El retorno de Tom Stoppard
Exitazo en Londres de 'The Hard Problem', con un brillante juego de ideas pero escaso desarrollo dram¨¢tico. Olivia Vinall encabeza el soberbio reparto
![Escena de 'The Hard Problem', en el National Theatre de Londres.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AQUMPGW66P4OBNCQ34JEOAF7TM.jpg?auth=51edfe747e15ae817191ae08fcc0999228bee694e8b11c6fd2db75e5881ee25e&width=414)
En la Dorfman (antes Cottesloe), la sala peque?a del National Theatre londinense, las entradas est¨¢n agotad¨ªsimas. No busquen grandes estrellas en el elenco. El principal reclamo de The Hard Problem es su autor, Tom Stoppard, que ha vuelto a la escena nueve a?os despu¨¦s de Rock¡¯n¡¯Roll. Singular premisa: Hilary, superdotada estudiante de psicolog¨ªa, est¨¢ obsesionada por el misterio de la conciencia, el ¡°dif¨ªcil problema¡± al que alude el t¨ªtulo. ?D¨®nde residen la alegr¨ªa, la pena, la identidad, los valores morales? ?En las c¨¦lulas nerviosas y la gen¨¦tica, como le dice Spike, su tutor? Hilary es creyente y reza cada noche, y sabe que la conciencia es tan dif¨ªcil de demostrar como la intervenci¨®n divina, pero no cesa de interrogarse. El grueso de The Hard Problem transcurre en el Instituto Krohl de neurociencia, al que la muchacha acude para cursar su doctorado, y que bien podr¨ªa llamarse Sorkinlandia: personajes inteligent¨ªsimos y controversias ultraveloces sobre pruebas psicol¨®gicas, alta estad¨ªstica, oscilaciones de los mercados o reacciones hormonales como factor de riesgo empresarial (y me dejo unas cuantas). S¨¦ lo que est¨¢n pensando: menuda empanada ha de ser esto. Pues no, porque Stoppard, que a sus 77 a?os no ha perdido un ¨¢pice de curiosidad ni de pasi¨®n por las ideas, sabe contagiar ambas al espectador. Sigue aprendiendo y queriendo compartir lo que ha descubierto, y eso es maravilloso. Lo malo es que luego trata de meter todos los huevos en la misma cesta y la cesta se le desborda. A Bernard Shaw le pasaba algo parecido: sobrecarga de debate y tendencia al portavocismo de los personajes.
Por otro lado, en el teatro de Stoppard siempre ha habido una suerte de pugilato entre cerebro y coraz¨®n, que alcanz¨® un perfecto balance en Arcadia (1993), para mi gusto su pieza m¨¢s redonda. En La costa de Utop¨ªa (2002) y en Rock¡¯n¡¯Roll (2006), la potencia de la trama corr¨ªa pareja al juego ideol¨®gico. Yo creo que eso suced¨ªa porque, de entrada, eran mucho m¨¢s largas y le daba tiempo a desarrollar los dos vectores. The Hard Problem, que apenas dura hora y media, quiz¨¢s se le ha quedado corta para todo lo que quer¨ªa contar. No encuentro aqu¨ª un personaje tan rico ni tan bien dibujado como el viejo profesor marxista de Rock¡¯n¡¯Roll, ni he sentido el intenso p¨¢lpito humano que empujaba a los protagonistas de Utop¨ªa a abrazar por igual la filosof¨ªa de Kant (¡°?Kant is the man!¡±, gritaban, con alborozo infantil) y la revuelta de la Comuna de Par¨ªs. Tampoco atrapo el verdadero conflicto de Hilary, su motor, pues la cuesti¨®n de la conciencia, diamantinamente expuesto en las primeras escenas, no acaba de tener un desarrollo dram¨¢tico, o al menos a m¨ª se me escapa. Solo advierto en la ¨²ltima escena la afloraci¨®n de una coincidencia casi cu¨¢ntica tan descomunal, tan de melodrama victoriano, que roza el milagro en el sentido m¨¢s espiritual del t¨¦rmino, pero dir¨ªa que eso no sacia la enormidad de la pregunta: comprendo que el ¡°hard problem¡± es filos¨®fica y cient¨ªficamente inabarcable, aunque un cerebro del calibre de Stoppard se lo pod¨ªa haber currado un poco m¨¢s.
La verdad es que si me preguntan qu¨¦ ocurre realmente en esta comedia me ponen en un brete
La verdad es que si me preguntan qu¨¦ ocurre realmente en esta comedia me ponen en un brete. Tuve esa sensaci¨®n de estar recibiendo un bombardeo de ideas, muy brillantes, muy bien expresadas, pero sin saber muy bien qu¨¦ me estaban contando ni d¨®nde iba a parar todo aquello. Veo dos historias claras. Una no puedo revelarla; solo la he insinuado. La otra es un peque?o suspense, bien armado, en torno a unas pruebas psicol¨®gicas sobre patrones de conducta infantil, que detonar¨¢ la conclusi¨®n del relato.
Olivia Vinall, que se dio a conocer en el NT con dos personajes de intensa bondad (Desd¨¦mona en Otelo, Cordelia en Lear), da muy bien esa luz altruista de Hilary, y la alacridad de su inteligencia, y su fiereza competitiva, porque tampoco es una santita de yeso. Muy buena elecci¨®n de Nicholas Hytner, al igual que Hayley Canham para el personaje de la peque?a Cathy: tiene una semejanza temperamental con Hilary, sabiamente afianzada por Stoppard, que suele bordar los perfiles de ni?as (o adolescentes) ¨¢vidas de conocimiento, como la Thomasina Coverley de Arcadia. Tambi¨¦n me parece muy sugestiva, pese a lo exiguo de su perfil, la relaci¨®n de Jerry Krohl (Anthony Calf), el millonario fundador y director del instituto, con su hija. Krohl muestra dos ¨²nicas facetas: brutal tibur¨®n de las finanzas, de asper¨ªsimo trato con socios y subordinados, y padre que conecta con la cr¨ªa de una manera tan pura como Glenn Ford con su reto?o en El noviazgo del padre de Eddie, de Minnelli: la escena del desayuno parece impregnada en el aroma de aquella deliciosa comedia.
Me gustaban tanto Cathy y su padre en esa escena que dese¨¦ con ganas que la historia girase de golpe, y que se fueran de merienda con Hilary, y que hablasen de otros asuntos m¨¢s (aparentemente) triviales, como en una novela de Turgueniev o, claro, en La costa de Utop¨ªa.
El grueso de la obra transcurre en el Instituto Krohl de neurociencia, que bien podr¨ªa llamarse Sorkinlandia: personajes inteligent¨ªsimos y controversias ultraveloces
Los restantes personajes me interesaron menos. A Spike (Damien Moloney), el tutor de Hilary, ya no le caben m¨¢s defectos: inteligente hasta decir basta, pero eg¨®latra, viperino, cazador de alumnas y con muy mala bebida. No pude evitar pensar que Ursula (Lucy Robinson) parece un hada de La bella durmiente con r¨¦plicas mordaces, o que Leo (Jonathan Coy), el jefe y protector de Olivia, apenas existe m¨¢s all¨¢ de sus razonamientos. O que la ¨²nica funci¨®n de Julia (Rosie Hilal), la profesora de Pilates del instituto, antigua compa?era de estudios de Hilary, parece ser la de suministrarnos informaci¨®n acerca del pasado de la protagonista.
Entonces ?no me ha gustado The Hard Problem? S¨ª, por curioso que parezca. Echo de menos lo que falta, pero disfrut¨¦ con lo que hay, y con el juego de los actores, que est¨¢n fant¨¢sticos, y porque Nicholas Hytner, que con este montaje cierra su espl¨¦ndido mandato (12 a?os al frente del NT), ha conseguido que los di¨¢logos fluyan como el agua, con una velocidad y una ligereza extremas, y que no aburra ni por un momento.
Tambi¨¦n he visto en Londres Panorama desde el puente, de Miller, en una extraordinaria puesta de Ivo Van Hove, en el Windham¡¯s, y The Nether, de Jennifer Haley, dirigida por Jeremy Herrin, en el Duke of York: floja producci¨®n de un inquietante y poderoso texto. En breve se lo cuento.
The Hard Problem. De Tom Stoppard. Director: Nicholas Hytner. Int¨¦rpretes: Olivia Vinall, Anthony Calf, Damien Moloney y Lucy Robinson, entre otros. National Theatre. Londres. Hasta el 27 de mayo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.