Lecturas de lo nunca visto
Los escritos sobre cultura de Hannah Arendt o la aproximaci¨®n de Umberto Eco a los museos est¨¢n entre las novedades editoriales que abordan el mundo del arte
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En un momento como el actual en que el arte es parasitariamente dado a cumplir con los deseos colectivos y las exigencias de la fama, la obra de muchos artistas que trabajaron en la Alemania de Hitler, fueran pintores, poetas, arquitectos o m¨²sicos, se ve como un s¨ªmbolo de resistencia. Sabemos m¨¢s de la verdad ¡°psicol¨®gica¡± de aquellos a?os que lo que realmente ocurri¨®. Los historiadores han manejado documentos con guantes blancos, conscientes de que el monstruo del periodo nazi tiene rabo de lagartija. Conocemos los testimonios de aquellos que tuvieron que huir, pero muy poco de los que se quedaron, el porqu¨¦ lo hicieron y bajo qu¨¦ condiciones. ?Cobard¨ªa o convicci¨®n? Jonathan Petropoulos ensaya la idea de que no todos los artistas modernos eran antinazis, ni todos los nazis eran antimodernos. ?Es la noci¨®n de ¡°cultura nazi¡± un ox¨ªmoron? ?Hubo una buena y una mala cultura? La n¨®mina de hombres y mujeres que buscaron acomodo y aceptaci¨®n no se reduce al arte ¡°geneal¨®gicamente limpio¡± de Richard Strauss, Leni Riefenstahl o Arno Breker, por citar los m¨¢s conocidos; la ¡°lista Petropoulos¡± incluye al degenerado Emil Nolde ¡ªreconocido filonazi y con carn¨¦ del partido¡ª; al fundador de la Bauhaus, Walter Gropius; al m¨²sico Paul Hindemith o al escultor Ernst Barlach. La lista es larga, ¡°todos quer¨ªan desesperadamente prosperar en unos a?os culturalmente vol¨¢tiles y de depresi¨®n econ¨®mica, cre¨ªan que las metas del fascismo y de la modernidad eran compatibles. Sus egos les cegaron para ver que estaban al servicio de monstruos y criminales¡±, explica Petropoulos en el libro Artists under Hitler (Yale University Press).
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De Mies van der Rohe, Philip Johnson ¡ªquien nunca ocult¨® sus veleidades fascistas¡ª dijo que hab¨ªa sido ¡°el Talleyrand de la arquitectura moderna: si el propio diablo le hubiera ofrecido trabajo lo habr¨ªa cogido por encima de todo¡±. Petropoulos corrige, por boca del editor franc¨¦s Christian Zervos, el mito de que el estudio parisiense de Picasso, en la Rue des Grands-Augustins, era el lugar privilegiado de la resistencia: ¡°Guard¨® su dignidad durante la ocupaci¨®n, como tanta gente, pero nunca particip¨® activamente. No le hizo falta, su obra ya era una forma grande de resistencia¡±.
En el mismo contexto de infamia se entiende mejor la escritura de otro monstruo, esta vez de los estudios humanistas del siglo XX, Hannah Arendt, que s¨ª escap¨® del r¨¦gimen nazi. Su recopilaci¨®n de ensayos sobre arte, in¨¦ditos en castellano, es una inmensa y necesaria lecci¨®n de teor¨ªa cultural. En La permanencia del mundo y la obra de arte (Trotta), la que fue disc¨ªpula de Heidegger vincula la creaci¨®n con ¡°el gusto por lo bello y escoger compa?¨ªas¡±. Y sostiene que el arte es un puente hacia la acci¨®n, una ¡°singularidad irrepetible¡± que se distingue del resto de objetos humanos por su ¡°modalidad de permanecer en el mundo como monumento y testimonio de la cultura en la historia, m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n reificadora¡±.
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Sobre la perdurabilidad del arte, uno de los iconos que mejor la ilustran es el cuadro de la Mona Lisa. En 1911, un pobre diablo llamado Vicenzo Peruggia se escabull¨® por una de las entradas laterales del Louvre y minutos despu¨¦s desapareci¨® entre las multitudes de la Rue Rivoli. Debajo de su bata llevaba un panel de madera que ten¨ªa que ocultar y proteger a la vez. Se trataba del famoso cuadro de Leonardo. Pasaron 24 horas hasta que los guardias se dieron cuenta. La obra de arte m¨¢s reproducida de la historia de la pintura estuvo escondida dos a?os en un ba¨²l antes de ser liberada. La prensa calific¨® el hecho de ¡°el crimen perfecto de la era moderna¡±, y el autor del ¡°secuestro¡± se sinti¨® obligado a colocar postales con reproducciones de la obra sobre la repisa de su chimenea, como Warhol en sus Treinta [giocondas] son mejor que una, lo que ya reflejaba la extra?a propensi¨®n de la pintura a multiplicarse. Durante el tiempo que el Louvre se vio despose¨ªdo de su tesoro, legiones de franceses acudieron a la pinacoteca para contemplar ¡°la ausencia¡±. El suceso le sirve a Darian Leader en El robo de la Mona Lisa. Lo que el arte nos impide ver (Sexto Piso) para trazar su psicolog¨ªa de la escopofilia y ocultaci¨®n en el arte. Su ensayo es Lacan explicado a los ni?os.
Sobre el vac¨ªo tambi¨¦n trata Yuri Gagarin y el conde de Orgaz, de Javier Ortiz-Echag¨¹e, un estudio que lo relaciona con la obra de Jorge Oteiza, Yves Klein y Jos¨¦ Val del Omar (Fundaci¨®n Museo Oteiza). Y si, como en el caso de la Mona Lisa, lo que cuenta es ¡°haber dejado el lugar¡±, ?podr¨ªa establecerse una relaci¨®n entre el arte y el primer vuelo espacial humano realizado por Yuri Gagarin, el primer cosmonauta que durante una hora existi¨® gravitando en lo m¨¢s absoluto del espacio geom¨¦trico, el cielo? Dicho en palabras de Oteiza, ¡°el hombre contempor¨¢neo se encuentra en un estado de ingravidez espiritual que yo pretendo alcanzar por la v¨ªa est¨¦tica, algo equivalente a la suspensi¨®n de la gravedad en los personajes de El Greco¡±.
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¡°El artista debe disiparse, desaparecer. Alcanzar el silencio, lo invisible del mundo¡±. As¨ª era el acto de crear para Balthazar Klossowski de Rola, Balthus, tal como lo cuenta en sus Memorias (DeBolsillo), que mand¨® escribir al dictado como un testamento donde lega una inmensa gratitud a los m¨ªsticos italianos, Giacometti (¡°mi amigo m¨¢s encantador, m¨¢s adorable¡±), Picasso (me dijo: ¡°eres el ¨²nico de tu generaci¨®n que me interesa, los dem¨¢s quieren ser como Picasso, t¨² no¡±) y sus lolitas, de las que dec¨ªa, ¡°nunca fueron ni?as desvergonzadas¡±. Ferviente cat¨®lico (¡°hay que pintar como se reza¡±; ¡°la pintura es un modo de acceder al misterio de Dios, de tomar algunos destellos de su reino¡±), Balthus muri¨® a los 93 a?os rodeado de s¨ªmbolos religiosos y con el icono de Czestochova colgado en la cabecera de su cama.
Otras ¡°presencias¡± para a?adir a la ¡°semioesfera¡± del arte las apuntan Umberto Eco e Isabella Pezzini en El museo (Casimiro Libros). ¡°Las superposiciones de tesoro y santuario, el espacio p¨²blico y el privado, son las nuevas figuras del arte, formas de ritualidad que construyen el significado del lugar. El museo se encuentra estratificado porque est¨¢ presente en la historia de la cultura y siempre aparece como algo impl¨ªcito¡±. De nuevo, lo nunca visto.
Bibliograf¨ªa
Artists under Hitler. Collaboration and Survival in Nazi Germany. Jonathan Petropoulos. Yale University Press. New Haven & London, 2014. 407 p¨¢ginas. 35 euros.
Memorias. Balthus. DeBolsillo. Barcelona, 2014. 256 p¨¢ginas. 9,95 euros.
Yuri Gagarin y el conde de Orgaz. M¨ªstica y est¨¦tica de la era espacial. Jorge Oteiza, Yves Klein, Jos¨¦ Val del Omar. Javier Ortiz-Echag¨¹e. Fundaci¨®n Museo Jorge Oteiza. Navarra, 2014. 230 p¨¢ginas. 15 euros.
El museo. Umberto Eco e Isabella Pezzini. Casimiro. Madrid, 2014. 72 p¨¢ginas. 8 euros.
El robo de la Mona Lisa. Lo que el arte nos impide ver. Darian Leader. Sexto Piso. Madrid, 2014. 192 p¨¢ginas. 20 euros.
M¨¢s all¨¢ de la filosof¨ªa. Escritos sobre cultura, arte y literatura. Hannah Arendt. Trotta. Madrid, 2014. 214 p¨¢ginas. 18 euros.
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