La religiosidad del Caudillo
Tras la serie de EL PA?S sobre los documentos de la Fundaci¨®n Casta?¨¦, el autor escribe sobre la relaci¨®n entre el dictador y la Iglesia cat¨®lica

Las fuentes primeras son la sustancia de la historia, la materia a partir de la cual los historiadores evaluamos los hechos y a la gente implicada en ellos, como participantes o como testigos.
Los documentos de la Fundaci¨®n Jos¨¦ Mar¨ªa Casta?¨¦ que EL PA?S ha reproducido y comentado pertenecen a esa categor¨ªa. Un claro ejemplo es el intercambio de correspondencia entre el entonces sacerdote falangista Jos¨¦ Mar¨ªa Llanos y el asistente de Franco Julio Mu?oz Aguilar, en 1943, que nos sit¨²a en el pista de la religiosidad de Franco, del inter¨¦s eclesi¨¢stico por conducirla y del uso beneficioso que de ¨¦l hizo el Caudillo.
Franco era ¡°cat¨®lico pr¨¢ctico de toda la vida¡±. As¨ª lo ve¨ªa el cardenal Isidro Gom¨¢, primado de la Iglesia espa?ola, cuando le habl¨® de ¨¦l por primera vez al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli, futuro P¨ªo XII, el 24 de octubre de 1936. Gom¨¢ no hab¨ªa mantenido todav¨ªa contacto personal con Franco, pero ya percib¨ªa ¡°que ser¨¢ un gran colaborador de la obra de la Iglesia desde el alto sitio que ocupa¡±.
A ese alto sitio le hab¨ªan encaramado sus compa?eros militares de rebeli¨®n el 1 de octubre de 1936. Gom¨¢ le envi¨® un telegrama de felicitaci¨®n por su elecci¨®n de ¡°Jefe de Gobierno del Estado Espa?ol¡± y Franco le contest¨® que, al asumir esa jefatura, ¡°con todas sus responsabilidades, no pod¨ªa recibir mejor auxilio que la bendici¨®n de Vuestra Eminencia¡±. "Rece", le ped¨ªa Franco," ruegue a Dios en sus oraciones que me ilumine y de fuerzas bastantes para la ¨ªmproba tarea de crear una nueva Espa?a¡±.
Franco cuidaba ya por esas fechas, tres meses despu¨¦s del golpe de Estado contra la Rep¨²blica, de pregonar su religiosidad. Hab¨ªa captado, como la mayor¨ªa de sus compa?eros de armas, lo importante que era meter la religi¨®n en sus declaraciones p¨²blicas y fundirse con el ¡°pueblo¡± en solemnes actos religiosos.
Una vez establecido como jefe de la Espa?a llamada nacional, cuenta Paul Preston, sus propagandistas moldearon una imagen de ¡°gran cruzado cat¨®lico¡± y su religiosidad p¨²blica, apenas perceptible hasta ese momento, experiment¨® una notable transformaci¨®n. Desde el 4 de octubre de 1936, hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975, Franco tuvo un capell¨¢n privado, el padre Jos¨¦ Mar¨ªa Bulart. O¨ªa misa todos los d¨ªas y, cuando pod¨ªa, se juntaba por la tarde con su se?ora, Carmen Polo y Mart¨ªnez de Vald¨¦s, a rezar el rosario. Era un ¡°cristiano ejemplar¡±, un ¡°bon¨ªsimo cat¨®lico¡±, dec¨ªa el cardenal Gom¨¢, ¡°que no concibe el Estado espa?ol fuera de sus l¨ªneas tradicionales de catolicismo en todos los ¨®rdenes¡±.
Obispos, sacerdotes y religiosos comenzaron a tratarlo como un enviado de Dios para poner orden en la ¡°ciudad terrenal¡± y Franco acab¨® creyendo que, efectivamente, ten¨ªa una relaci¨®n especial con la divina providencia.
Tras la victoria de su ej¨¦rcito en la Guerra Civil, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica se plante¨® muy en serio el objetivo de ¡°recatolizar¡± Espa?a. La Iglesia era el alma del nuevo Estado, resucitada despu¨¦s de la muerte a la que le hab¨ªa sometido la Rep¨²blica y el anticlericalismo. La Iglesia y la religi¨®n cat¨®lica lo inundaron todo: la ense?anza, las costumbres, la Administraci¨®n y los centros de poder. Los ritos y manifestaciones lit¨²rgicas, las procesiones y las misas de campa?a convivieron con el saludo romano, llamado nacional en vez de fascista, el canto del Cara al sol y el culto al jefe, cuyo rostro se recordaba en las monedas con la leyenda ¡°Caudillo de Espa?a por la gracia de Dios¡±.
Tras la derrota de los fascismos en la Segunda Guerra Mundial, la defensa del catolicismo como un componente b¨¢sico de la historia de Espa?a sirvi¨® a la dictadura de pantalla en ese per¨ªodo crucial para su supervivencia. El nacionalcatolicismo acab¨® imponi¨¦ndose en una pa¨ªs convertido en reino sin rey en 1947, aunque ten¨ªa Caudillo, y en el que el partido ¨²nico dej¨® de tener aliados en Europa a partir de 1945. Franco era como un rey de la edad de oro de la monarqu¨ªa espa?ola, entrando y saliendo de las iglesias bajo palio.
Muri¨® tres d¨¦cadas despu¨¦s bendecido por la Iglesia, sacralizado, equiparado a los santos m¨¢s grandes de la historia. Canonistas, benedictinos, dominicos y otros eclesi¨¢sticos pidieron ¡°la instrucci¨®n de la causa de Canonizaci¨®n¡±. Como hab¨ªa solicitado el padre Llanos, Franco y su esposa tuvieron en diversas ocasiones sus ejercicios espirituales, dirigidos por ¨¦l y, entre otros, por Josemar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer, Aniceto de Castro Albarr¨¢n o Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Lahiguera, arzobispo de Valencia en 1975, quien en la homil¨ªa del funeral que le dedic¨® dijo de ¨¦l que era un ¡°hombre de fe, caridad y humildad¡±.
En ese momento, el padre Jos¨¦ Mar¨ªa Llanos ya hab¨ªa hecho el viaje desde el falangismo al comunismo y al compromiso con los pobres, el mismo que hizo una parte del clero desde la Cruzada a la disidencia y lucha contra la dictadura. Atr¨¢s quedaban cuarenta a?os de historia de Espa?a dominada por ¡°el enviado de Dios hecho Caudillo¡±.
Juli¨¢n Casanova es autor y coordinador de Cuarenta a?os con Franco (Cr¨ªtica).
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