El Estado de las ¡®teleautonom¨ªas¡¯
Trece entes regionales surgieron en Espa?a con la democracia en un modelo que favoreci¨® el despilfarro y el sectarismo informativo
El expresidente de Cantabria Miguel ?ngel Revilla siempre reneg¨® de la posibilidad de lanzar un canal auton¨®mico. Argumentaba que prefer¨ªa destinar el dinero a la sanidad o la educaci¨®n, dando a entender que la televisi¨®n no puede ser servicio p¨²blico de apoyo a la sanidad o la educaci¨®n. Su ecuaci¨®n cal¨® en los Gobiernos regionales y algunos la aprovecharon para jibarizar, e incluso suprimir de un plumazo, la televisi¨®n auton¨®mica. A Alberto Fabra no le tembl¨® la mano para cerrar Canal 9 y ahora que se aproximan las elecciones municipales y auton¨®micas, algunos dirigentes del PP valenciano a?oran ¡°una pantalla amiga¡±.
Canal 9, al igual que Telemadrid ¡ªreducida a la m¨ªnima expresi¨®n tras un ERE que afect¨® a dos tercios de la plantilla¡ª, TV3 en Catalu?a o Canal Sur crecieron de manera desmesurada. Acumularon deudas colosales (en el caso de la valenciana, el agujero super¨® los 1.200 millones de euros) y en ocasiones hundieron su prestigio bajo un manto de acusaciones de manipulaci¨®n informativa. Y fue esa p¨¦sima gesti¨®n la que fundi¨® su pantalla a negro. Desde su nacimiento, las auton¨®micas heredaron los vicios de la peor televisi¨®n estatal: servilismo pol¨ªtico, sectarismo informativo, enchufismo, tr¨¢fico de influencias, gastos desmesurados. Aunque tambi¨¦n mostraban una cara positiva: promov¨ªan las lenguas cooficiales, contribu¨ªan a la vertebraci¨®n social y cultural y ofrec¨ªan contenidos de proximidad.
Muchos te¨®ricos defienden la existencia de estas cadenas en las comunidades con lengua propia. La investigadora de la Universidad de Sevilla Mar¨ªa Lamuedra mantiene que el modelo territorial espa?ol, con 17 comunidades aut¨®nomas (y sus Parlamentos), hace necesario que los poderes p¨²blicos aseguren la existencia de una televisi¨®n capaz de ofrecer a los ciudadanos informaci¨®n suficiente para elegir a sus representantes pol¨ªticos y tambi¨¦n para fiscalizar su trabajo.
Esta complejidad de identidades regionales ha sido, precisamente, un f¨¦rtil caldo de cultivo para los medios audiovisuales. A su amparo han crecido 13 entes regionales. Cantabria, La Rioja y Navarra han renunciado a tener un medio p¨²blico y Castilla-Le¨®n entreg¨® la gesti¨®n a la iniciativa privada. Pero no todas las corporaciones son iguales. La catalana cuenta con cinco se?ales diferentes y la andaluza ha unificado la parrilla de las dos cadenas de Canal Sur para ahorrar. Y en los ¨²ltimos a?os, todas las compa?¨ªas se han apretado el cintur¨®n: han cerrado canales, se han desprendido de los millonarios derechos deportivos y han recortado plantillas. Y aunque la ley permite privatizar la televisi¨®n, solo Murcia ha dado el paso al frente. Hace un mes adjudic¨® a la productora Secuoya el concurso para la gesti¨®n integral de 7RM (programas, informativos, comercializaci¨®n publicitaria) por tres a?os, prorrogable a otros tres, por un total de 72 millones de euros. El resto de las empresas licitadoras han impugnado la adjudicaci¨®n por ¡°sospechas de irregularidades¡± y ¡°arbitrariedades en las puntuaciones subjetivas¡±. Hacienda ha paralizado el proceso hasta que se resuelvan las reclamaciones.
Con presupuestos menguantes y plantillas diezmadas, los 13 canales agrupados en la FORTA (Federaci¨®n de Organismos o Entidades de Radio y Televisi¨®n Auton¨®micos) pierden cada vez m¨¢s audiencia. En 2014, alcanzaron una cuota de pantalla del 8 %, un porcentaje muy alejado del 13,6 % que conquistaron en 2009. Y sus ingresos publicitarios han descendido de una manera preocupante. Solo la generosa subvenci¨®n p¨²blica (alrededor de 500 millones) les garantiza su supervivencia.
Aunque la ley permite privatizar la televisi¨®n, solo Murcia ha dado el paso
?Es un modelo viable? A las televisiones p¨²blicas no solo hay que pedirles que sean rentables econ¨®micamente; tambi¨¦n deben serlo socialmente. Aunque tambi¨¦n ser¨ªa necesario que soltaran el lastre de la politizaci¨®n, el sectarismo pol¨ªtico y el amiguismo en la contrataci¨®n de productoras. Una cadena generalista austera puede cumplir una funci¨®n de servicio p¨²blico, como dice el profesor de la Universidad Complutense Rafael D¨ªaz Arias, para quien los entes de radio y televisi¨®n han sido un elemento importante para el desarrollo del Estado de las autonom¨ªas.
La cuesti¨®n es si este es el mejor modelo o si hubiera sido m¨¢s acertado apostar por un sistema similar al alem¨¢n, donde la ARD (integrada y financiada por las filiales territoriales, los canales de los l?nder) opera como si fuera una especie de potente FORTA nacional. Sindicar programas en una cadena estatal es una de las f¨®rmulas que han propuesto los expertos, aunque a la hora de la verdad se ha visto que la ¨²nica argamasa capaz de unir a las auton¨®micas es el f¨²tbol.
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