?Qui¨¦n elige las lecturas, padre o hijo?
El dilema: ?hay que seleccionar los libros de los ni?os o es mejor dejarles libertad?
No lean (a¨²n) a Borges
Por Ismael Alonso ?lvarez
No lean a Borges, ni a Dostoievski, ni a Cort¨¢zar, ni a Thomas Mann, ni a Gald¨®s, ni, por supuesto, a Luis Landero. No conozco mejor manera de recomendar un libro. Todos los lectores tienen una biograf¨ªa marchitada de hitos esenciales. Esas obras cobran importancia no tanto por lo que son, que tambi¨¦n, sino por el momento en que fueron le¨ªdas. Ese peque?o terremoto nos sacude por dentro y arroja al mundo en una otredad distinta a la que se empe?a en reflejar el espejo del tiempo. ?Qui¨¦n acerca esa sensaci¨®n a nuestros hijos? Est¨¢ la escuela y sus lecturas obligatorias ¡ªo no¡ª, pero ese es otro debate. Est¨¢ la familia, claro, y su funci¨®n de gu¨ªa espiritual en tiempos dif¨ªciles. Reconozc¨¢moslo: en ciertas edades, sobre todo en la adolescencia, el placer no se lleva bien con la imposici¨®n. Si queremos que nuestro hijo lea, creemos esa necesidad, leamos nosotros, algo menos habitual de lo que parece, y no abrumemos con nuestro canon, que para eso existe un se?or tan serio como Harold Bloom. Nuestra funci¨®n como padres no pasa de forzar un encuentro casual en una librer¨ªa, dejarlos solos unos minutos, que se maravillen con una portada o un libro ilustrado, un c¨®mic o la ¨²ltima novedad de una saga fant¨¢stica; con las Cartas de invierno, de Agust¨ªn Fern¨¢ndez Paz, o El secreto del bosque viejo, de Dino Buzzati. No nos obsesionemos con la lectura respetable. No los hagamos titubear de su propia elecci¨®n. Como padres, solo nos cabe hacer un listado de los libros que no hay que leer. Quiz¨¢s, alg¨²n d¨ªa, se acaben arrepintiendo de aquellos que no han ca¨ªdo en sus manos. Literatura y sacralizaci¨®n se llevan mal. Como el aire puro y los malos humos. Como el dinosaurio de Monterroso y la factura del gas en diciembre: aunque no lo crean, sigue ah¨ª, delante de nuestras narices.
El librero es asesor
Por Paz Gil
Con el ep¨ªgrafe de literatura infantil y juvenil son cientos los t¨ªtulos que se publican cada a?o y no todo es calidad, por lo que es importante la tarea del librero como lector capaz de seleccionar qu¨¦ les puede interesar o gustar a estos futuros grandes lectores. Observamos con frecuencia c¨®mo los padres acuden con sus hijos a las tiendas en busca de libros con contenidos de inter¨¦s y, al mismo tiempo, con dise?os atractivos, mientras que los ni?os preguntan por obras con personajes conocidos, miran ejemplares con colores y formatos distintos pero, finalmente, son los adultos quienes eligen. Y, para ello, es necesario que la librer¨ªa tenga una amplia selecci¨®n de t¨ªtulos de calidad y que el librero sea c¨®mplice, asesor, cr¨ªtico, maestro, experto¡ Sin embargo, esto cambia en torno a los ocho a?os, cuando estos lectores empiezan a preguntar por determinados t¨ªtulos y alternan sus preferencias con las sugerencias de padres y libreros. Es en la adolescencia cuando desean tomar sus propias decisiones. Eligen por s¨ª mismos, por recomendaciones de amigos, por lo que han visto u o¨ªdo en los medios o en las redes sociales, y ese es el momento en que cambian los g¨¦neros, el tipo de libros, el tiempo de lectura, pero no suelen dejar de leer, se convierten en protagonistas. Ahora, son ellos quienes se equivocan o aciertan y la tarea de padres y libreros es abrir el abanico de posibilidades para que sigan disfrutando de la lectura, adquiriendo conocimientos, sensibilidad y esp¨ªritu cr¨ªtico. Como librera no me interesa tanto saber si son los padres o los hijos quienes eligen: lo importante es que tengan curiosidad, que disfruten con el texto, que vivan las historias como propias, en definitiva, que se emocionen. Lo que realmente quiero conocer es lo que leen porque el tiempo es finito y la lectura es parte importante en el desarrollo intelectual de nuestros hijos. Y, sobre todo, porque no es lo mismo leer a buenos que a malos autores
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