La discreta ambici¨®n de la modestia
¡®Un hombre flaco¡¯ recrea la vida de una de los grandes de la pluma, Julio Ram¨®n Ribeyro
Julio Ram¨®n Ribeyro ten¨ªa 44 a?os y pesaba 46 kilos. Le daba verg¨¹enza su cuerpo, pero extra?aba nadar en el mar. No quer¨ªa, sin embargo, que alguien lo viera en traje de ba?o, exhibir su cuerpo operado, lleno de cicatrices, ¡°ese cuerpo que parec¨ªa haber sobrevivido al ataque de un le¨®n¡±, lo describi¨® el escritor Guillermo Ni?o de Guzm¨¢n. Por eso invent¨® los ¡°ba?os crepusculares¡±. Desde ese viaje de 1973, y en sus sucesivas visitas a Lima, los ba?os crepusculares se convirtieron en algo usual entre Ribeyro y sus sobrinos Juan Ram¨®n, el hijo de Lucy, y Gonzalo, el hijo de Mercedes: iban a nadar al mar cuando el sol se estaba extinguiendo. Ribeyro se quitaba la camiseta, se met¨ªa al mar y nadaba con un estilo libre pausado. Era como un filamento, un fantasma que se alejaba mar adentro y regresaba a la orilla, exhausto y feliz.
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El 4 de mayo de 1984, el astr¨®logo Leonardo Dobrota public¨® en el diario La Rep¨²blica la carta astral de Julio Ram¨®n Ribeyro, nacido el 31 de agosto de 1929, a las diecinueve horas, en Lima. Era Virgo. ¡°Un signo discreto que ha producido tantos hombres de letras como peque?os negociantes, tanto t¨ªmidos amanuenses como astutos diplom¨¢ticos, tanto met¨®dicos ahorristas como amantes infatigables¡±, escribi¨® Dobrota. El texto contin¨²a con una confluencia planetaria que trazar¨ªa, seg¨²n el astr¨®logo, el destino literario del escritor: ¡°Ribeyro es un excelente ejemplo del componente Virgo-G¨¦minis, ya que, en la totalidad de su vasta obra, no se encuentra, ni por asomo, un solo triunfador social, ejemplo y paradigma para las generaciones futuras. Pero lo que s¨ª pululan son personajes que se mueven fuera de lo que se considera la corriente central: fracasados, alcoh¨®licos, saltimbanquis, locos, despistados originales, parias, en fin, todo el inmenso flujo de la penumbra de la vida que, para el autor, tiene mucho m¨¢s sentido que la luz cruda de los reflectores¡±.
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Se imaginaba a Ribeyro como un hombre solitario y mustio, un perdedor, como el personaje de Almuerzo en el club o de Una aventura nocturna o de cualquiera de sus cuentos; un abstra¨ªdo, como el protagonista de Silvio en el rosedal. ¡°Una ma?ana que se afeitaba ¡ªse lee en el cuento¡ª crey¨® notar el origen de su malestar: estaba envejeciendo en una casa bald¨ªa, solitario, sin haber hecho realmente nada, aparte de dudar¡±. ?Qu¨¦ tanto puede parecerse un hombre a su obra? Como en la fotograf¨ªa de Herman Schwarz, Ribeyro pasaba horas en la terraza de su departamento de Barranco, donde fumaba, beb¨ªa, contemplaba el mar con un telescopio y, a veces, dibujaba con acuarela, en unas libretas francesas de tapa celeste, escenas que ve¨ªa en el malec¨®n, y a las que luego agregaba un ep¨ªgrafe ¡ªen letra endemoniada¡ª con un lapicero negro o un l¨¢piz: ¡°Amigo ley¨¦ndole el peri¨®dico a otro¡±, ¡°Gringo peluc¨®n enamorando a una nativa¡±, ¡°Isla San Lorenzo al atardecer¡±, ¡°Muchacha pensativa¡±. Sal¨ªa de bares con sus amigos escritores, bastante m¨¢s j¨®venes que ¨¦l, como Guillermo Ni?o de Guzm¨¢n, Fernando Ampuero y el poeta Antonio Cisneros. Hab¨ªa retornado al Per¨² convertido en una celebridad.
Desde 1973, la prensa le hab¨ªa seguido el rastro y elogiaba cada libro, cada aparici¨®n suya, cada entrevista que daba en Par¨ªs. ¡°El triunfo no est¨¢ para ¨¦l en el ¨¦xito social ¡ªescribi¨® el dramaturgo Hernando Cort¨¦s, en 1975¡ª, tampoco en que su nombre se imprima en letras de molde persistentemente en diversos lugares de la tierra, no, el ¨¦xito est¨¢ en su propia obra y en el papel en blanco que espera su pr¨®xima creaci¨®n¡±. Ese mismo a?o, Ribeyro public¨® Prosas ap¨¢tridas en Tusquets, de Barcelona, un libro de apuntes que no encontraban lugar ni en sus cuentos ni en sus novelas. Eran ap¨¢tridas por eso, ¡°una de las m¨¢s singulares piezas del pensamiento en voz alta sobre el hombre, su destino, sus circunstancias¡±, dijo el poeta y narrador peruano Augusto Tamayo Vargas. Esos recortes de prensa le segu¨ªan llegando a Francia. El periodista Luis Jochamowitz escribi¨® en La Cr¨®nica, a inicios de 1976: ¡°Ribeyro se ha convertido en uno de los momentos fundamentales de nuestra narrativa moderna¡±. Ese mismo a?o, Milla Batres public¨® su tercera novela, Cambio de guardia, y poco despu¨¦s salieron dos vol¨²menes m¨¢s de La palabra del mudo. ¡°Toda la obra de Ribeyro ¡ªescribi¨® el cr¨ªtico literario Ricardo Gonz¨¢lez Vigil¡ª est¨¢ signada por la discreta ambici¨®n de la modestia¡±. Cada cierto tiempo, Ribeyro visitaba Lima y era acosado por los periodistas, que convert¨ªan incluso su mudez en noticia. ¡°Ribeyro lleg¨® a Lima de vacaciones¡±. ¡°Julio Ram¨®n Ribeyro otra vez en Lima¡±. "En la madrugada del ¨²ltimo s¨¢bado arrib¨® a Lima, de riguroso inc¨®gnito, Julio Ram¨®n Ribeyro. Procedente de Par¨ªs y cansado por el viaje que hizo en Air France, el autor de Los geniecillos dominicales no quiso dar ninguna se?a de su arribo¡±. En alguna de sus visitas al Per¨² dijo que se sent¨ªa manipulado por sus editores, que lo obligaban a hablar para promocionar su obra. ¡°Soy una especie de lobo estepario ¡ªdijo¡ª. Esta es mi manera de vivir".?
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¡ªCuando Ribeyro muri¨® hice un reportaje ¡ªme cuenta la periodista Mar¨ªa Laura Hern¨¢ndez, sentada en un sof¨¢ blanco, el pelo rubio y lacio, los ojos claros, la ma?ana nublada: el invierno de Lima detr¨¢s de las ventanas.
Antes se llamaba Mar¨ªa Laura Rey, ten¨ªa otro esposo y trabajaba en la televisi¨®n. Era algo famosa. Los amigos que frecuent¨® Ribeyro en Lima, en esos a?os finales, aseguran que Mar¨ªa Laura y Julio Ram¨®n fueron amantes antes de que ¨¦l conociera a Anita Ch¨¢vez.
¡ªEn ese reportaje est¨¢ Ribeyro cantando un bolero ¡ªrecuerda Mar¨ªa Laura Hern¨¢ndez, la nariz en punta, muy guapa, un jean y unos zapatos marrones¡ª. Uno de sus amigos me dijo ¡°mira lo que tengo de Ribeyro¡±, y me dio un casete. Es Ribeyro cantando. Se olvida de la letra y se muere de risa. Es bonito, pero fue unos meses antes de morirse.
¡ª?Tienes esa grabaci¨®n?
¡ªBueno, la puedo buscar.
La grabaci¨®n es p¨¦sima, hay mucho ruido de fondo y el eco es tan estridente que parece que Ribeyro estuviera en una cueva y no en un karaoke. Casi no se escucha la m¨²sica, s¨®lo una voz grave y rasposa, voz de arena seca, una voz nasal que se come las erres y que no parece de este mundo.
"Sooooy prisionero del ritmo del maaaar,
de un deseo infinito de amaaaar, y de tu coraz¨®n".
Es un bolero viejo, de principios de los a?os cuarenta. Luego, Ni?o de Guzm¨¢n me dir¨¢ que Ribeyro, cuando iba a un karaoke ¡ªporque Ribeyro, en Lima, iba a karaokes¡ª, ped¨ªa boleros de la vieja guardia cuya letra nadie sab¨ªa. Soy prisionero del ritmo del mar, por ejemplo. Y cantaba. Lo hac¨ªa muy mal, pero se divert¨ªa.
¡ªEs que detr¨¢s de esa cosa que hab¨ªa en Ribeyro de parecer una persona muy melanc¨®lica, triste, un poco depresiva ¡ªme dice Mar¨ªa Laura Hern¨¢ndez¡ª, yo creo que m¨¢s que eso lo que ten¨ªa es que era una persona desencantada, o que no se hac¨ªa ilusiones, pero al mismo tiempo era una persona con mucho entusiasmo por la vida. Es raro, ?no? Se entend¨ªa con los j¨®venes. Ribeyro era un joven por dentro.
"Veeeen mi cadena de amor a rompeeeer
a quitarme la pena de seeeer
prisionero del maaaar".
Un hombre flaco. Retrato de Julio Ram¨®n Ribeyro. De Daniel Titinger y edici¨®n Leila Guerrieiro. Ha sido editado por Ediciones Universidad Diego Portales de Chile y estar¨¢ en las librera¨ªas a partir del 15 de diciembre.
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