Ni Bruto, ni Casio: D¨¦cimo es el nombre clave en la muerte de C¨¦sar
Una investigaci¨®n sobre el asesinato de Julio C¨¦sar revela un nuevo personaje clave en el magnicidio de los idus de marzo
"El asesinato de Julio C¨¦sar es un carajal". As¨ª resumi¨®, con su habitual estilo directo, la gran latinista Mary Beard todos los hechos que rodearon el apu?alamiento del pol¨ªtico romano en el p¨®rtico de la Curia de Pompeyo, el 15 de marzo del 44 antes de nuestra era. En cualquier acontecimiento de esta magnitud, resulta casi imposible separar la leyenda de la historia, pero este caso es especialmente complejo por su enorme valor simb¨®lico y porque se cruz¨® Shakespeare de por medio. La fuerza de su obra es tan grande y la influencia de sus personajes tan profunda que se han apoderado de la realidad. Sin embargo, los historiadores siguen pele¨¢ndose con los hechos, luchando contra las leyendas. El profesor de cl¨¢sicas de la Universidad estadounidense de Cornell, Barry Strauss, acaba de publicar The Death of Caesar, un libro en el que lanza una novedosa teor¨ªa sobre lo que ocurri¨® en aquellos idus de marzo. "Hubo un tercer hombre en el complot para matar a C¨¦sar", explica Strauss, un experto en historia militar, autor de libros como La guerra de Espartaco o La batalla de Salamina. "Bruto y Casio no estaban solos. D¨¦cimo fue un personaje clave. Los conspiradores no eran aficionados, pol¨ªticos civiles, sino generales que organizaron el magnicidio con una precisi¨®n militar. Los gladiadores tambi¨¦n tuvieron un papel importante, al igual que varias mujeres de la ¨¦lite romana", prosigue Strauss (Nueva York, 1953) en una conversaci¨®n por correo electr¨®nico.
D¨¦cimo Junio Bruto Albino, compa?ero de armas de Julio C¨¦sar (100-44 antes de Cristo) en las Galias, aparece en todos los relatos sobre el asesinato, pero nunca en un papel protagonista, aunque algunas versiones se?alan que las famosas palabras "?t¨² tambi¨¦n, hijo m¨ªo?" iban dirigidas a ¨¦l, no al Bruto m¨¢s famoso. De hecho, Shakespeare cambi¨® su nombre y le llam¨® Decio en su Julio C¨¦sar. En el relato cl¨¢sico, es la persona que acude a casa de C¨¦sar para convencerle de que, pese a los malos augurios ¡ª"cuidaos de los idus de marzo"¡ª y de la pesadilla que ha sufrido su esposa, Calpurnia, que so?¨® su apu?alamiento, deb¨ªa acudir al Senado. "En los ¨²ltimos a?os, los estudiosos han recuperado a Nicol¨¢s de Damasco (64-4 antes de Cristo), una oscura figura, que era un joven en el 44 y que escribi¨® el relato m¨¢s antiguo del asesinato de C¨¦sar. Durante muchos a?os, fue desde?ado porque luego trabaj¨® para Augusto, el heredero de C¨¦sar y el primer emperador, y se pensaba que esa relaci¨®n hab¨ªa contaminado su visi¨®n. Sin embargo, ahora se le toma muy en serio y su narraci¨®n de los hechos es muy diferente, mucho menos idealista, que la de Plutarco, en la que luego se basa Shakespeare", afirma Strauss. Nuevos estudios han demostrado que los textos de Nicol¨¢s de Damasco merecen mayor atenci¨®n, as¨ª como su correspondencia con Cicer¨®n, que tambi¨¦n hab¨ªa sido olvidada.
En el relato cl¨¢sico, es Cayo Casio Longino el que impulsa el complot y el que logra convencer a Marco Junio Bruto, un noble patricio romano que nada en dudas entre su lealtad a C¨¦sar y su deber con la Rep¨²blica romana, que el creciente poder del conquistador de las Galias est¨¢ poniendo en peligro. "La culpa, Bruto, no est¨¢ en las estrellas", es, seg¨²n Shakespeare, la famosa frase con la que Casio le convence para participar en el magnicidio. D¨¦cimo, seg¨²n esta nueva versi¨®n, fue un personaje central tan importante como Casio, uno de los l¨ªderes de una conspiraci¨®n mucho ante todo militar. Combati¨® con C¨¦sar en la Galia y le apoy¨® durante toda la guerra civil. Sin embargo, por motivos que no est¨¢n totalmente claros, cambi¨® de bando. Strauss cree que el poder fue mucho m¨¢s importante que los principios. Se convirti¨® entonces en el ¨²nico conspirador en el c¨ªrculo ¨ªntimo de C¨¦sar y, por lo tanto, en el principal esp¨ªa.
Pocos autores creen que la intenci¨®n de los conspiradores (unos 60 aunque solo 20 tienen un nombre) era defender la democracia sino los privilegios de su clase. Mary Beard describe en La herencia viva de los cl¨¢sicos el magnicidio como "el chapucero asesinato de un ¨ªdolo del pueblo por un grupo de arist¨®cratas enojados en el nombre de (su propia) libertad". Ronald Syme, uno de los grandes investigadores del siglo XX de la historia de Roma, fallecido en 1989, escribe en su libro La revoluci¨®n romana: "Las tragedias de la historia no surgen del conflicto entre el bien y el mal convencionales. Son m¨¢s augustas y m¨¢s complejas. C¨¦sar y Bruto, los dos, ten¨ªan la raz¨®n de su parte".
Es precisamente esta complejidad lo que convierte el asesinato de C¨¦sar en un hecho ¨²nico, porque concentra todos los elementos que forjan una gran historia, la traici¨®n, la amistad, la lucha contra la tiran¨ªa, la nobleza, la mentira, la lealtad, la pol¨ªtica... Si a ello se suma Shakespeare y una incre¨ªble versi¨®n cinematogr¨¢fica de 1953 de Joseph L. Mankiewicz con John Gielgud, James Mason, Deborah Kerr y, sobre todo, Marlon Brando en su apogeo como Marco Antonio ("y, sin embargo, Bruto es un hombre honrado"), la historia se convierte en mito. Julio C¨¦sar encarna un momento clave de la historia de la humanidad, cuando Roma se debat¨ªa entre continuar siendo una Rep¨²blica o convertirse en un Imperio. Es un personaje que representa una de esas pocas encrucijadas en las que un camino u otro hubiesen cambiado la historia del mundo.
"Shakespeare ofrece un mito bell¨ªsimo sobre el asesinato, pero es un mito", afirma Strauss, cuyo libro est¨¢ publicado por Simon & Shuster aunque a¨²n no tiene editor en Espa?a. "Los asesinos reales no fueron amateurs y civiles, fueron generales y oficiales militares que tambi¨¦n fueron pol¨ªticos. Sab¨ªan c¨®mo llevar a cabo un complot con precisi¨®n militar y reclutar a gladiadores para ayudarlos. Las mujeres tambi¨¦n tuvieron un papel m¨¢s importante del que muestra Shakespeare, desde Cleopatra, que era la amante de C¨¦sar en el momento de su asesinato y se encontraba en su villa de los suburbios de Roma, hasta Fulvia, la esposa de Marco Antonio, y, en mi opini¨®n, la inspiradora de su discurso en el funeral de C¨¦sar".
Todav¨ªa quedan muchos misterios en torno a Julio C¨¦sar. Solo hace tres a?os, un equipo de arque¨®logos dirigido por el espa?ol Antonio Moterroso, investigador del CSIC, descubri¨® el lugar donde fue asesinado ¡ªen los restos arqueol¨®gicos que se encuentran en el Largo Argentina, en pleno centro de Roma¡ª. Los expertos siguen debatiendo sobre el emplazamiento exacto del Rubic¨®n, el r¨ªo clave en la historia de Julio C¨¦sar y de Europa. Al cruzarlo con sus tropas, viol¨® una de las m¨¢s profundas prohibiciones romanas (ning¨²n general pod¨ªa entrar con su Ej¨¦rcito en Italia) y desat¨® la guerra civil que le llevar¨ªa al poder absoluto. Como escribi¨® el historiador brit¨¢nico Adrian Goldsworthy al final de su biograf¨ªa C¨¦sar, "m¨¢s de dos mil a?os despu¨¦s su historia nos sigue fascinando. Una cosa es segura: estas no son las ¨²ltimas palabras que se escribir¨¢n acerca de Julio C¨¦sar". Ten¨ªa toda la raz¨®n.
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