El Soro no tuvo ¡®verg¨¹enza¡¯
Ha debido reaparecer un torero maltratado para abrir los ojos a m¨¢s de uno
Vicente Ruiz alcanz¨® ayer la categor¨ªa de h¨¦roe porque lleg¨® a la meta inalcanzable de su sue?o. Volver a vestir el traje de luces tras 21 a?os de desagradable olor a cloroformo, de quir¨®fano en quir¨®fano, y hacer el pase¨ªllo tratando de ocultar con gallard¨ªa la cojera de una pierna bi¨®nica es una machada que solo puede hacer un torero. Vicente Ruiz era un hombre henchido de motivaci¨®n, enemigo de su propio destino, que se propuso y consigui¨® romper las leyes de la l¨®gica.
Y resucit¨® El Soro. Embriagado por la emoci¨®n, empujado por su gente, agigantado por su esp¨ªritu de lucha, se olvid¨® de sus graves deficiencias f¨ªsicas y capote¨® con la celeridad y bullanguer¨ªa que le hicieron famoso; clav¨® banderillas en el t¨²nel del tiempo, con una facilidad impropia de su situaci¨®n, y mulete¨® como la misma t¨¦cnica tosca y tremendista de sus buenos tiempos. Y triunf¨®.
Lo curioso es que mientras el hombre-torero se bat¨ªa en duelo mortal contra las adversas circunstancias de su vida, las redes sociales se rasgaban las vestiduras ante el espect¨¢culo sorista: ¡®degradante¡¯, ¡®lastimoso¡¯, ¡®grotesco¡¯, ¡®lo nunca visto en una plaza¡¯, ¡®me voy¡¯¡
Ciertamente, la imagen no era est¨¦tica. Al cuerpo del torero le sobran kilos y tornillos, encogido todo ¨¦l, y carece de las facultades f¨ªsicas que se le suponen a quien pisa el albero. Pero El Soro triunf¨® -?en una plaza de primera!- a su modo de siempre ante un toro anovillado, inv¨¢lido, lisiado y moribundo.
El mismo tipo de toro al que momentos despu¨¦s se enfrentaron dos reconocidas figuras como Ponce y Manzanares; pero, qu¨¦ casualidad, hab¨ªa desaparecido como por arte de magia la grotesca situaci¨®n para quienes minutos antes se hab¨ªan sentido presos del esc¨¢ndalo.
?Acaso no es mucho m¨¢s lastimoso el constante espect¨¢culo de toros renqueantes, tullidos, aborregados y amorfos que se lidian cada d¨ªa por exigencias de las figuras?
El pecado de El Soro es que ha dejado a la torer¨ªa moderna con el trasero al aire; ha demostrado que un torero con una rodilla destrozada y entrado en a?os puede triunfar con el toro de hoy. El Soro (sin propon¨¦rselo) no tuvo verg¨¹enza -reparo y rubor- en ense?arle al mundo que el espect¨¢culo verdaderamente deplorable no era el suyo, sino el de quienes cada tarde intentan enga?arnos con un toro con cara de sardina y esp¨ªritu desva¨ªdo.
El Soro ha cumplido su sue?o y, quiz¨¢, por fortuna, la voltereta en el segundo toro le pondr¨¢ los pies en el suelo. Cuatro o cinco meses de reposo para que las v¨¦rtebras fracturadas vuelvan a su sitio es el mejor tratamiento para que vuelen de su cabeza otros sue?os de una gloria ya pret¨¦rita para el torero valenciano.
Pero lo que son las cosas: ha debido reaparecer un torero maltratado por la vida, sin futuro en el ruedo y con una cojera evidente para abrir los ojos a m¨¢s de uno.
Ayer, lo grotesco no fue la lecci¨®n de coraje y hombr¨ªa de Vicente Ruiz El Soro, sino que el toro de hoy permita que un torero discapacitado triunfe con ¨¦l.
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