El ego de Europa revive en ¡®Muerte en Venecia¡¯
Willy Decker trae al Teatro Real la obra de Thomas Mann con m¨²sica de Benjamin Britten y direcci¨®n musical de Alejo P¨¦rez
Del yo al alma europea, hubo en tiempos un trecho que se recorri¨® a bordo de g¨®ndolas que surcaban los canales de Venecia como ata¨²des. Las palabras de Thomas Mann ¨Cun escritor que se situ¨® en ambos confines, el de la intimidad y su contexto continental- evocaban ese viaje hacia la muerte de Gustav von Aschenbach, a lo largo de un relato tan hipn¨®tico como magistral que se convirti¨® en una de sus obras m¨¢s personales y aclamadas.
¡®Muerte en Venecia¡¯ apareci¨® en 1912. A?os despu¨¦s, un compositor abonado al tormento y a las h¨²medas costas de Aldeburgh (Inglarterra), envueltas en neblina de fantasmas y h¨¦roes espectrales, comprendi¨® que entre el laberinto de los deseos reprimidos y el horizonte decadente de una Europa colapsada merec¨ªa la pena esmerarse en una partitura para una ¨®pera que dio a luz en 1973. Se llamaba Benjamin Britten. La b¨²squeda desesperada de la belleza era su t¨®tem. El pr¨®ximo 4 de diciembre, un montaje ya aclamado en el Liceo de Willy Decker ¨Ccon Alejo P¨¦rez en la direcci¨®n musical-, se estrena en el Teatro Real.
Los c¨ªrculos que han arrastrado a unos cuantos nombres sobresalientes como remolinos hacia el epicentro de la obra de Mann, son curiosos. Britten muri¨® tres a?os despu¨¦s de acabar la pieza, en diciembre de 1976, de la misma dolencia que Gustav Mahler, una endocarditis bacteriana. ?ste acab¨® su vida justo antes de que el escritor alem¨¢n llegara a Venecia para buscar rastros que le permitieran abordar un estudio sobre Wagner. Luchino Visconti adornar¨ªa con su ¡®Adagietto¡¯ de la Quinta Sinfon¨ªa, la pel¨ªcula que le dedic¨® al entrecortado suspiro de Mann antes incluso que la ¨®pera, en 1971, sin que Britten quisiera verla antes de terminar su trabajo.
Entre Willy Decker y el m¨²sico argentino Alejo P¨¦rez, aparentemente, no se dan ese tipo de conjunciones. Es la primera vez que el director de orquesta se enfrenta a esta ¨®pera y tambi¨¦n a una colaboraci¨®n con el hombre de teatro alem¨¢n. Pero la vida les ha unido ahora para rendir homenaje a todos esos mundos: el del crep¨²sculo contemplativo de Gustav von Aschenbach y la m¨²sica evocadora y al tiempo azorada de Britten: ¡°Una m¨²sica que busca y encuentra el perfume del minimalismo y un equilibrio abierto para los personajes¡±, describe P¨¦rez.
Una m¨²sica que busca y encuentra el perfume del minimalismo y un equilibrio abierto para los personajes¡±, describe P¨¦rez
Todo entorno al yo, asegura Decker: ¡°Es el centro del alma europea: el ego¡±, asegura el director de escena, consagrado al trabajo de su octavo montaje en Madrid. Precisamente fue con Britten con quien Decker se estren¨®. Su ¡®Peter Grimes¡¯ supuso uno de los grandes ¨¦xitos en el teatro desde su reapertura en 1997. ¡°Mi maestro zen japon¨¦s, cuando viene a Europa, se asombra con nuestro egocentrismo y lo que retrata Thomas Mann por medio de Aschenbach, no es otra cosa que la construcci¨®n del ego. A trav¨¦s suyo, se edifica una estatua¡±.
Una escultura verbal trazada por un viejo y penitente intelectual, en la que de manera densa y po¨¦tica busca la verdad que nos sacude bajo el manto de la belleza encarnada en el cuerpo, la melena al viento y los trajes de marinero del joven y silente Taszio.
Con esa verdad revelada y alejada de la entrega al intenso conocimiento, entregado a la mera contemplaci¨®n, encerrado entre espejos grotescos que le empujan hacia lo que Decker cree que es la m¨¢xima expresi¨®n de la misma, el personaje de Mann se revuelve en la descomposici¨®n de sus propias certezas al tiempo que encuentra nuevas verdades: ¡°La pureza. La pureza que es la esencia de la belleza mientras ¨¦sta no es consciente de ser observada, porque en el momento que nota la mirada, la atenci¨®n y el deseo que suscita, es cuando comienza a corromperse¡±.
En su montaje, Decker utiliza algunos de los s¨ªmbolos que Mann destaca en su obra. La g¨®ndola como f¨¦retro, es una. Los espejos, el agua, otras dos: ¡°Un agua que con su constante movimiento no nos deja sentirnos en tierra firme, el mar como infinito, como vac¨ªo y como la nada¡±, asegura. Unos espejos que devuelven todas las paradojas, todos los reflejos contradictorios posibles entre la blanca esencia del nacimiento de lo bello y el precipicio de la decrepitud.
Ambas encarnadas al un¨ªsono en Taszio y el escritor von Aschenbach: ¡°El mismo Taszio, para Mann est¨¢ plagado de im¨¢genes ambiguas: es vida y muerte en s¨ª mismo, tentaci¨®n y guarida¡±, afirma Decker. Como la caligraf¨ªa del autor de ¡®Los Buddenbrook y ¡®La monta?a m¨¢gica¡¯, a?ade el alem¨¢n: ¡°Mi maestro zen dice que nuestra letra escrita se perfecciona a medida que envejecemos y que la mejor la conseguimos el d¨ªa de nuestra muerte. He visto la de Mann y me resulta una extra?a combinaci¨®n de austera sensualidad¡±.
Por todo ello, quiz¨¢s Britten, que en todo momento sinti¨® el aliento de la muerte pr¨®xima tambi¨¦n mientras compon¨ªa la ¨®pera -renunci¨® a ser operado de una dolencia grave antes de terminarla-, el compositor otorga un universo de sonidos muy flexible para los personajes. ¡°Con un amplio espectro de percusi¨®n y una m¨²sica que gana y respira otorgando m¨²ltiples posibilidades a los cantantes¡±, seg¨²n P¨¦rez.
Aschenbach, no es otra cosa que la construcci¨®n del ego. A trav¨¦s suyo, Mann se edifica una estatua¡±, comenta Willy Decker
De lo que no cabe duda es de que todos quedan conjurados en torno al atronador silencio de Taszio: ¡°Britten, completamente identificado con el punto de vista de Aschenbach y Mann, respeta esa visi¨®n del efebo, sin darle una nota¡±, agrega el director musical. ¡°Es algo que no ata?e tanto a Visconti¡±.
Su presencia inspira la m¨²sica del compositor ingl¨¦s, aunque esa infatigable b¨²squeda de la belleza se deje entrever, sobre todo, en la orquesta. ¡°Lo que los tres demuestran y Britten corrobora en la partitura es que esa comunicaci¨®n entre la pureza y la decadencia es imposible¡±, cree Alejo P¨¦rez.
O al rev¨¦s, si lo observamos desde el punto de vista plat¨®nico: entre miradas ocultas, b¨²squedas sin meta carnal, sencillamente entregados al arte de la contemplaci¨®n. Puede que ah¨ª sea donde encontremos la secreta conexi¨®n que no necesita palabra, sonido ni se?al, m¨¢s all¨¢ del aire.
Muerte en Venecia, de Benjamin Britten.?Libreto de Myfanwy Piper, basado en el relato Der Tod in Venedig (1912) de Thomas Mann. Teatro Real, Madrid. Del 4 al 23 de diciembre.
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