La obra que cambi¨® una vida
45 a?os despu¨¦s de una de sus novelas m¨¢s c¨¦lebres, el narrador explica sus motivos
Al volver a leer El mal de Portnoy 45 a?os despu¨¦s, estoy sorprendido y contento: sorprendido de que pudiese haber sido tan temerario, y contento por haberlo sido. Desde luego, mientras trabajaba no era consciente de que, a partir de ese momento, nunca me iba a librar de este paciente psicoanal¨ªtico al que llamaba Alexander Portnoy; de que, de hecho, estaba a punto de intercambiar mi identidad por la suya y de que, posteriormente, muchas mentes considerar¨ªan que su personaje y toda su parafernalia eran m¨ªos, y de que mis relaciones con gente conocida y desconocida cambiar¨ªan en consecuencia.
El mal de Portnoy fue el cuarto de mis 31 libros. Al escribirlo, solo pretend¨ªa liberarme del escritor que hab¨ªa empezado a ser en mis tres primeros libros. No buscaba una catarsis como neur¨®tico o hijo, como algunos dieron a entender, sino m¨¢s bien una emancipaci¨®n de los m¨¦todos narrativos tradicionales. Aunque es posible que el protagonista se esfuerce por huir de su conciencia moral, yo trataba de liberarme de una conciencia literaria construida por mis lecturas, mi educaci¨®n y mi meticulosidad, de mi habitual sentido del decoro pros¨ªstico. Mi impaciencia con las virtudes de la progresi¨®n l¨®gica hac¨ªa que quisiese renunciar al desarrollo ordenado y coherente de un mundo imaginado, y hac¨ªa que quisiese avanzar atropelladamente, fren¨¦ticamente, como el cl¨¢sico paciente de psicoanalista progresa idealmente en plena libertad asociativa.
Estoy sorprendido de haber sido tan temerario y contento por haberlo sido¡±
Retrat¨¦ a un hombre habitado por toda clase de pensamientos inaceptables, a un hombre de 33 a?os pose¨ªdo por sensaciones peligrosas, opiniones desagradables, quejas despiadadas, sentimientos siniestros y, c¨®mo no, acosado por la implacable presencia de la lujuria. En resumidas cuentas, escrib¨ª sobre la parte antisocial que anida en casi todo el mundo y a la que cada uno se enfrenta con distintos grados de ¨¦xito. Aqu¨ª logramos o¨ªr a Portnoy en la improvisada tarea del paciente de un psicoanalista de llevar bien (o mal llevar) su trastorno.
Portnoy est¨¢ tan lleno de ira como de lujuria. ?Y qui¨¦n no? Miren si no la traducci¨®n de La Il¨ªada de Robert Fagles. ?Cu¨¢l es la primera palabra? ¡°Ira¡±. As¨ª es como empieza toda la literatura europea: cantando la ira viril de Aquiles.
No buscaba una catarsis, sino una emancipaci¨®n de m¨¦todos narrativos¡±
Uno escribe un libro repulsivo (y muchos consideraban que El mal de Portnoy era ¨²nicamente eso) no para ser repulsivo, sino para representar lo repulsivo, para airear lo repulsivo, para exponerlo, para revelar a qu¨¦ se parece y qu¨¦ es. Chejov aconsejaba sabiamente que la tarea del escritor no consiste en resolver problemas, sino en presentar adecuadamente el problema.
Puesto que el principio b¨¢sico freudiano establece que no hay nada en una historia personal que sea demasiado insignificante o vulgar para hablar de ello y que, asimismo, no hay nada demasiado monstruoso o fabuloso, la sesi¨®n de psicoan¨¢lisis me proporcion¨® el recipiente apropiado para contenerlo todo. La consulta del psicoanalista, el escenario del libro, es ese lugar en el que uno no tiene que censurar nada. La norma es que no hay normas, y esa es la norma que segu¨ª para describir la burla sat¨ªrica que hace un hijo de su familia jud¨ªa, en la que el objeto de burla m¨¢s c¨®mico resulta ser el propio hijo que satiriza. La violenta agresi¨®n de la s¨¢tira unida al hiperrealismo sat¨ªrico ¡ªel retrato rayano en la caricatura, el c¨®mico deseo de lo extravagante¡ª no fue, por supuesto, del gusto de todo el mundo. Yo, por otra parte, me alej¨¦ de mis tres primeros libros decentes llevado por las alas del j¨²bilo.
Escrib¨ª sobre la parte antisocial que anida en casi todo el mundo¡±
La grotesca idea que Portnoy ten¨ªa de su vida se deb¨ªa mucho a las normas, a las inhibiciones y a los tab¨²es que ya no predominan entre los j¨®venes er¨®ticamente liberados ni siquiera en las aldeas estadounidenses m¨¢s remotas. Sin embargo, durante una adolescencia en la posguerra estadounidense en la d¨¦cada de 1940 ¡ªm¨¢s de medio siglo antes de que se so?ase siquiera con la pornograf¨ªa de Internet¡ª estas restricciones imperaban en la jurisdicci¨®n limitada en la que Portnoy estaba alcanzando la mayor¨ªa de edad con tanta ira. Debido a esta dr¨¢stica alteraci¨®n de la perspectiva moral a lo largo de los ¨²ltimos 45 a?os, la noticia sexual que parec¨ªa tan desastrosa cuando Portnoy relat¨® su historia f¨¢lica por primera vez a su psicoanalista en 1969 ahora ha perdido su impacto. En este sentido, mi inmoderado libro est¨¢ ahora tan desfasado como La letra escarlata o como su camarada de finales de la d¨¦cada de 1960, Parejas de Updike, otra novela genital por aquel entonces que sigue siendo lo bastante escandalosa como para poner en duda algunas certezas sociales ya resquebrajadas sobre los l¨ªmites del eros y las prerrogativas de la lujuria.
Alexander Portnoy, R.I.P.
La historia f¨¢lica ha perdido impacto por la alteraci¨®n de la perspectiva moral¡±
Traducci¨®n de News Clips.
?El mal de Portnoy est¨¢ editado en Espa?a por Penguin Random House.
55 a?os de literatura
Hace dos a?os, Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933) anunci¨® que dejaba de escribir. Y con ¨¦l se silenciaba el pen¨²ltimo de una estirpe de novelistas estadounidenses esenciales en la literatura de la segunda mitad del siglo XX. Entonces confes¨®: "He dedicado mi vida a la novela: he estudiado, he ense?ado, he escrito y he le¨ªdo. He dejado fuera casi todo lo dem¨¢s. Ya basta. Ya no siento ese fanatismo por escribir que sent¨ªa antes".
La pregunta de todos fue: ?A qu¨¦ se dedicar¨ªa entonces? Entre otras cosas a volver a leer algunos de sus 31 libros, reconoci¨® el escritor. Y entre ellos, El mal de Portnoy (en otras ediciones como El lamento de Portnoy), publicado en 1969, que le trajo la pol¨¦mica y la reafirmaci¨®n de un prestigio que ha reforzado libro a libro en 55 a?os de literatura.
Nacido en una familia de origen jud¨ªo emigrada de Ucrania, Roth public¨® su primera novela, Adi¨®s, Columbus, en 1959, "por ambici¨®n, para ver si pod¨ªa hacerlo y por un deseo de hacerlo tan bien como pudiera". A este t¨ªtulo siguieron libros importantes como Pastoral americana (1997), con la que obtuvo el premio Pulitzer y que preceder¨ªa a Me cas¨¦ con un comunista (2000) y La mancha humana (2001), que conformaron una laureada trilog¨ªa sobre la historia reciente de Estados Unidos. Otros t¨ªtulos clave son El escritor fantasma, Zuckermann encadenado, La conjura contra Am¨¦rica y Sale el espectro.
La ¨²ltima tetralog¨ªa de este Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras 2012 es Las n¨¦mesis, que conforman Eleg¨ªa, Indignaci¨®n, La humillaci¨®n y N¨¦mesis. Esta obra acaba de ser editada en Espa?a en un solo volumen en el sello Literatura Random House.
Babelia
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