethe a Thomas Mann. Fueron personas valientes e imaginativas, pero la mayor¨ªa permaneci¨® al margen de cualquier desaf¨ªo a la doctrina oficial¡±.
"Gorbachov quiso reformar la URSS sin imaginar que sus iniciativas conducir¨ªan al colapso del sistema"
De las grandes figuras pol¨ªticas de los ochenta, ?cu¨¢les contribuyeron a facilitar aquellos cambios decisivos? ¡°Kohl fue el pol¨ªtico con mayor olfato y supo aprovechar aquel momento para guiar con mano serena el complejo proceso de la reunificaci¨®n. Luego est¨¢ Gorbachov, que quiso reformar la URSS sin ser consciente de que no pod¨ªa reformarse: sus iniciativas condujeron al colapso del sistema. La figura de Juan Pablo?II fue importante porque anim¨® a los polacos a la resistencia, y Polonia fue la primera ficha del domin¨® que cay¨®, arrastrando a las dem¨¢s. De Reagan hay que acordarse porque su pol¨ªtica armament¨ªstica exigi¨® un esfuerzo tal al bloque sovi¨¦tico que termin¨® debilit¨¢ndolo: fue el inicio del fin¡±.
El 9 de noviembre de 1989 todo cambi¨®. ¡°Se pens¨® que se inauguraba una nueva era en la que el modelo liberal y dem¨®crata terminar¨ªa imponi¨¦ndose¡±, recuerda Safranski. ¡°Iba a conquistarse por fin la paz mundial, pero no hab¨ªan pasado dos a?os y empez¨® la guerra de los Balcanes. El nacionalismo, que se cre¨ªa muerto, regres¨® con todas sus locuras, y ahora sabemos que estamos lejos de conseguir un orden mundial. Han ganado los que renegaban de la Ilustraci¨®n, y el fascismo islamista es la amenaza de nuestro tiempo¡±. ¡°Todav¨ªa la Uni¨®n Europea es un remanso de estabilidad y de relativo bienestar¡±, dice Safranski, ¡°pero la llegada de corrientes de inmigrantes fugitivos pondr¨¢ a prueba al continente. Las fronteras que el colonialismo hab¨ªa trazado en ?frica, Asia y los pa¨ªses ¨¢rabes han empezado a disolverse. Hay un islamismo radical que no ofrece otra cosa que una licencia para matar, violar y destruir, y que lucha por conquistar el poder. Luego est¨¢ el peligro ruso, Putin quiere resucitar el viejo imperio. Vivimos tiempos poco tranquilos y se abren caminos hacia otros que ser¨¢n a¨²n m¨¢s conflictivos¡±.
?La filosof¨ªa tiene algo que decir en semejante enredo? Safranski: ¡°La filosof¨ªa ense?a moderaci¨®n. No impone nada, argumenta. Apela al razonamiento y no al fanatismo. Puede asumir otros puntos de vista, lo que le permite relativizar el propio. Y sobre todo, la filosof¨ªa se dirige al individuo para ayudarlo a superar el conformismo y la presi¨®n de la sociedad. Ese individualismo es una de las conquistas espirituales de Europa. Debemos aferrarnos a ¨¦l cuando regresen los oscuros fantasmas del colectivismo¡±.
Traducci¨®n de Horacio Torres.
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