El fascismo: condenados al entusiasmo
La pasi¨®n por la velocidad de los futuristas sirvi¨® para engrasar una manera de ver la pol¨ªtica que pretende llenar de sentido la vida cotidiana
En cuanto se entra en la exposici¨®n que la Fundaci¨®n March dedica a Fortunado Depero queda uno enseguida atrapado por la velocidad. Urge hacer algo, acabar con la antigua civilizaci¨®n, proyectarse al futuro. Las cosas se van quedando viejas, as¨ª que conviene inventarse el rostro del porvenir. Lo primero son los manifiestos: "El futurismo es la expresi¨®n violenta de nuestra raza, agresiva y revolucionaria; es la expresi¨®n de una juventud incontenible y fren¨¦tica. El futurismo es vibraci¨®n, impulso, pasi¨®n, audacia apacible y festividad orquestal" (Depero futurista, 1913-1927). Marinetti ya hab¨ªa establecido las pautas y calentado los motores en 1909: "No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra que no tenga un car¨¢cter agresivo puede ser una obra maestra. La poes¨ªa tiene que ser concebida como un violento asalto contra las fuerzas desconocidas, para reducirlas a postrarse ante el hombre". Nada de concesiones a una sociedad muerta, levantemos el vuelo.
Fortunato Depero lleg¨® al futurismo un poco m¨¢s tarde. Corr¨ªa ya el a?o 1916, pero entr¨® a fondo y apret¨® el acelerador. Los futuristas hab¨ªan celebrado la guerra. Hay en la exposici¨®n un cartel de combate (S¨ªntesis futurista de la guerra). En un frente, los nuestros; en el otro, el passatismo (el tradicionalismo). Al lado de los futuristas, Italia ("todas las fuerzas y debilidades del genio") y sus aliados: Serbia ("...temeridad"), B¨¦lgica ("energ¨ªa..."), Francia ("inteligencia..."), Rusia ("potencia..."), Inglaterra ("esp¨ªritu pr¨¢ctico..."), Montenegro ("independencia...") y Jap¨®n ("agilidad..."). Al otro lado, lo peor: Alemania ("cobard¨ªa...") y Austria ("estupidez..."). Propaganda y ret¨®rica de guerra en estado puro. Y se trataba de un grupo de artistas e intelectuales.
Hacia 1921, Marinetti escribi¨® en sus diarios: "La humanidad necesita hoy una nueva religi¨®n que sintetice y organice todas las supersticiones, todas las peque?as religiones ¨ªntimas, todos los cultos secretos...". Hac¨ªa falta un poco de fe, unas cuantas ideas que amueblaran el paisaje del futuro y el ¨ªmpetu necesario para seguir adelante con confianza. Mussolini defend¨ªa con ardor esa hip¨®tesis: "Nosotros deseamos creerlo, nosotros debemos creerlo, la humanidad no necesita un credo. La fe mueve monta?as porque da la ilusi¨®n de que las monta?as se mueven. La ilusi¨®n es, quiz¨¢, la ¨²nica realidad de la vida". El futurismo se ocup¨® de engrasar esa ilusi¨®n. Y fueron muchos los que creyeron en ese futuro radiante que promet¨ªa el fascismo.
Italia fue uno de los pa¨ªses vencedores de la Primera Guerra Mundial, ¨¦sa que consagraron los futuristas como camino de purificaci¨®n y perfecci¨®n, y que hab¨ªa sido al final un infierno de proporciones monumentales, as¨ª que, por mucho que se hubiera ganado, la sensaci¨®n general ¡ªla atm¨®sfera, el clima¡ª era de derrota. Ese ambiente facilit¨® el surgimiento del fascismo, que el historiador Emilio Gentile defini¨® en su libro Fascismo. Historia e interpretaci¨®n como "un movimiento pol¨ªtico y social nuevo, nacionalista y modernista, revolucionario y totalitario, m¨ªstico y palingen¨¦sico, organizado en un nuevo tipo de r¨¦gimen fundado en el partido ¨²nico, en un aparato policial represivo, en el culto al l¨ªder y su organizaci¨®n, en el control y la movilizaci¨®n permanente de la sociedad en funci¨®n del Estado".
El art¨ªfice de la novedad, Benito Mussolini, tuvo que abandonar el Partido Socialista precisamente por defender ardientemente la guerra, y apoy¨® entonces a los Fasci di Azioni Rivoluzionaria. El 23 de marzo de 1919 fund¨® el fascismo propiamente dicho. Poco despu¨¦s surgi¨® el Fascio di Combattimento que, en noviembre de 1921, se convertir¨ªa en el Partito Nazionale Fascista. La influencia de los futuristas era en esos d¨ªas tan innegable como la violencia de los camisas negras. El triunfo definitivo se produjo tras la marcha fascista sobre Roma, entre el 27 y el 29 de octubre de 1922, una vez que V¨ªctor Manuel III se negara a facilitarle al Gobierno los instrumentos para detener el fulminante avance del nuevo partido. Mussolini se convirti¨® poco despu¨¦s, tras la dimisi¨®n del Gobierno, en el primer ministro m¨¢s joven de Italia. En abril de 1924 hubo elecciones y las ganaron los fascistas con el 66% de los votos. El 3 de enero de 1925 empieza la dictadura: plenos poderes para Mussolini, fin de la libertad de prensa, creaci¨®n de la polic¨ªa secreta e inicio del voluptuoso idilio entre el Duce (una figura ¡°infalible, sagrada e inviolable¡±) con unas masas que se rinden fascinadas a su autoridad y que aceptan a ciegas la consigna: ¡°credere, obbedire, combattere¡±.
Los fascistas supieron captar las pulsiones escondidas en una Italia traumatizada. "La pol¨ªtica no deb¨ªa volver a maniobrar en la banalidad del orden tradicional, sino perpetuar el ¨ªmpetu heroico de la guerra y el sentido m¨ªstico de la comunidad nacional, para hacer realidad la ¡®revoluci¨®n italiana", escribe sobre aquellos momentos Emilio Gentile en El culto del littorio. La sacralizaci¨®n de la pol¨ªtica en la Italia fascista. La guerra hab¨ªa dejado un enorme sufrimiento detr¨¢s: "m¨¢s de medio mill¨®n de muertos, seiscientos mil soldados capturados y un mill¨®n de heridos, de los cuales casi la mitad quedaron inv¨¢lidos para siempre", calcula Juli¨¢n Casanova en Europa contra Europa 1914-1945. Era necesario salvar de las ruinas de la destrucci¨®n la gloria de los muertos. Los fascistas los colocaron en un lugar de honor. Y, en ese af¨¢n de darle la vuelta a la humillaci¨®n, recuperaron tambi¨¦n el emblema del littorio, "s¨ªmbolo de unidad, fuerza, disciplina y justicia", para aprocechar as¨ª su "significado religioso como s¨ªmbolo de la tradici¨®n sacra de la romanidad, considerado en estrecha relaci¨®n con el culto al fuego sacro", escribe Gentile. "Las varillas y el hacha son los elementos necesarios y suficientes para alimentar un hogar (focolare) y, llegado el caso, defenderlo".
Tambi¨¦n en la exposici¨®n de Depero puede palparse esa atm¨®sfera de euforia. Era necesario curar las heridas de la guerra y la modernidad del futurismo ofrec¨ªa la p¨¦rtiga para dar ese inmenso salto hacia adelante. El humor, una audacia creativa que disuelve la amargura y que celebra el coraje, la explosi¨®n de colores, el propio v¨¦rtigo de unas figuras que parecen metidas en una licuadora para que tomen velocidad y estallen hacia las alturas, la fascinaci¨®n por las nuevas m¨¢quinas que marcan el comp¨¢s del mundo: todo eso est¨¢ ah¨ª. Depero ya hab¨ªa postulado en 1914 una "nueva est¨¦tica de la realidad" en varios puntos: "abstracta, transparent¨ªsima, coloread¨ªsima, liger¨ªsima, continuamente en movimiento, suspendida en el espacio, vol¨¢til, ruidosa y milagrosamente estremecedora". Y se aplic¨® a ello de manera apasionada. Convirti¨® el juego en la medida de la praxis art¨ªstica, defendi¨® el motorruidismo y la mismimagia, llev¨® al teatro el intr¨¦pido brillo de sus invenciones, cre¨® el baile pl¨¢stico, puso sus figuras mec¨¢nicas al servicio de los soldados de la vieja Roma destinados a gobernar el mundo, levant¨® un museo del futurismo. Depero aparece subido a un avi¨®n: una met¨¢fora que resum¨ªa el anhelo de esa Italia rota que pretend¨ªa levantar vuelo y abandonar sus miserias.
Al lado de la explosi¨®n art¨ªstica del futurismo estaba sin embargo la sombra alargada del fascismo con su f¨¦rrea voluntad de conducir a las masas, de formarlas y moldearlas, de inocularles el orgullo del nacionalismo y la venenosa promesa de fundar un imperio. La invasi¨®n de Etiop¨ªa en 1935, la participaci¨®n en la Guerra Civil espa?ola a partir de 1936, la anexi¨®n de Albania en 1939 forman parte de ese plan. La f¨®rmula que Mussolini utiliz¨® para contagiar a los suyos sus delirios de grandeza fue la de sacralizar la pol¨ªtica: deb¨ªa llegar hasta el m¨¢s min¨²sculo rinc¨®n, empapar la vida cotidiana de cada italiano. Mussolini dijo, seg¨²n un testimonio que recoge Gentile en su libro, que las sedes de las agrupaciones fascistas deb¨ªan ¡°ser templos, no s¨®lo casas, deben tener l¨ªneas vigorosas y armoniosas. Cuando el fascista entra en la sede de su c¨ªrculo, debe entrar en una casa bella, para que se aviven en ¨¦l emociones de fuerza, poder¨ªo, hermosura y amor¡±.
?se fue su gran proyecto y lo expres¨®, con la ayuda de Giovanni Gentile, uno de sus colaboradores m¨¢s pr¨®ximos, de esta manera: "Todo es en el Estado, y nada humano o espiritual existe ni, mucho menos, tiene valor fuera del Estado. En ese sentido, el fascismo es totalitario, y el estado fascista, s¨ªntesis y unidad de todos los valores, interpreta, desarrolla y potencia la vida entera del pueblo". As¨ª que procur¨® penetrar en la conciencia de cada italiano para gobernarla. La m¨¢quina de poder funcionaba como una orden religiosa armada y la subordinaci¨®n al jefe era indiscutible. El latiguillo que rezaba "creer, obedecer, combatir" era incesante, pero tambi¨¦n serv¨ªan otros clich¨¦s: "creer en la patria como se cree en Dios" o "solo una fe puede crear realidades nuevas". El uso del fascis lictorum se impuso y las "camisas negras" mancharon por todas partes el paisaje de Italia.
Gentile explica que el estilo fascista proced¨ªa de la idea de que el pol¨ªtico es "un artista que modela la materia humana". Y para hacerlo, el fascismo entr¨® en las escuelas, llen¨® el calendario de celebraciones, organiz¨® imponentes exposiciones para dar lustre y esplendor al Duce, levant¨® monumentos, inund¨® el pa¨ªs con el s¨ªmbolo del littorio. Los fascistas supieron ver claramente que para exaltar las emociones de los italianos serv¨ªan menos las ideas que la coreograf¨ªa externa, el ceremonial, el rito. Las gestas deportivas. Ese af¨¢n de conquistar el futuro, que tan bien queda atrapado en la exposici¨®n de Fortunato Depero a trav¨¦s del bombardeo de m¨¢s y m¨¢s invenciones, tuvo su correspondencia en el desaf¨ªo de los fascistas por modelar a las masas y de hacer de cada italiano un ciudadano-soldado. Hab¨ªa que combatir sobre todo la indiferencia y el repliegue a la vida privada. En El culto del littorio, Gentile recoge unas observaciones de Giaime Pintor, un periodista que cuestion¨® el proyecto totalitario de Mussolini, apunt¨® en sus diarios: "Pero, por sobre todo, ingresamos en la intimidad del espectacular aparato de los reg¨ªmenes totalitarios: aprendimos a desaparecer entre las decenas de miles de hombres que participaban en los desfiles, a caminar al son de melod¨ªas tradicionales y a gozar de la impersonalidad que agencia el uniforme".
"Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen", escribe Gentile, "un decepcionado creyente en la 'm¨ªstica fascista' escribi¨® que el fascismo condenaba a los italianos al entusiasmo". Fue ese entusiasmo el que facilit¨® que los italianos dieran botes cada vez que Mussolini mov¨ªa una ceja y que se creyeran que el futuro les pertenec¨ªa. El fascismo les toc¨® bien adentro exaltando su supuesta singularidad y construyendo una monumental ¨¦pica que les borraba los complejos y los empujaba a la calle para encontrar en la liturgia de masas el calor imprescindible para atravesar la crisis de posguerra. Ah¨ª, en la exposici¨®n de Depero, est¨¢ el cartel que hizo Xanti Schawinsky que resume una ¨¦poca: el imponente rostro de Mussolini y un enorme "S?".
No es que fascismo y futurismo fueran ni remotamente lo mismo. Pero se empaparon en la misma atm¨®sfera y sus caminos coincidieron. Compart¨ªan la idea de borrar el pasado y el entusiasmo por el futuro. En un texto, Viva la m¨¢quina y el estilo de acero, publicado en 1927, Depero escribi¨®: "nuestro arte ser¨¢ hijo de las m¨¢quinas: nuevo flamante esplendoroso y preciso mortalmente el¨¦ctrico [...] ADORO LOS MOTORES, ADORO LAS LOCOMOTORAS, me inspiran optimismo inquebrantable (...)". Tambi¨¦n el fascismo quer¨ªa conquistar el porvenir: las masas fueron una pieza esencial del engranaje. Luego, tras la Segunda Guerra Mundial, las cosas se torcieron. "En el caso de Depero, efectivamente, el v¨ªnculo con el fascismo no era un problema irrelevante: hab¨ªa colaborado y apoyado plenamente al r¨¦gimen con cuadros, proyectos y obras publicitarias", apunta Fabio Belloni en uno de los ensayos del magn¨ªfico cat¨¢logo de la exposici¨®n de la Fundaci¨®n March. As¨ª que pas¨® una larga ¨¦poca en las sombras y es, de hecho, uno de los artistas menos conocidos del movimiento.
"En momentos de crisis o de extraordinaria tensi¨®n, la colectividad aspira a recobrar un sentido total de la vida, como cimiento de una nueva estabilidad, adhiriendo(se) a los movimientos pol¨ªticos que prometen superar el caos en una dimensi¨®n m¨¢s alta de orden comunitario", apunta Gentile, y se acuerda de paso del Gran Inquisidor de Dostoievski cuando dec¨ªa: "Para el hombre no hay preocupaci¨®n m¨¢s constante y atormentadora que la de buscar cuanto antes, siendo libre, ante qui¨¦n inclinarse". Y ¨¦se es seguramente uno de los problemas m¨¢s serios y m¨¢s dram¨¢ticos del presente que habitamos. El de buscar calor, en medio de tanta orfandad, en algunas de esas liturgias que tanto consuelo prometen. Gentile sobre el fascismo: "La funci¨®n de la liturgia de masas iba m¨¢s all¨¢ del aspecto l¨²dico o demag¨®gico, que tambi¨¦n estaba presente: apuntaba a conquistar y modelar la conciencia moral, la mentalidad, los h¨¢bitos de la gente y hasta sus m¨¢s ¨ªntimos sentimientos acerca de la vida y la muerte". Vaya, que el gran riesgo sigue siendo el de siempre, que "junto con el artificio, mezclados con ¨¦ste, obran la espontaneidad y el entusiasmo del creyente convencido de poseer la verdad".
Depero futurista 1913-1950. Cat¨¢logo de la exposici¨®n. Varios autores. Fundaci¨®n Juan March. Madrid, 2014. 457 p¨¢ginas. 39,90 euros.
El culto del littorio. La sacralizaci¨®n de la pol¨ªtica en la Italia fascista. Emilio Gentile.?Traducci¨®n de Luciano Padilla L¨®pez. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires, 1993. 299 p¨¢ginas. 19 euros.
Fascismo. Historia e interpretaci¨®n. Emilio Gentile.?Traducci¨®n de Carmen Dom¨ªnguez. Alianza. Madrid, 2004. 328 p¨¢ginas. 28 euros.
Europa contra Europa 1914-1945. Juli¨¢n Casanova.?Cr¨ªtica. Barcelona, 2011. 258 p¨¢ginas. 15,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.