Bernini ¡®reabre¡¯ el conflicto entre el Prado y Patrimonio Nacional
La pinacoteca acoge una muestra sobre el genio barroco sin dos bronces clave del escultor, cuyo pr¨¦stamo fue denegado por el organismo p¨²blico
El murmullo de la batalla a¨²n se pod¨ªa sentir ayer durante la presentaci¨®n de la exposici¨®n dedicada a Bernini en el Prado (hasta el 8 de febrero), incluso entre la quietud marm¨®rea de las piezas estrella de la muestra: dos ?nimas, una ¡°condenada¡± y la otra ¡°bienaventurada¡±, ambas esculpidas con solo 19 a?os por el gran genio del barroco romano.
El origen del fragor estaba en el enfrentamiento entre la pinacoteca y Patrimonio Nacional, que reclam¨® en verano y por carta (firmada por su presidente, Jos¨¦ Rodr¨ªguez-Spiteri), la devoluci¨®n de cuatro obras maestras depositadas en el museo por ley desde 1943: El jard¨ªn de las delicias y La mesa de los pecados capitales, de El Bosco, El descendimiento de Van der Weyden y El lavatorio de Tintoretto. El primer da?o colateral de aquella pelea, que el Gobierno trunc¨® al comienzo de las hostilidades, afect¨® a la propuesta inicial del comisario de la muestra Delf¨ªn Rodr¨ªguez, catedr¨¢tico de Historia del Arte de la Complutense; los pr¨¦stamos solicitados en julio por el Prado ¡ªel bronc¨ªneo Cristo crucificado (1654), del Monasterio del Escorial, y el Modelo de la Fontana dei Quattro Fiumi, conservado en el Palacio Real¡ª fueron denegados.
El conflicto surgi¨® con la reclamaci¨®n de unas obras del museo
¡°Dijeron que no estaban disponibles¡±, explic¨® ayer el director adjunto del Prado Gabriele Finaldi. Dado que una instituci¨®n depende del Ministerio de Cultura (el museo) y la otra, de Vicepresidencia, no hubo instancia superior con capacidad para deshacer el entuerto. Y as¨ª fue como la muestra, titulada Bernini en Espa?a, se convirti¨®, sin las dos obras clave, encargos de Felipe IV para El Escorial, en Las ¨¢nimas de Bernini, Arte en Roma para la Corte Espa?ola.
El director del Prado, Miguel Zugaza, pidi¨® varias veces ayer que, al menos, las dos piezas ausentes puedan ser visitadas por los amantes del arte durante el tiempo de la exposici¨®n. El Cristo est¨¢ en las salas capitulares del Escorial y el modelo, en el taller de restauraci¨®n.
¡°Dijeron que lo que pedimos no estaba disponible¡±, afirma Gabriele Finaldi
Ambas ¡ªtocadas, eso s¨ª, por un asterisco que subraya que no est¨¢n en el recorrido¡ª figuran en el cat¨¢logo (que, por terminar de enredar las cosas, luce un tercer t¨ªtulo: Bernini, Roma y la Monarqu¨ªa Espa?ola). Patrimonio Nacional prefiri¨® ayer no hacer comentarios ¡°sobre el enfrentamiento¡±, mientras que el responsable del Prado asegur¨® que su ¡°voluntad de cooperar sigue intacta¡±. Como prueba de ello, cit¨® el hecho de que la enorme tabla El Calvario, de Van der Weyden, propiedad de Patrimonio, est¨¦ siendo restaurada en los talleres de la pinacoteca.
Hechas las puntualizaciones, comisario y responsables del museo invitaron a los asistentes a celebrar lo que est¨¢, en vez de lamentar lo que falta en una muestra, que, parad¨®jicamente, toca tambi¨¦n el arte de la diplomacia. Razones sobran: la exposici¨®n, ¡°peque?a pero exquisita, casi de gabinete¡±, seg¨²n Rodr¨ªguez, que asiste estos d¨ªas a la ¡°realizaci¨®n de un sue?o autobiogr¨¢fico¡± tras ¡°treinta a?os entregado al tema¡±, es la primera dedicada en Espa?a a Gian Lorenzo Bernini (N¨¢poles, 1598-Roma, 1680).
Una instituci¨®n depende de Cultura; la otra, de vicepresidencia
Organizada en torno a las complejas relaciones art¨ªsticas, culturales, diplom¨¢ticas y pol¨ªticas que el artista mantuvo con Felipe IV, Carlos II y sus embajadores en el siglo XVII, marca tambi¨¦n el debut espa?ol de las ?nimas del t¨ªtulo, dos prodigiosas esculturas que habitualmente est¨¢n en la embajada espa?ola ante la Santa Sede.
Fueron encargadas por Pedro Foix de Montoya, cl¨¦rigo destacado en Roma, de quien Bernini esculpir¨ªa un busto para su tumba, que puede verse en Santa Mar¨ªa di Monserrato en la capital italiana. La pareja de almas, cuyo pr¨¦stamo origin¨® la idea de la exposici¨®n sobre un tema escasamente tocado en la historiograf¨ªa berniniana, recibe al visitante con un despliegue de emociones humanas en m¨¢rmol en una estancia en la que puede verse el retrato del cardenal Scipione Borghese (1632). Se trata de una copia id¨¦ntica hecha por el propio autor ¡°en solo tres noches¡± para superar el disgusto de saber que el original hab¨ªa quedado da?ado tras un desafortunado percance. En esa sala tambi¨¦n hay una pintura, un autorretrato del escultor, perteneciente a la colecci¨®n del Prado (y cuya autor¨ªa ha sido puesta en duda) que sirve para abrir una de las subtramas del recorrido, la que cuenta c¨®mo el artista, ¡°brillante, seductor e irascible, construy¨® a trav¨¦s de autorretratos, biograf¨ªas y criptorretratos su propia imagen m¨ªtica¡±, seg¨²n Rodr¨ªguez.
La muestra sirve tambi¨¦n para tomar conciencia de la verdadera dimensi¨®n de Bernini. Todo un hombre del Renacimiento, si se tolera el t¨®pico, en pleno Barroco, fue, adem¨¢s de escultor y constructor de fuentes de inagotable belleza (la m¨¢s c¨¦lebre, en la Piazza Navona), arquitecto, pintor, escen¨®grafo, dramaturgo y hasta instigador de fiestas y ceremonias religiosas y profanas. Para lograrlo, Rodr¨ªguez ha reunido 39 obras: de Bernini (23) y de otros como Vel¨¢zquez, Carre?o de Miranda o Codazzi, procedentes de diferentes instituciones y coleccionistas privados nacionales e internacionales.
Entre los pr¨¦stamos m¨¢s felices cabe destacar los del Hermitage de San Petersburgo ¡ªla terracota El ¨¦xtasis de Santa Teresa y el Boceto para la escultura ecuestre de Constantino, contrapuesto a dos dibujos preparatorios (uno de ellos, reci¨¦n atribuido)¡ª; la Escultura ecuestre de Carlos II, llegada de una colecci¨®n particular de Tennessee (EE UU); y un le¨®n de bronce que se desgaj¨® del modelo de la Fontana dei Quattro Fiumi no prestada por Patrimonio.
Pertenece al coleccionista especializado en m¨¢rmoles colorados Dario del Bufalo, que descubri¨® la pieza hace unos pocos a?os y ayer estaba en el Prado. Tan contento por ser propietario de un bernini perdido como por servir para mitigar la ausencia ocasionada por un enfrentamiento institucional ciertamente ajeno a sus intereses y motivaciones.
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