Una ¡®Muerte en Venecia¡¯ sin nostalgia de Canaletto
El Real presenta la ¨®pera de Britten como un homenaje al mundo interior de Eschenbach
Como una visi¨®n se presenta esta Muerte en Venecia dise?ada sobre el escenario por Willy Decker. El mundo interior del escritor alem¨¢n Gustav von Aschenbach se dibuja como una compleja mara?a de sentimientos y enso?aciones en escena que construyen un complemento a una m¨²sica excelente firmada por Benjamin Britten que llega al Teatro Real este jueves.
Fondo negro para el taller de Eschenbach. Un despacho plagado de papeles muestra a un escritor frustrado por tener una mente inquieta pero la incapacidad de llevar esa inquietud a los papeles. John Daszak ¨Cque sorprende cantando con fuerte torrente cantando tumbado con el diafragma oprimido- encarna al literato creado por Thomas Mann que se deja seducir por los demonios de su cabeza y hace caso de la sensualidad diab¨®lica que lo lleva hasta Venecia, donde le han dicho que podr¨¢ encontrar la belleza. Un sur que ser¨¢ su gloria y su perdici¨®n, la nueva vida y la rendici¨®n a la muerte.
Retra¨ªdo y descolocado, el escritor viajar¨¢ hasta Venecia rodeado de marineros que contrastan con su serio talante alem¨¢n. Leigh Melrose encarna a todas esas voces del mundo interior del escritor que le impulsan a dejarse llevar, primero hasta Venecia, luego a rendirse a los placeres, y despu¨¦s hasta una playa del Lido que supondr¨¢ un punto de inflexi¨®n en el que alcanzar¨¢ un amor supremo y prohibido que le conducir¨¢ a la verg¨¹enza y la debacle de su ¨²ltimo aliento sobre la arena de la playa veneciana.
No hay atisbos de cuadros de Canaletto en esta presentaci¨®n veneciana que nos hace Decker de una ciudad en la que la oscuridad y el c¨®lera se ciernen sobre los canales en un clima de silencio por un miedo tan vigente como el de perder el turismo por un mal tratamiento de la gesti¨®n. Una g¨®ndola errante sobre proyecciones de aguas turbias conduce al escritor hasta la playa de la capital del V¨¦neto con una m¨²sica inquietante y bien cuidada por Alejo P¨¦rez, que dirige a la Sinf¨®nica de Madrid en esta producci¨®n.
Una vez desembarcado en el Lido, el frenes¨ª toma al escritor, y Venecia se torna una ciudad descarada y arrogante cuando aparece Tadzio, el jovencito de cabellos rubios que reconciliar¨¢ a Eschenbach con el mundo hasta conducirlo a la locura. Durante su estancia en Venecia, el escritor es abordado por unos artistas callejeros caraduras que le llevan a un estado de enso?aci¨®n, en el que baila un tango con un Tadzio desnudo en un sensual pasaje con una m¨²sica decadente y muy evocadora.
Uno de los grandes baluartes de esta ¨®pera es la capacidad y el cuidado que tuvo Britten para ser lo m¨¢s fiel posible a la novela de Thomas Mann. Para su ¨²ltima ¨®pera, el compositor brit¨¢nico pidi¨® permiso expreso a la familia del Premio Nobel para trasladar la novela al escenario. La familia del literato, amiga del compositor, no dud¨® en que Britten ser¨ªa la persona id¨®nea para trasladar el complejo mundo de Mann a las tablas de los coliseos de la l¨ªrica. El compositor usa los recitativos para plasmar, al contrario que en el Barroco, lo que pasa por la cabeza del protagonista cuando, por ejemplo, ve al joven Tadzio en el museo o a trav¨¦s de las ventanas de su habitaci¨®n en el hotel.
La m¨²sica va de la mano con la obra. Cuanto m¨¢s se acerca Eschenbach a la perdici¨®n, m¨¢s compleja se hace la armon¨ªa en la partitura. El ¡°qu¨¦ dir¨¢n¡± sobre el amor prohibido ya no importa al literato: la belleza merece cualquier sacrificio, incluso la muerte. Decker dibuja para estas escenas que conducen a la locura escenas con alg¨²n tinte felliniano, como en la representaci¨®n de la obra teatral en la que el autor se ve reflejado, mientras intenta averiguar a toda costa por qu¨¦ se marchan los turistas de Venecia.
Pero la m¨²sica nos conduce a una decisi¨®n severa: la muerte no supone una tragedia para el escritor siempre y cuando pueda estar m¨¢s tiempo con el joven que protagoniza sus sue?os m¨¢s turbios. Su b¨²squeda de la belleza, el disfrute del joven y de su rostro y cuerpo justifican que se rinda a los s¨ªntomas del c¨®lera. Sab¨ªa que cruzaba la Laguna Estigia con un gondolero como Caronte cuando entr¨® en Venecia, y asume su destino. Britten remata la ¨®pera con un pasaje de luminosidad apabullante en el que Eschenbach ve marcharse a Tadzio y asume que, tras ello, ya puede dejar que el c¨®lera haga su parte. Rendido, pintarrajeado como una caricatura de s¨ª mismo y habiendo perdido el norte con la marcha del chico de cabellos dorados, el escritor fallece mirando al mar mientras la m¨²sica, como un cuerpo humano, muere entre respiraciones cada vez m¨¢s entrecortadas que conducen a la paz de un silencio tan importante como la propia m¨²sica. Un silencio solo roto por un clamoroso aplauso que luego se convierte en comentarios de aprobaci¨®n en el hall del teatro, sobre una partitura excelente y un libreto de excelencia literaria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.