Petit Nicolas
Ni peque?o ni Nicol¨¢s, lo ¨²nico evidente es que su palabrer¨ªa alimenta de fantas¨ªa el contenido real del proceso de infiltrado que alcanz¨®
A¨²n es dif¨ªcil de cuantificar el da?o comercial que ha sufrido Le Petit Nicolas, creaci¨®n del d¨²o Semp¨¦ y Goscinny, por el hecho de que su nombre haya sido elegido por la prensa para identificar a Francisco Nicol¨¢s G¨®mez Iglesias, un joven acusado de varios delitos de impostura y suplantaci¨®n. Pero los da?os morales son irreversibles. Tanto que ser¨ªa conveniente una rectificaci¨®n p¨²blica. Para empezar, Fran, como se hace llamar, hace tiempo que ya no puede ampararse en la mocedad para justificar sus actos. Ni peque?o ni Nicol¨¢s, lo ¨²nico evidente es que su palabrer¨ªa alimenta de fantas¨ªa el contenido real del proceso de infiltrado que alcanz¨® en las m¨¢s altas estructuras del Estado, gracias a su carnet, real o falso, de FAES Junior.
En una especie de Club Supertres del PP falta por precisar si su padrino era el empresario Arturo Fern¨¢ndez, alg¨²n cargo en fuerzas de seguridad o hay que rastrear v¨ªnculos sentimentales de mayor calado, como en las antiguas novelas de misterio donde bastaba con buscar a la mujer, cherchez la femme, para desvelar el hilo de la trama. Mientras tanto todo es una golosina medi¨¢tica a la que dar lametazos hasta que ya solo quede el palo. Dada la falta de legislaci¨®n en las televisiones espa?olas sobre la entrevista a imputados en delitos, puede que de todo este revoltijo extraiga una buena bolsa. La audiencia manda, nos insisten. Bajo esa convenci¨®n es normal que fabriquemos personajes as¨ª y les demos la portada sin rubor. Mentir, enredar y fabricarse un ¨¢lbum de fotos con personas relevantes es ya una industria.
Aquel ni?o en los m¨ªtines atra¨ªa la atenci¨®n subgrupal. A los pol¨ªticos, cuando est¨¢n en el periodo de dar manos, no hay quien los pare. Hay candidatos en campa?a que le han arrancado el beb¨¦ a una madre de sus brazos para hacerse la foto pertinente. En un preciso art¨ªculo de Javier Ayuso conocimos el modo de operar del trilero, con carambola a dos bandas, donde a uno le habla del otro y as¨ª imposta una relaci¨®n. La tercera banda la ponemos nosotros mientras no llegue el auto judicial, con nuestra imaginaci¨®n perversa al gusto de cada cual. Es el momento, pues, de salvar a Le Petit Nicolas, verdadera v¨ªctima de este disparate.
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