Netflix sue?a con Cuba
El escritor cubano analiza el anuncio de la principal red de televisi¨®n en l¨ªnea del mundo de entrar en la isla, donde el control de la programaci¨®n es total
Netflix ha anunciado su llegada a Cuba. Luego del retumbante anuncio del inicio del proceso de restablecimiento de relaciones entre la isla y Estados Unidos, la noticia de que los cubanos con acceso a Internet de banda ancha y tarjetas de cr¨¦dito internacionales podr¨¢n contratar los servicios de la principal red de televisi¨®n en l¨ªnea del mundo, podr¨ªa ser la novedad m¨¢s significativa dentro del nuevo panorama pol¨ªtico abierto por los dos gobiernos.
No es un secreto que en Cuba la difusi¨®n de la informaci¨®n es asunto de Estado. Los medios de comunicaci¨®n son dirigidos por diferentes instancias oficiales, que responden a la l¨ªnea pol¨ªtica del gobierno. Y la televisi¨®n, por su gran impacto y capacidad de penetraci¨®n, siempre ha tenido una especial atenci¨®n en cuanto a los contenidos que se difunden desde sus canales y programas.
En la actualidad Cuba cuenta con cinco canales televisivos de alcance nacional, con perfiles definidos. La programaci¨®n se ha ido abriendo, diversificando, universalizando y los cubanos tienen acceso a una notable cantidad de ofertas generadas en el pa¨ªs o fuera de la isla, y no solo en el caso de las programaciones deportivas, dram¨¢ticas, cinematogr¨¢ficas, sino incluso informativas, como es el caso del canal internacional Telesur, del que Cuba es accionista.
La difusi¨®n de la informaci¨®n en Cuba es un asunto de Estado
Con mucha frecuencia los cubanos disfrutan en sus pantallas dom¨¦sticas de productos creados en los propios Estados Unidos y, en ocasiones, con una inmediatez asombrosa, sobre todo en obras cinematogr¨¢ficas, seriales dram¨¢ticos y documentales de diversos perfiles. No es raro, por ejemplo, que mientras en los cines de Espa?a se est¨¢n exhibiendo pel¨ªculas nominadas a los premios Oscar, los cubanos ya las hemos visto en la televisi¨®n p¨²blica, sin pagar un centavo por el visionaje. En este sentido la calidad de la oferta televisiva cubana puede estar entre las m¨¢s altas del mundo, pues sus programadores tienen un enorme banco del cual seleccionar las obras de mayor calidad est¨¦tica y conceptual.
El tal¨®n de Aquiles para el televidente cubano es, en cambio, su relaci¨®n con la escasa y en muchas ocasiones poco atractiva producci¨®n dom¨¦stica, en especial la de m¨¢s alto consumo: los programas dram¨¢ticos. Muchas veces la compleja situaci¨®n econ¨®mica que por a?os ha arrastrado el pa¨ªs limita las posibilidades creativas y t¨¦cnicas de esa producci¨®n, que por lo general muestra sus debilidades desde su mismo origen, los guiones, que rara vez logran ser atractivos y capaces de cumplir con las expectativas del gran p¨²blico. As¨ª, en el caso espec¨ªfico de las telenovelas, el g¨¦nero dram¨¢tico contempor¨¢neo por excelencia, el televidente cubano siempre se decanta por las importadas ¡ªespecialmente las brasile?as¡ª y en mucha menor medida por las de realizaci¨®n nacional.
Sin embargo, es un programa humor¨ªstico de factura dom¨¦stica el que hoy alcanza los m¨¢s altos niveles de consumo en el pa¨ªs. Vivir del cuento, que sale al aire los lunes en horario estelar (20.30), consigue no solo esa abultada audiencia, sino que cada semana se convierte en uno de los temas de conversaci¨®n de los moradores de la isla.
Vivir del cuento podr¨ªa ser uno m¨¢s de esos espacios de estampas costumbristas que han existido desde los or¨ªgenes de la televisi¨®n. Pero las peripecias de sus personajes, encabezados por el anciano P¨¢nfilo Epifanio y su amigo Chequera, se han ido convirtiendo en el reflejo m¨¢s incisivo de las condiciones de la vida en el pa¨ªs, una cr¨®nica muy desembozada de las m¨¢s descabelladas estrategias de supervivencia que deben practicar muchos cubanos en su realidad cotidiana.
El ICRT se ha sentido legitimado para piratear las series de Estados Unidos
No obstante, pese a la incrementada variedad de la programaci¨®n televisiva y su casi siempre cuidada calidad est¨¦tica, una gran cantidad de cubanos muestran su insatisfacci¨®n por los productos que reciben y buscan alternativas extraoficiales, como la conexi¨®n a antenas que reproducen canales hispanos de Miami y el muy popular ¡°paquete¡±, un compendio de productos muy diversos ¡ªincluidos humor¨ªsticos, informativos, deportivos¡ª que no se programan en Cuba y que circula a trav¨¦s de discos duros externos, a un costo de tres o cuatro pesos convertibles semanales (unos 3 euros).
Netflix, con su llegada a Cuba y su archivo de dos mil millones de horas de series y pel¨ªculas, sin duda puede cambiar todo el panorama del actual consumo televisivo en Cuba, y convertirse en el principal rival de los programadores oficiales y extraoficiales¡ Pero, por ahora, unos y otros duermen tranquilos. Porque aunque los cubanos puedan suscribirse a las ofertas de Netflix si sus parientes en el exterior asumen el pago del servicio¡ ?d¨®nde y c¨®mo podremos ver la tercera temporada de House of Cards si bajar por un correo electr¨®nico dom¨¦stico un archivo de 4 megabytes es casi una misi¨®n imposible y ver un corto de dos minutos en YouTube uno de los siete trabajos de H¨¦rcules? Con un acceso al Internet como el que todav¨ªa es com¨²n en Cuba, acceder a Netflix es como viajar al mundo de Blade Runner.
?Que viva el embargo!
Hace ya una d¨¦cada larga un presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisi¨®n (ICRT), dependiente del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, bromeaba as¨ª: ¡°?Que dure el embargo, que a nosotros nos conviene!¡±. El choteo ven¨ªa a cuento por la pregunta ingenua de este excorresponsal sobre c¨®mo era posible que siendo el enemigo imperialista Estados Unidos, un 70 % de las pel¨ªculas de la televisi¨®n cubana fueran norteamericanas.
Efectivamente, gracias al embargo durante medio siglo el ICRT se sinti¨® libre y legitimado para piratear cuanta pel¨ªcula o serie estadounidense le vino en gana, desde Los Soprano a los ¨²ltimos filmes salidos al mercado, incluso algunos que acababan de ganar un Oscar, sin pagar derechos ni nada parecido.
Para los cubanos, igual que para aquel expresidente del ICRT, el embargo fue una bendici¨®n en este sentido, pues ni siquiera en los momentos de mayor fervor revolucionario las pel¨ªculas sovi¨¦ticas tuvieron aceptaci¨®n en la isla. Famosa es la an¨¦cdota de un viejo programa infantil en el que el presentador, ante la algarab¨ªa descontrolada de unos peque?os, amenaz¨® en pleno programa: ¡°ni?os, p¨®rtense bien que si no les pongo los mu?equitos [animados] rusos¡±. Por supuesto, el desliz le cost¨® al hombre no hacer m¨¢s televisi¨®n por una larga temporada.
Ahora, si en verdad llegan a normalizarse las relaciones con el antiguo enemigo, algo que m¨¢s de uno duda ¡ªal menos a corto plazo¡ª, la televisi¨®n cubana se encontrar¨¢ ante un dilema espinoso: o pagar derechos inasumibles por los audiovisuales del nuevo amigo americano, o volver a los ladrillos rusos.
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