La ni?a santa

No es frecuente encontrarse con pel¨ªculas que juegan con el espectador, de una manera casi diab¨®lica, a trav¨¦s de las sutilezas de su puesta en escena. Camino de la cruz, cuarto largometraje del alem¨¢n Dietrich Br¨¹ggemann, un cineasta hasta la fecha in¨¦dito en nuestro pa¨ªs, es un interesante caso de estudio y un trabajo admirable por m¨¢s de un motivo. La pel¨ªcula, que podr¨ªa integrar un provocador ¡ªy, sobre todo, muy estimulante para el debate¡ª programa doble con Camino (2008) de Javier Fesser, narra con implacable frialdad el proceso de sacrificio y autosantificaci¨®n que emprende una adolescente, nacida en el seno de una familia cat¨®lica integrista, con el fin de sanar a su hermano peque?o del autismo.

Uno de los aspectos que resultan m¨¢s llamativos de la propuesta es su riguroso planteamiento formal: 14 planos secuencia ¡ªen su mayor parte est¨¢ticos¡ª que corresponden a los sucesivos pasos del v¨ªa crucis y que, sin embargo, no convierten este trabajo en una de esas pel¨ªculas de dispositivo cuyos universos se revelan incapaces de respirar y alzar el vuelo m¨¢s all¨¢ del cors¨¦ de su forma. Ya desde la primera secuencia, en la que el espectador asiste al estremecedor adoctrinamiento de un grupo de j¨®venes por parte de un seminarista, Br¨¹ggemann consigue que sus planos sean ventanas abiertas a una realidad ajena, patol¨®gica, pero viva, org¨¢nica y veros¨ªmil, en cuyo seno la protagonista se enfrentar¨¢ m¨¢s de una vez a las inconsistencias y fracturas entre realidad y deseo. La ejecuci¨®n, tanto por parte del cineasta como de su elenco, es asombrosa y todo temor de estar ante un pie forzado que condicionar¨¢ el conjunto se diluye pronto.

La armon¨ªa entre fondo y forma parece lanzar una idea inequ¨ªvoca al espectador objetivo de Camino de la cruz: estamos ante una impugnaci¨®n del integrismo y ante el doloroso espect¨¢culo de la pasi¨®n de una inocente autoenga?ada (y condicionada por el entorno) bajo el silencio de Dios. ?O no? El aut¨¦ntico salto mortal de la pel¨ªcula est¨¢ justamente en su habilidad para introducir una calculada ambig¨¹edad en su propuesta aparentemente cartesiana e inflexible. Verdadero cine de la provocaci¨®n, que cuestiona las aprior¨ªsticas certidumbres de su espectador.