Cambio de cara
A juzgar por la multiplicaci¨®n de apariciones televisivas de Pablo Casado, cualquiera pensar¨ªa que goza de varios clones
El Gobierno cambia la cara en a?o electoral. Est¨¢ tranquilo porque todo apunta a que ganar¨¢ casi todos los embates. Pero es que, adem¨¢s, el presidente Rajoy no parece conocer otro estado que el de la tranquilidad, por llamarlo de alg¨²n modo. Los datos econ¨®micos, sobre todo analizados a trav¨¦s de los medios m¨¢s afines, convencen a los espa?oles de que lo peor ya ha pasado. Y por si quedaran dudas, y aun a riesgo de manchar la imagen de nuestro pa¨ªs en la relaci¨®n con un vecino hist¨®rico, se ha puesto el ah¨ªnco mayor en afearle a Grecia querer sacudirse de encima una forma de gobernar que causaba hondo dolor a los ciudadanos. El Gobierno espa?ol parece decirles que para el dolor ellos encontraron el remedio, la indiferencia.
A la vez que el nombramiento de Rafael Hernando elevaba los decibelios, con desaf¨ªo expresivo a cara de perro, para contraatacar el examen moral que los l¨ªderes de Podemos quer¨ªan hacerle suspender al Gobierno, la presencia masiva de Pablo Casado en las tertulias televisivas aporta una cara nueva, joven y distendida. A juzgar por la multiplicaci¨®n de apariciones, cualquiera pensar¨ªa que goza de varios clones, pero en realidad sustituye con una labia habilidosa la incapacidad de Carlos Floriano y Dolores de Cospedal para enlazar sujeto y predicado en una misma unidad sint¨¢ctica. Funciona adem¨¢s como ant¨ªdoto ante la irrupci¨®n a escala nacional de Albert Rivera, con quien comparte apostura y dial¨¦ctica de vendedor al que le comprar¨ªas el muestrario completo cruzado con nieto de diputado de la UCD.
El ¨²nico peligro para esta estrategia es que Pablo Casado no logre escapar de la trampa de ser nueva energ¨ªa para un viejo motor. Las palabras, por agradables y entonadas que suenen, delatan tambi¨¦n la propensi¨®n al ocultamiento y la distracci¨®n. El debate en televisi¨®n provoca la devoluci¨®n en caliente, se apalea al contrario y se le devuelve tras su valla de salida, pero no conviene despreciar la capacidad de alg¨²n espectador por encontrar consuelo a la desigualdad, la reforma apresurada de leyes, el desconcierto fiscal, la nula creaci¨®n de empleo de calidad, la competitividad basada en la precariedad laboral y el elogio ladino a los profesionales sanitarios y educativos mientras se les expone a carencias b¨¢sicas.
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