Gilliam, como siempre

Convertida en un clich¨¦ de s¨ª misma, la carrera de Terry Gilliam, a fuerza de repetici¨®n de esquemas, problem¨¢ticas de producci¨®n, barroquismo, brillantez y espesura, hace tiempo que entr¨® en una deriva que, valga la paradoja, no es sino l¨ªnea recta en zig-zag donde sus constantes art¨ªsticas y financieras se repiten. Tambi¨¦n en The Zero Theorem, la fascinante pero, sello de estilo, cojitranca visi¨®n futurista del autor de Brazil alrededor de un Londres cyberpunk, donde las empresas venden estilos de vida, las corporaciones tiranizan, los telediarios cortan las noticias malas, y donde se pueden ver anuncios tan chocantes como este puro Gilliam: "Enfermo de budismo, aburrido de la Cienciolog¨ªa, la Iglesia de Batman puede ser la soluci¨®n".

A trav¨¦s de sus sempiternos planos en gran angular y de la inclinaci¨®n de las im¨¢genes, Gilliam no deja de ser el brillante y so?ador ni?o grande que se salta la l¨®gica para abrazar la independencia creativa. Aun a costa de s¨ª mismo y de su obra. The Zero Theorem, basada en un gui¨®n de Pat Rushin, acusa la proverbial falta de ritmo de la mayor¨ªa de sus pel¨ªculas, pero, aun as¨ª, los que a pesar de todo amamos su cine nos rendimos ante su maravillosamente demente intenci¨®n de mezclar el esp¨ªritu l¨²dico con nada menos que confeccionar una historia sobre el descubrimiento y comprensi¨®n del sentido de la vida.