La literatura sin final
Grandes narradores han revisado su obra luchando hasta el agotamiento con cada palabra. Autores de distintas generaciones relatan los viajes de ida y vuelta en sus textos
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En el c¨¦lebre arranque de su novela El final del romance, Graham Greene escribi¨®: "Una historia no tiene ni principio ni final: uno escoge arbitrariamente el momento de la experiencia desde el que mira adelante o hacia atr¨¢s". Tal vez los novelistas puedan elegir el momento narrativo desde el que comienzan su relato, incluso aquel con el que lo acaban. Pero otra cosa muy diferente es cu¨¢ndo terminan de escribir una obra, porque muchos autores sienten que no lo hacen nunca. "Borges dec¨ªa que el concepto de 'obra definitiva' es s¨®lo fruto de la teolog¨ªa o del cansancio", recuerda Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), autor de Una historia de la lectura, y lector del autor argentino cuando perdi¨® la vista. La relaci¨®n de los escritores con sus obras es tan intensa como la relaci¨®n con sus propias vidas: algunos prefieren no mirar atr¨¢s, otros no paran de hacerlo, algunos son perfeccionistas hasta el infinito, otros prefieren que las obras se queden como est¨¢n. La mayor¨ªa de los autores, lo confiesen o no, no puede evitar observar por la cerradura su vida y, por lo tanto, de su escritura. Desde Marguerite Yourcenar hasta Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Milan Kundera, Ludwig Wittgenstein, que rechaz¨® las tesis de la obra que le convirti¨® en un autor mundialmente famoso, El Tractacus l¨®gico-philosophicus, o Kafka, que pidi¨® la destrucci¨®n de todos sus libros, la literatura universal est¨¢ llena de obras maestras, que los lectores consideran perfectas, pero cuyos autores nunca dieron por terminadas.
"La reescritura siempre ha sido para m¨ª una norma de trabajo, un texto art¨ªstico se puede corregir interminablemente", explica el poeta y narrador Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), premio Cervantes en 2012, cuyas poes¨ªas completas est¨¢n reunidas en Somos el tiempo que nos queda. El novelista Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), que recibi¨® el m¨¢ximo galard¨®n de las letras espa?olas, tambi¨¦n es un inagotable corrector: "He suprimido p¨¢ginas enteras de Juan sin Tierra y en otras obras no he tocado nada, m¨¢s all¨¢ de alguna errata. Toco cuando encuentro que lo que escribo no se corresponde con lo que espero del libro. La obra que cuenta es la que decide el autor. El que tenga una edici¨®n antigua de Juan sin Tierra o de La saga de los Marx debe saber que existe una edici¨®n posterior. La ¨²ltima es la que cuenta". "En todos he cambiado cosas", confiesa por su parte Javier Cercas (C¨¢ceres, 1962), que public¨® a finales de 2014 El impostor y una reedici¨®n de El vientre de la ballena, su tercera novela, en la que introdujo notables cambios. "Le hice una aut¨¦ntica liposucci¨®n, porque ten¨ªa la intuici¨®n de que la novela era celul¨ªtica y que dentro de ella hab¨ªa un buen libro; creo que la intuici¨®n era exacta", afirma el escritor, que antes hab¨ªa convertido su primera obra, el libro con cinco relatos El m¨®vil, en una novela corta con uno de ellos. "Ahora estoy releyendo Soldados de Salamina porque se va a publicar en mayo una edici¨®n revisada. He corregido adjetivos, m¨¢s de una frase de sintaxis pedregosa, incluso alg¨²n anacronismo. Los poemas no se acaban, dec¨ªa Val¨¦ry, s¨®lo se abandonan; con los libros pasa lo mismo". Como Caballero Bonald y Goytisolo, Cercas tiene claro que "la ¨²ltima versi¨®n siempre es la buena".
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Los ejemplos son infinitos. En el caso de la narradora Marta Sanz (Madrid, 1967), reescribi¨® su novela La lecci¨®n de anatom¨ªa, publicada en 2008 y reeditada en 2014. "No sent¨ª que traicionase a los lectores de la primera versi¨®n, al contrario, estoy muy agradecida de que me dieran la oportunidad de reescribir mi libro", explica. "Si el autor tiene sentido de la autocr¨ªtica, tiende a mejorar las cosas. Desengras¨¦ el estilo. Es en realidad un libro nuevo porque inclu¨ª dos cap¨ªtulos y parcel¨¦ de otra forma toda la narrativa. El bueno es el ¨²ltimo porque reflejamos lo que aprendemos". Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1947), ganador del Premio de la Cr¨ªtica con Crematorio y En la orilla, cree que no se pueden establecer reglas generales. Tras un periodo inagotable de reescritura ¡ª"a veces incluso pido al editor que me lo devuelva para seguir haciendo cambios"¡ª, se rinde finalmente y entrega el libro. "Una novela siempre tiene dos momentos de euforia para el autor: cuando lo terminas y el d¨ªa en que te llega el primer ejemplar. Pero luego empiezas a verle las grietas, los problemas, por eso escribes otro. La relaci¨®n de plenitud con un libro dura muy poco", afirma. Tiene obras que apenas ha tocado, como Mimoun, otra ha pedido que no sea reeditada ¡ªLa lucha final porque le qued¨® "sobreescrita"¡ª y de otra, La buena letra, quit¨® el ¨²ltimo cap¨ªtulo.
Isaac Rosa (Sevilla, 1974), ganador del Premio R¨®mulo Gallegos por El vano ayer y del Fundaci¨®n Jos¨¦ Manuel Lara por El pa¨ªs del miedo, lleg¨® incluso a dialogar e ironizar con el escritor que fue cuando le propusieron reeditar su primera novela, La malamemoria, ocho a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n. "Descart¨¦ de inmediato reeditarlo tal cual, me parec¨ªa un paso atr¨¢s. Pero vi otra posibilidad: enfrentarme con el escritor que fui, y hacerlo delante del lector. Releerme desde el escritor que hab¨ªa llegado a ser y hacerlo con toda la dureza que aquel primerizo merec¨ªa", se?ala. Rosa explica que su libro era un relato de la Guerra Civil y el franquismo, "novelas que provocan hast¨ªo en no pocos lectores, que exclaman ante el en¨¦simo t¨ªtulo: '?Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!", que fue el nombre con el que se qued¨® su obra. "Recuerdo que hubo lectores de aquella primera La malamemoria que se molestaron cuando la convert¨ª en Otra maldita novela... Y es que impugnar una novela es tambi¨¦n una impugnaci¨®n a los lectores que la apreciaron".
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Tambi¨¦n est¨¢n los escritores que, una vez terminado el libro, cuando ¨¦ste ha empezado su vida propia, se dan cuenta de que existen historias que, como ramas, surgen de sus p¨¢ginas. El escritor colombiano H¨¦ctor Abad Faciolince (Medell¨ªn, 1958), cuyo pr¨®ximo libro, La Oculta, aparecer¨¢ a mediados de marzo, explica c¨®mo surgi¨® una nueva obra de su novela m¨¢s c¨¦lebre, El olvido que seremos: "A veces en lo que uno escribe queda un hilo suelto, sin que lo sepamos, sin quererlo. Al final de El olvido yo mencionaba un poema que mi padre llevaba en el bolsillo cuando lo mataron, y dec¨ªa que ese poema era de Borges. Cuando el libro tuvo ¨¦xito (el ¨¦xito es siempre muy sospechoso), mis malquerientes dijeron que era doblemente mentiroso: que yo me hab¨ªa inventado la historia de ese poema en el bolsillo, y que adem¨¢s no era de Borges. El soneto, en efecto, no aparec¨ªa en ninguno de los libros publicados por Borges. Pero no era mentira que mi padre lo llevara en el bolsillo. As¨ª que aprovech¨¦ una beca que me dieron en Berl¨ªn para buscar de d¨®nde diablos hab¨ªa sacado mi padre ese poema. Tras una pesquisa detectivesca, creo que pude desenredar la historia: si en El olvido quise saber, por indicios, qui¨¦nes hab¨ªan matado a mi padre, en Traiciones de la memoria quise averiguar, con testimonios y documentos filol¨®gicos, qui¨¦n era el autor del poema".
Sin embargo, Abad Faciolince no es partidario de volver sobre lo escrito. "Creo que un libro es una especie de espejo de lo que uno era en el momento que lo escribi¨®. Como uno deja de ser el que era, ya hay muchas cosas de los viejos libros que te suenan extra?as, ajenas, incluso malas, entonces uno tiene la tentaci¨®n luciferina de cambiarlas. Pero al cambiarlas el libro se vuelve un h¨ªbrido que ya no funciona, pues el escritor de hoy es distinto al de hace 20 a?os, y los libros corregidos por el mismo autor quedan raros, como si hubieran sido escritos a dos manos", explica.
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Las obras literarias, el pensamiento filos¨®fico, son cuerpos vivos que respiran a trav¨¦s de la relaci¨®n que establecen con los lectores, pero tambi¨¦n porque nunca acaban de separarse totalmente de sus autores. "El libro tiene una autoridad sobre ti que t¨² no tienes sobre ¨¦l", asegura Rafael Chirbes. Sin embargo, los procesos de escritura pueden prolongarse hasta el infinito. Uno de los casos m¨¢s extremos es el de la belga Marguerite Yourcenar (1903-1987): Opus Nigrum, una de sus grandes novelas, fue primero un libro de relatos, publicado en 1934, La mort conduit l'attelage (La muerte conduce la carroza), transformados luego en una novela, publicada en 1968. Juan Ram¨®n Jim¨¦nez hac¨ªa tantos cambios en su obra que al final es imposible saber si es una sola obra o son varias: el libro/poema Espacio tiene una versi¨®n en prosa y otra en verso. Tambi¨¦n puede haber transformaciones peque?as pero cruciales. Alberto Manguel explica que "W.?H.?Auden cambi¨® sus versos y elimin¨® varios, porque dijo que se daba cuenta de que no eran ciertos". Por ejemplo, el c¨¦lebre verso 'We love one another or die' ('Nos amamos el uno al otro o morimos') lo suprimi¨® porque pens¨® que aunque nos amemos o no, la muerte es inevitable". El novelista y ensayista mexicano ?lvaro Enrigue (M¨¦xico, 1969), ganador del Premio Herralde de novela con Muerte s¨²bita, explica otra sutil pero inmensa diferencia entre versiones: "Se dice que en el ¨²ltimo manuscrito de Pedro P¨¢ramo, de Juan Rulfo (Apulco, 1917-M¨¦xico, 1986), la primera frase era: 'Fui a Comala' y que el 'Fui' est¨¢ tachado y encima dice 'Vine'. De ser cierta la leyenda, ser¨ªa el tipo de correcci¨®n que cambia la historia". Este novelista y profesor de literatura relata otras historias de escritores obsesivos: "Jos¨¦ Emilio Pacheco (M¨¦xico, 1939-2014, premio Cervantes en 2009) no permit¨ªa que se reimprimieran sus libros porque le parec¨ªan llenos de torpezas, aunque eran de una precisi¨®n estil¨ªstica admirable. Volv¨ªa locos a sus editores reteniendo las reimpresiones para leerlos y releerlos. Los ejemplares de sus libros en la biblioteca de la Universidad de Maryland, donde dio clases, est¨¢n todos corregidos a l¨¢piz por ¨¦l mismo. Algunos tienen correcciones sobre las correcciones". Pero ¨¦l mismo tampoco es ajeno al veneno de la reescritura como narrador: de su novela La muerte de un instalador existen cuatro ediciones. "La ¨²ltima, que es la que circula en Espa?a, la reescrib¨ª de principio a fin, palabra por palabra", asegura Enrigue. Sin embargo, afirma que nunca ha podido regresar a Hipotermia, en el que relata una depresi¨®n, porque es un tiempo al que no puede, ni quiere, volver.
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Carlos Gim¨¦nez (Madrid, 1941) volvi¨® en cambio a los momentos m¨¢s dolorosos de su vida para dibujar una de las obras maestras del c¨®mic europeo, Paracuellos, en el que relata su infancia en un Auxilio Social de la posguerra. Este tebeo ha sido reeditado en los ¨²ltimos a?os, como casi toda su obra. Sin embargo, un dibujante se enfrenta a la enorme dificultad que encarna cambiar una plancha. "Cada vez que se reedita un trabajo m¨ªo en espa?ol, me obligo a leerlo para comprobar que est¨¢ completo, que no est¨¢n cortadas las vi?etas y que no hay fallos de compaginaci¨®n", relata Gim¨¦nez. La voluntad de cambiar, de revivir el texto, se remonta casi al principio de la creaci¨®n literaria. El catedr¨¢tico de la Complutense Carlos Garc¨ªa Gual, uno de los m¨¢s respetados helenistas espa?oles, recuerda que "Hip¨®lito, de Eur¨ªpides, y Las nubes, de Arist¨®fanes, que leemos ahora son versiones corregidas por ellos de obras anteriores que no tuvieron ¨¦xito en su primera representaci¨®n teatral". "?Podemos ver en Las leyes, de Plat¨®n, una versi¨®n corregida de la utop¨ªa de La Rep¨²blica? En ese largo di¨¢logo de vejez, donde ya no sale S¨®crates, Plat¨®n postula un 'consejo nocturno' que en su af¨¢n inquisitorial habr¨ªa condenado a muerte a su esc¨¦ptico maestro. ?El viejo y escarmentado Plat¨®n desconfiaba ya del libre examen y de los ideales pol¨ªticos de anta?o?".
Estos cambios sobre cambios, versiones, b¨²squedas infinitas de palabras y de frases, marchas hacia delante y hacia atr¨¢s, hacen m¨¢s dif¨ªcil el trabajo de los fil¨®logos pero sin duda m¨¢s apasionante. El catedr¨¢tico de Lengua Espa?ola de la Universidad Aut¨®noma de Madrid Pedro ?lvarez de Miranda (Roma, 1953), miembro de la Real Academia Espa?ola, asegura: "Esos cambios son muy importantes para el fil¨®logo, las modificaciones que el autor introduce en un texto siempre tienen inter¨¦s. En el terreno de la lexicograf¨ªa, y en particular para la elaboraci¨®n de un diccionario hist¨®rico, es fundamental precisar la fecha de cada texto".
Cuando Philip Roth decidi¨® dejar de escribir se dedic¨® a releer las 31 novelas que hab¨ªa publicado entre 1959 y 2010. "Quer¨ªa saber si no hab¨ªa perdido el tiempo", explic¨® en 2014 a The New York Times. "Mi conclusi¨®n, despu¨¦s de terminar, se parece a unas palabras que pronunci¨® uno de mis h¨¦roes, el boxeador Joe Luis. Fue campe¨®n del mundo de los pesos pesados. Hab¨ªa nacido en el Viejo Sur, fue un ni?o negro sin educaci¨®n, parco en palabras. Cuando se retir¨® dijo para resumir su carrera: 'Lo he hecho lo mejor que pod¨ªa con lo que ten¨ªa". El combate de los grandes escritores con las palabras no se acaba nunca. S¨®lo el tiempo es capaz de derrotar los inagotables cambios que impone la imaginaci¨®n.
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