La realidad asalta la ficci¨®n
La narrativa rompe barreras y se fortalece agarr¨¢ndose a la historia y a las noticias. Hoy las novelas quieren sonar a verdad
No nos llamaremos a enga?o. Que la realidad es la materia prima m¨¢s sustanciosa de la ficci¨®n es una verdad probada desde que la sabidur¨ªa popular tom¨® forma de Sancho Panza, por ejemplo, o el Essex, el ballenero hundido por un cachalote en 1820, se transform¨® en el Pequod en el tintero m¨¢gico de Melville. O para qu¨¦ saltarnos siglos, milenios. Que Zeus raptara a Europa para traerla a Creta se explicaba por razones de belleza y de car¨¢cter (¨¦l era as¨ª), pero que con ella y sus hermanos llegara el alfabeto y nuevas ideas de Oriente no era sino la realidad escondida bajo la deslumbrante explicaci¨®n mitol¨®gica.
Tambi¨¦n Madame Bovary, Oliver Twist o Anna Karenina nacieron para encarnar a personas que sufr¨ªan en zonas vitales donde habita la miseria o la imposibilidad del amor, fuera geogr¨¢ficamente en Francia, Inglaterra o la Rusia imperial. La lista podr¨ªa no tener fin.
Es decir: siempre ha ocurrido.Pero algunas de las novelas m¨¢s sugerentes que estos d¨ªas se encuentran en las librer¨ªas est¨¢n marcadas por un asalto firme y serio de la realidad a los teclados. La realidad ha agarrado a la ficci¨®n por la pechera y le ha sacudido unos guantazos que no le han dejado KO, no, sino que, por el contrario, la han espabilado. La novela no solo no ha muerto, como predijeron muchos, sino que se renueva y revive con una fortaleza inusitada. Y m¨¢s herramientas. "La realidad siempre ha sido el carburante de la ficci¨®n, todo parte de ella", sostiene Javier Cercas (Ibahernando, C¨¢ceres, 1962), que ha logrado con ¨¦xito elegir un fragmento de la historia y darle un sitio en la literatura. Llevarlo del peri¨®dico a la librer¨ªa.
"Lo que ocurre ahora son muchas cosas a la vez: estamos rompiendo determinadas barreras. La historia de la novela es la historia de c¨®mo el g¨¦nero va apropi¨¢ndose de todo lo que encuentra a su alrededor ¡ªla historia, la poes¨ªa, el ensayo y el periodismo¡ª y al hacerlo se transforma". Tras convertir en novelas clave la supervivencia del falangista Rafael S¨¢nchez Mazas y el golpe del 23-F (Soldados de Salamina y Anatom¨ªa de un instante), Cercas ha elegido a Enric Marco, el hombre que se hizo h¨¦roe simulando ser v¨ªctima del nazismo, para recrear el enga?o en su nueva obra, El impostor (Literatura Random House). El autor sit¨²a en un plano la novela del siglo XIX, que funcion¨® de forma eficaz para contar historias, pero que "casi ha monopolizado en los dos ¨²ltimos siglos nuestra idea de novela" ¡ª"no s¨¦ si dar¨¢ m¨¢s de s¨ª", dice¡ª; y en otro plano el modelo previo, "m¨¢s libre, m¨¢s plural, cervantino, que concibe la novela como un gran banquete". Ahora, asegura, no se trata de regresar al pasado, sino de "avanzar, de aprovechar toda la experiencia hist¨®rica combinando la geometr¨ªa y el rigor del modelo flaubertiano con la libertad, la flexibilidad y la pluralidad gen¨¦rica del modelo cervantino. Ese es mi ideal". En ese gran banquete de la novela, dice, se trata de aprovechar el fastuoso abanico de posibilidades y de hacerlo con libertad. Y piensa en Coetzee, en Knausg?rd y en Carr¨¨re. Volveremos a ello.
De momento, es Antonio Mu?oz Molina quien discrepa de las generalizaciones y de una visi¨®n de la novela del siglo XIX como "previsible y can¨®nica". "En el siglo XIX y desde entonces hay una experimentaci¨®n incre¨ªble en la novela, desde Balzac a Flaubert, este cambia constantemente en sus propias novelas. Miremos a Conrad, o James Joyce a Tolst¨®i o Dostoievski. La realidad se ha contado siempre en la novela. El Lazarillo se presenta como autobiograf¨ªa o ah¨ª tenemos a Robinson Crusoe. Pero la novela siempre ha jugado con parecerse a la realidad o con introducir elementos de la realidad. En el Quijote aparece el bandolero que atemoriza Catalu?a. Forma parte del panel de atracciones que tiene el arte de la novela: mezclar ficci¨®n con realidad".
"La idea de verosimilitud de la novela tradicional ha caducado. Y se sustituye por la veracidad Carlos Pardo
Mu?oz Molina (?beda, 1956) se ha apuntado con fuerza a la tentaci¨®n y adem¨¢s lo ha hecho por v¨ªa doble: incorpora la realidad propia y la ajena. El autor ha novelado la huida del asesino de Martin Luther King y lo ha combinado con la propia exploraci¨®n de sus inicios como escritor, como padre, como marido fallido y como enamorado. El resultado: Como la sombra que se va (Seix Barral). Y cita a Carr¨¨re ¡ª"demostr¨® las posibilidades novelescas de lo real", a Chaves Nogales con su Juan Belmonte, a Tolst¨®i introduciendo a Napole¨®n en su obra o a P¨¦rez Gald¨®s con sus Episodios Nacionales.?"Lo que hacemos Cercas o yo tiene continuidad con elementos que han estado en la literatura, la interrelaci¨®n ficci¨®n y no ficci¨®n ha estado siempre". "Toda novedad es solo olvido", dice Cercas evocando a Borges. "La novedad hay que buscarla en la tradici¨®n".
Lo han hecho muchos grandes, s¨ª, recuerda Jorge Herralde, editor de Anagrama y por tanto orgulloso defensor de ese Emmanuel Carr¨¨re que redibuja y mantiene transitable el camino que antes abrieron otros. "En los sesenta y setenta, en plena ebullici¨®n del Nuevo Periodismo, Norman Mailer (La canci¨®n del verdugo, Los ej¨¦rcitos de la noche) y Truman Capote (A sangre fr¨ªa) popularizaron la novela de no ficci¨®n y estos a?os hay un renovado inter¨¦s por esta aproximaci¨®n narrativa. Anatom¨ªa de un instante de Cercas es uno de los ejemplos m¨¢s brillantes". Herralde cita los casos de Carr¨¨re, Deville, Lola Lafon, que enlaza la vida de la famosa gimnasta Nadia Comaneci con el r¨¦gimen de Ceaucescu en La peque?a comunista que no sonre¨ªa nunca, y a Jean Echenoz, que asociaba en Correr el destino del atleta Z¨¢topek con el aplastamiento de la Primavera de Praga a cargo de los tanques rusos. "Y son ejemplos de c¨®mo la no ficci¨®n, la intrusi¨®n de la realidad, trabajada literariamente con el talento requerido, ha vigorizado, a veces espectacularmente, la trayectoria de destacad¨ªsimos escritores", concluye el editor.
"Toda buena novela quiere sonar a verdad", defiende tambi¨¦n Juan Cerezo, editor de Tusquets. "Y saturados de ficci¨®n, o de los trucos de cierta ficci¨®n, muchos novelistas recurren a la cr¨®nica, la autobiograf¨ªa, a la documentaci¨®n para incrementar la eficacia de la verosimilitud. La autoficci¨®n, que fue motivo de exploraci¨®n metaliteraria en tantas novelas, se ha ido convirtiendo en autoconfesi¨®n como estrategia necesaria de credibilidad. El narrador testigo es ahora narrador personaje y muchas veces objeto de autoan¨¢lisis en paralelo y confundido con la historia que quiere contar, sin ocultar su punto de vista o su implicaci¨®n emocional en lo que cuenta". As¨ª lo han hecho Luis Landero en El balc¨®n de invierno, P¨¦rez And¨²jar en Paseos con mi madre o, ahora, Gonzalo Celorio en El metal y la escoria, una historia personal de emigraci¨®n a M¨¦xico que pronto llegar¨¢ a Espa?a y que se ha convertido en una de las novedades m¨¢s comentadas estos d¨ªas en la Feria del Libro de Guadalajara.
Mu?oz Molina y Cercas son los abanderados m¨¢s destacados de la temporada, pero en la misma harina amasan sus novedades Ignacio Vidal-Folch, que vuelve al encanto y las fracturas que se produjeron en la Europa del Este tras la ca¨ªda del comunismo, o Carlos Pardo, que ha ensayado un desnudo integral del desvencijamiento de su familia al estilo de Knausg?rd combinado con la aleg¨®rica ruta a pie de Juan Sebastian Bach hacia su destino.
"S¨ª hay una evoluci¨®n", sostiene Carlos Pardo (Madrid, 1975). "La idea de verosimilitud de la novela tradicional ha caducado. Y se sustituye por la veracidad. Se busca el efecto de realidad. Y esa sustituci¨®n de lo veros¨ªmil por lo veraz ha venido para quedarse". El autor de El viaje a pie de Johann Sebastian (Perif¨¦rica) tiene como referencias de esta nueva forma de escribir a Coetzee y Naipaul. "Cuando fracasan las sociedades cerradas, la comunidad, empieza la biograf¨ªa, y empieza la pregunta por la realidad y la identidad", defiende. "Ese g¨¦nero que se estabiliza en el siglo XIX es propio de sociedades cerradas. En las sociedades abiertas como las actuales, en que las herramientas de la ficci¨®n se las han llevado las campa?as pol¨ªticas, los falsificadores de nuestro tiempo, lo que le queda a la novela es plantearse qu¨¦ es verdad y no verdad, c¨®mo se construye la verdad y c¨®mo la ficci¨®n sirve para dar sentido a la realidad".
Los peri¨®dicos y la televisi¨®n han superado a la novela, hay una cr¨®nica novel¨ªstica detr¨¢s del sumario de B¨¢rcenas
Naipaul, por ejemplo, pasa de escribir novelas a autobiograf¨ªas, o cr¨®nicas o libros period¨ªsticos cuando "le caduca la forma de la novela". Carlos Pardo recuerda referencias b¨¢sicas de todas las ¨¦pocas y pa¨ªses, desde Stendhal a Flaubert o a Paul L¨¦autaud o a Andr¨¦ Gide, pero cree que ha sido una tendencia especialmente infravalorada en Espa?a. "Ha sido un g¨¦nero postergado para el canon espa?ol, que ha sido pacato y timorato. Las cr¨®nicas de Azor¨ªn eran obras maestras, pero ¨¦l y otros han sido vistos como escritores que no eran buenos novelistas. Si hubieran sido alemanes sus obras habr¨ªan sido consideradas buenas novelas".
Mu?oz Molina viaja en tres planos temporales mientras bucea en su pasado y el del asesino, y Carlos Pardo parece utilizar el tiempo no exactamente como forma de ordenar, sino como excusa para desbrozar las frustraciones. "Vivimos la dictadura de lo actual y lo anacr¨®nico te obliga a pensar hist¨®ricamente. Acudir a ese viaje de Bach me dio la oportunidad de dar una vuelta a ese juego de espejos que es la literatura".
Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) viaja del presente a la revoluci¨®n del Este en busca de una verdad que explique lo que les pasa y nos pasa, y coloca la ejecuci¨®n de Nicolae y Elena Ceaucescu, portentos de la tiran¨ªa desenmascarada, como plato estrella de una pel¨ªcula cuya repetici¨®n los ha convertido en una especie de nuevos iconos pop al estilo de Micky y Minnie Mouse. Su novela Pronto seremos felices (Destino) explora a esas personas que no son noticia, pero que la sufren.
"La realidad es una proyecci¨®n del deseo y necesitamos la fantas¨ªa para completar la historia. Mi punto de vista con mis herramientas hace una realidad y si la contara otro desde su punto de vista resultar¨ªa otra", sostiene Vidal-Folch. "Excepto el qui¨¦n mat¨® a qui¨¦n o la verdad indiscutible de una guerra, el resto est¨¢ sustentado en el ensue?o, la fantas¨ªa, la duda".
La diferencia con el pasado, afirma, es que tenemos mucha m¨¢s informaci¨®n y la capacidad para fantasear est¨¢ m¨¢s controlada. "Hay libertades que ten¨ªan en el siglo XIX que no tenemos en el XXI, pero a cambio tenemos m¨¢s caudal de informaci¨®n, de verdad cient¨ªfica".
Ese caudal de informaci¨®n recopilada muy visible en El impostor de Cercas, por ejemplo, es una de las claves que ayudan a explicar esta tendencia acelerada de novelar noticias, realidades y que despierta las preguntas sobre la distancia entre la cr¨®nica y la ficci¨®n. ?Era Anatom¨ªa de un instante o es El impostor una cr¨®nica o novela? ?Qu¨¦ convierte en novela entonces un relato que a simple vista podr¨ªa ser una cr¨®nica?
Mu?oz Molina escribe en los pliegues m¨¢s ¨ªntimos de su novela: "La literatura se hace con lo que existe y con lo que no existe". Y Cercas escribe dentro de la suya: "La realidad mata, la ficci¨®n salva".
Y ambos tienen claros los l¨ªmites.
"Que algo se convierta en novela no depende de que sus elementos sean reales o no, sino de la construcci¨®n que lo convierte en novela, de un discurso narrativo aut¨®nomo al mezclar la experiencia del asesino con la m¨ªa", sostiene el autor de ?beda. "La frontera entre narraci¨®n y cr¨®nica es muy exacta, es la misma que entre ficci¨®n y no ficci¨®n: la libertad. Si hiciera un reportaje hay libertades que no podr¨ªa tomarme. La novela te da libertad de usar la realidad como t¨² quieres y una sola gota de ficci¨®n la convierte en ficci¨®n. En periodismo la ¨²nica libertad es solo organizar los hechos de una manera, y es escasa. Cuando t¨² haces un texto hist¨®rico o de no ficci¨®n no tienes libertad, mientras la novela te da el grado de libertad que quieras. Responde a necesidades distintas".
Cercas, que imprime un ritmo vertiginoso, muy period¨ªstico, a su novela, tambi¨¦n tiene clara la l¨ªnea: "Lo que distingue a la literatura es la ambici¨®n formal ¡ªla certeza de que a trav¨¦s de la forma se puede acceder a una verdad a la que no se puede acceder de ninguna otra manera¡ª y un g¨¦nero se distingue de otro por las preguntas que se hacen y las respuestas que se dan. La pregunta que yo me hago ante el 23-F no es la pregunta de un ensayista o un historiador, sino la de un novelista: ?por qu¨¦ se queda sentado Adolfo Su¨¢rez en su esca?o mientras las balas zumban a su alrededor? Lo mismo pasa con la pregunta que me hago ante el caso de Marco o el fusilamiento de S¨¢nchez Mazas. Y en todos estos casos la respuesta tambi¨¦n es novelesca: no hay respuesta, es decir, no hay una respuesta clara, n¨ªtida, taxativa, sino poli¨¦drica, ambigua y contradictoria, como la propia realidad. Hay infinidad de respuestas y cada lector puede sacar la suya. La novela es una pregunta cuya respuesta solo la tiene el lector".
En un ensayo, sostiene Cercas, tienes que concluir; en un art¨ªculo, tambi¨¦n. Y cuando a Umberto Eco le preguntan por qu¨¦ se pone a escribir novelas a los 50 responde: "Para no concluir".
El profesor Jos¨¦-Carlos Mainer asegur¨® que la novela del siglo XIX se midi¨® con el af¨¢n totalizador de la ciencia. La del XX, con la filosof¨ªa. Y la del XXI parece medirse con la informaci¨®n. "El relato de hoy sale de caza, se remueve inquieto en los l¨ªmites de la imaginaci¨®n y merodea, a falta de otras presas, en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos" (EL PA?S, 30 junio de 2011). Y eso incluye los viejos peri¨®dicos y b¨²squedas en pasados pr¨®ximos como los de Almudena Grandes o Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n. O en los m¨¢s recientes, como Manuel Vicent, que prepara una novela sobre el Rey a partir del ralentizado retrato de Antonio L¨®pez (Alfaguara). O la mexicana Guadalupe Nettel que en un solo instante ancla la ambiciosa nave que hab¨ªa echado a volar, Despu¨¦s del invierno (Anagrama), en el atentado de la marat¨®n de Boston. En su caso es un momento solo, casi un suspiro, pero el artefacto toma tierra y ayuda al lector a regresar. El horror siempre pudo ser mayor.
Toda buena novela quiere sonar a verdad Juan Cerezo, editor de Tusquets
"Lo cierto es que ahora estamos bombardeados por m¨¢s informaci¨®n que nunca. ?Da la novela respuesta a esto? Puede ser, no lo s¨¦", concluye Cercas. "Los peri¨®dicos y la televisi¨®n han superado a la novela, hay una cr¨®nica novel¨ªstica detr¨¢s del sumario de B¨¢rcenas o del ingreso de Pantoja en la c¨¢rcel, y al consumidor de noticias le gusta, lo devora, y piensa para qu¨¦ voy a leer una novela si los peri¨®dicos ya me divierten", sostiene Pardo.
El debate sobre ficci¨®n y no ficci¨®n dura tanto como la literatura y quiz¨¢, como dijo G¨¹nter Grass: "Este asunto es un sinsentido. Tal vez les resulte ¨²til a los libreros para clasificar los libros por g¨¦nero. Siempre he imaginado una suerte de comit¨¦ de libreros reuni¨¦ndose para decidir cu¨¢les deben ser ficci¨®n y cu¨¢les no. ?Dir¨ªa que lo que hacen los libreros es ficci¨®n!".
Qui¨¦n sabe. Tal vez todo esto, incluida la anunciada muerte de la novela, tambi¨¦n es ficci¨®n. Y la ¨²nica verdad sea, en palabras de Cercas, que: "Si la novela est¨¢ muerta ¡ªcosa que se dice casi desde que est¨¢ viva¡ª, la culpa es nuestra por no aprovechar todas las posibilidades que abri¨® Cervantes, que nos dio un g¨¦nero en el que cabe todo. Esa fue su genialidad".
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