El Nobel y los ni?os de Google
Vargas Llosa inaugura una biblioteca en Madrid rodeado de alumnos de un colegio p¨²blico
-Hola, ni?os, ?sab¨¦is qui¨¦n soy yo?
-S¨ª, un Premio Nobel muy famoso que ha escrito muchos libros.
-?Y sab¨¦is alguno de ellos?
-S¨ª, La ciudad y los perros y algo de una charla en una catedral o algo as¨ª.
Los alumnos de sexto de primaria del colegio Isabel la Cat¨®lica de Madrid, ni?os y ni?as en la flor de sus 11 a?itos, llevaban la lecci¨®n bien aprendida. El viernes se fueron a casa tan contentos sabiendo que hoy, lunes, iban a librarse de las clases. Ellos y solo ellos iban a tener el honor, les dijeron sus maestros, de asistir como p¨²blico a un acto hist¨®rico. La inauguraci¨®n de la nueva biblioteca del barrio, llamada Mario Vargas Llosa, por parte del mism¨ªsimo Mario Vargas Llosa. Ya se lo pod¨ªan ir contando a sus padres, a sus t¨ªos y a sus abuelos, les dijeron sus profes. Y, alg¨²n d¨ªa, tambi¨¦n se lo podr¨ªan contar a sus nietos.
As¨ª que all¨ª estaban. Callados a la fuerza, como solo se callan los ni?os. Haciendo como que le¨ªan la revista Bravo y c¨®mics de Los Simpson mientras esperaban la llegada del ¡°famoso¡±. Vestidos con sus mejores galas, aplicad¨ªsimos en su papel de atrezo viviente y con los deberes hechos. Por eso, cuando les pas¨® delante el cl¨¢sico vivo y les pregunt¨® ret¨®ricamente qu¨¦ sab¨ªan de ¨¦l, aprobaron el examen con nota ante la ca¨ªda general de baba del Nobel, la corporaci¨®n casi en pleno del Ayuntamiento de Madrid, y el claustro ¨ªntegro del colegio, que compet¨ªan por lisonjear al homenajeado. Es sabido que los chiquillos dicen siempre la verdad, pero no necesariamente toda la verdad. Porque lo que no le contaron al literato los colegiales es que a¨²n no hab¨ªan le¨ªdo ninguno de sus libros, y si sab¨ªan lo que sab¨ªan era porque lo hab¨ªan buscado en Google.
Vargas Llosa parec¨ªa entre encantado y resignado entre el candor resabiado de los peque?os y las flores a discreci¨®n de los mayores. El Nobel, y su esposa, Patricia Llosa, fueron los primeros en llegar, abrigad¨ªsimos ante el advenimiento de los primeros fr¨ªos mesetarios, a la nueva biblioteca hom¨®nima. Un ultramoderno centro de aluminio y cristal clavado en la misma manzana del ultramoderno mercado y polideportivo que ocupan hoy el solar del que fuera castizo mercado de Barcel¨® en Madrid. Comer, correr, leer, podr¨ªa ser el lema de este nuevo enclave urbano, una de esas plazas duras sin m¨¢s verde que el de las verduras de los puestos, por no abusar del cl¨¢sico Mens sana in corpore sano.
Enseguida, arribaron las autoridades. Una ufan¨ªsima alcaldesa, Ana Botella, epatante como suele, esta vez en azul el¨¦ctrico. Unos no menos encantados Jaime Lissavetsky, portavoz socialista, y ?ngel P¨¦rez, portavoz de Izquierda Unida, con terno reglamentario pero sin corbata, por tratarse de un acto cultureta. Y un nutrid¨ªsimo grupo de mun¨ªcipes, bur¨®cratas y funcionarios de todo pelaje vestidos de punta en blanco que se dejaron caer por el evento por si al final ca¨ªa un selfie con el Nobel. El ¨²ltimo, quiz¨¢, para algunos. Porque tanto Botella, como Lissavetsky, como P¨¦rez apuran sus postreros d¨ªas como m¨¢ximos representantes de los madrile?os en el Consistorio, ca¨ªdos en desgracia en sus respectivos partidos. Puede que fuera por eso, por una suerte de s¨²bita solidaridad entre zombis pol¨ªticos, adem¨¢s de por genuina admiraci¨®n al homenajeado, por lo que se mostraron tan compenetrados y tan amigu¨ªsimos entre ellos.
As¨ª, en loor de multitudes, incienso y mirra, recorri¨® Vargas Llosa las dependencias de su ¡°nueva casa¡± en Madrid, como dijo ¨¦l mismo considerar el centro. Desde la ¡°bebeteca¡±, vac¨ªa de neonatos a esas horas de la ma?ana, hasta la hemeroteca, donde un expositor de revistas atrasadas certificaba las ¨²ltimas andanzas de Terelu Campos, evidenciando lo mal que envejece cierto papel prensa frente a la rabiosa instantaneidad de los puntos digitales de lectura. Y lo magn¨ªficamente bien que le sienta el tiempo, sin embargo, a ciertas sentencias escritas negro sobre blanco, como las frases aut¨®grafas del Nobel que decoran las paredes del centro. ¡°Aprender a leer es la cosa m¨¢s importante que me ha pasado en la vida¡±, reza la primera de ellas, la que recibe al visitante del nuevo ateneo. Un edificio di¨¢fano que deja ver las calles de Malasa?a, uno de los barrios m¨¢s madrile?os de Madrid, con el chafl¨¢n del morro de crucero d¨¦co de la antigua discoteca Pach¨¢ como airoso mascar¨®n de proa.
No consta si Vargas Llosa frecuent¨® en su d¨ªa el que fuera templo de la gente guapa y pija del Madrid de los 80. Pero s¨ª que, desde que en 1958, pis¨® por primera vez el Foro, se siente madrile?o de alma, coraz¨®n y vida. Deudor de El Espa?ol, el teatro donde han cobrado vida sus obras dram¨¢ticas. Parroquiano de la Biblioteca Nacional, donde pas¨® d¨ªas enteros con los pies helados de fr¨ªo y la mente incendiada con las andanzas de Tirant lo Blanc y Amad¨ªs de Gaula. Ciudadano, en fin, de esta ¡°ciudad que no es de nadie, porque es de todos¡±, dijo. Esa donde conviven las se?oras octogenarias con el carrito de la compra lleno de puerros y los h¨ªpsters de barba hom¨¦rica y port¨¢til en bandolera que compran una papaya de postre en el mercado anexo. ¡°He visto crecer y transformarse a Madrid. Esa transformaci¨®n tiene una saga, y alguien deber¨ªa escribirla¡±, dej¨® dicho el Nobel. De pol¨ªtica no quiso hablar. No era el d¨ªa. ¡°Preocupaci¨®n¡±, ante el actual estado de cosas admiti¨® eso s¨ª sentir, con cara de circunstancias, mientras se guardaba en el bolsillo de su abrigo el carn¨¦ de su propia biblioteca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.