El placer en serie nos salva las noches
?Qui¨¦n pod¨ªa intuir que las series de televisi¨®n, algo ancestralmente despreciado por la cinefilia pura y dura, se convertir¨ªan en las guardianas de las esencias del gran cine?
Una amiga m¨ªa, al preguntarle por su estado de ¨¢nimo despu¨¦s de varias, graves e irreparables roturas sentimentales, indagando sobre su convivencia con ese temible asaltante nocturno llamado soledad (tambi¨¦n diurno, pero su ataque puede ser m¨¢s llevadero), me aclara con relativa tranquilidad que ha sustituido a sus parejas por el enganche a las series de televisi¨®n. Y me recalca que no hay p¨¢nico ni anticipada claustrofobia al abrir la puerta de su casa al atardecer, porque sabe que el nuevo novio que la est¨¢ esperando va a endulzar sus horas antes de que Morfeo bendiga su sue?o. Y a veces, sin tener que dar cuentas a nadie, est¨¢ en gozosa compa?¨ªa de ese adictivo amante hasta el amanecer. Y ma?ana m¨¢s. O sea, Arcadia todas las noches, como titul¨® Guillermo Cabrera Infante uno de sus hermosos tributos a ese cine que tantas veces le provoc¨® el nirvana.
Compartir la visi¨®n simult¨¢nea de las series con la persona con la que vives, al parecer, puede generar notables desencuentros, celos, la sensaci¨®n de que la persona amada se ha saltado las reglas y ha visto en plan furtivo varios cap¨ªtulos de ese placer que hab¨ªan acordado disfrutar al mismo tiempo. He sido testigo de enfrentamientos verbales tragic¨®micos al descubrir que ya no pod¨ªan seguir el mismo ritmo porque una de las partes hab¨ªa continuado devorando esa serie, cuando su pareja se hab¨ªa dormido, o estaba trabajando, o llevando a las criaturas al colegio o al parque. Hab¨ªa transgredido ego¨ªstamente el acuerdo. Y es lo que ocurre con las drogas duras. Las necesitas siempre, aqu¨ª y ahora, sin esperar a tu colega o a tu amante. Pero en la mayor¨ªa de los casos no llega la sangre al r¨ªo. La parte estafada tal vez perdone la traici¨®n, intente ponerse al d¨ªa con el coloc¨®n de su pareja o, con dolor en su alma, decida que no contin¨²a el desarrollo de esa serie que le hab¨ªa seducido en nombre de la armon¨ªa familiar.
Compartir la visi¨®n simult¨¢nea de las series con la persona con la que vives, al parecer, puede generar notables desencuentros y celos
?Qui¨¦n pod¨ªa intuir que las series, algo ancestralmente despreciado por la ci?ne?fi?lia pura y dura, se convertir¨ªan en las guardianas de las esencias del gran cine, que los creadores m¨¢s potentes, cl¨¢sicos o posmodernos, que volcaron su talento en la gran pantalla se sentir¨ªan ansiosos de trabajar para la peque?a, que el mayor inter¨¦s de tantos amantes con paladar de la sala oscura podr¨ªa concentrarse en c¨®mo ser¨¢ la segunda temporada de una serie extraordinaria como True Detective?
Tampoco era previsible que una de las series m¨¢s poderosas, por su calidad y por el im¨¢n que posee para p¨²blicos muy variados, como es Juego de tronos estrene simult¨¢neamente su quinta temporada en Estados Unidos y otros 170 pa¨ªses. Lo que me plantea cu¨¢ntas naciones forman la Tierra. No me imaginaba que hubiera tantas. Imagino que decisi¨®n tan universal obedece a las estrategias econ¨®micas de HBO, a pon¨¦rselo muy crudo al pirateo, a que la pasta que se invierte en marketing no haya que diversificarla con posteriores lanzamientos en cada pa¨ªs, a que los fans de cualquier lugar del universo se sientan tan importantes y mimados como los moradores del Imperio. Y tampoco es normal ni convencional que con determinadas series, como la tercera temporada de House of Cards, Canal Plus, d¨ªas antes de comenzar a emitirla semanalmente, exhiba en un atrac¨®n ininterrumpido, desde las once de la ma?ana hasta las doce de la noche, los 13 episodios de las ¨²ltimas, perversas y c¨ªnicas aventuras de Frank Underwood y su sofisticada esposa, esa temible pareja que solo desea pincharse poder en vena, a costa de ir dejando cad¨¢veres f¨ªsicos o an¨ªmicos en su tortuosa e implacable adicci¨®n. Y, por supuesto, acceder al privilegio de ser testigos desde su inicio de esas series que han transformado la televisi¨®n no es gratis. Las ofrece la televisi¨®n de pago. La gente que lo tiene chungo para llegar a fin de mes cubriendo sus necesidades elementales y que no ha renunciado a su pasi¨®n por las grandes series, forzosamente, se convertir¨¢ en bucaneros inform¨¢ticos o se resignar¨¢ a que, mucho tiempo despu¨¦s, las televisiones abiertas, a pesar de su lamentable y despreciable certidumbre de que las margaritas no son para los cerdos, decidan exhibir algunas de ellas. Nunca en prime time, m¨¢s bien como saldos de madrugada para sus espectadores raritos. Y si el aficionado no dispone de televisi¨®n de pago, pero s¨ª de una econom¨ªa saneada que le permita comprar esas series en los muy caros DVD y Blue-ray, la espera tambi¨¦n ser¨¢ larga, pero menos. Suponiendo que aparezca en este mercado con s¨ªntomas de agon¨ªa. Yo, al menos, solo constato a mi persona y a otros tres o cuatro n¨¢ufragos cada vez que me doy una vuelta por ese departamento en los grandes almacenes de ocio. Despu¨¦s de nueve a?os, sigue in¨¦?di?ta en Espa?a para los compradores de series la tercera temporada de ese western magistral titulado Deadwood.
He escrito alguna vez en estas p¨¢ginas de un libro imprescindible, titulado Hombres fuera de serie, que indaga en la grandeza (y tambi¨¦n algunas miserias) de los creadores de tanta serie ilustre. El esplendor es duradero y ser¨ªa alentador, aunque tambi¨¦n ut¨®pico, pensar que va a ser inacabable. El nacimiento de Los Soprano fue en 1999; dos a?os m¨¢s tarde lo hizo A dos metros bajo tierra, y en 2002 vio la luz la indestronable reina. Para mis anormales gustos, que al parecer son los de muchos. O sea: The Wire. Creo haberlas vuelto a devorar, del primero al ¨²ltimo cap¨ªtulo, como media docena de veces. Y no envejecen, mi placer se renueva aunque me las sepa de memoria. Pero siempre hay alg¨²n matiz que antes no hab¨ªas pillado. Di¨¢logos, situaciones y personajes enriquecen su dimensi¨®n. Y percibes c¨®mo la s¨®rdida, tragic¨®mica, tan humana a ratos, aunque lo suficientemente honrada historia de Los Soprano (cuando crees que puedes identificarte o sentirte cercano a lo que le ocurre a esa gente, sus inventores te recuerdan la salvaje naturaleza de su trabajo, que te est¨¢n hablando de la esencia y la metodolog¨ªa de la Mafia), se enriquece argumentalmente el estilo narrativo cuando llegan Matthew Weiner y Terence Winter. Posteriormente, uno crear¨¢ Mad Men y el otro Boardwalk Empire, dos series espl¨¦ndidas, aunque la primera sufra de desmayos en sus etapas finales. Y notas que muchas de las complejas e inteligentes caracter¨ªsticas de ambos guionistas y creadores ya florec¨ªan en Los Soprano. Y, por cierto, cada vez que aparecen fatigosos cap¨ªtulos describiendo los sue?os de Tony Soprano, inevitablemente llevan la firma de David Chase, su creador.
Juego de tronos estrena simult¨¢neamente su quinta temporada en EE UU y otros 170 pa¨ªses. No me imaginaba que hubiera tantas naciones
No conozco mejores t¨ªtulos de cr¨¦dito que los que encabezaban A dos metros bajo tierra, esa serie admirable que ten¨ªa el atrevimiento de estar concebida desde una funeraria. De acuerdo, su inventor, Alan Ball, posteriormente se refugi¨® con ¨¦xito de audiencia en la modernidad m¨¢s tonta, en el gore desmadrado, ir¨®nico y presuntamente er¨®tico que representaban los olvidables vampiros de True Blood. Y ?qu¨¦ contar de The Wire?, esa obra maestra de David Simon, en la que no falta ni sobra nada a lo largo de cinco temporadas memorables en las que hablan con lucidez escalofriante, sentimiento y aroma de gran cine de la pol¨ªtica, la corrupci¨®n en todas su formas, los supermercados callejeros de la droga, la educaci¨®n, el periodismo. Y con personajes destinados a permanecer en la retina y en el o¨ªdo. Que cada cual elija a sus favoritos. Todos estaremos cargados de raz¨®n en nuestras diversas elecciones, tipos paridos, adem¨¢s de por Simon y Ed Burns, por escritores con tanta personalidad y talento como Dennis Lehane, Richard Price y George Pelecanos.
Qu¨¦ acorazada y hermosa filmoteca podr¨ªa formarse con todas las series que he citado y otras como Roma, Masters of Sex, Band of Brothers, Treme, Homeland, The Corner, Sherlock, Black Mirror y Breaking Bad. Y no me olvido de The Good Wife, Perdidos y todas las que ha parido ese se?or tan sobrevalorado, que intenta restregarte lo agudo y brillante que es en cada l¨ªnea que escribe, llamado Aaron Sorkin. S¨¦ que tienen muchos y selectivos fans. Simplemente, no son mi rollo, no les pillo el punto.
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