El arte perdido de la seducci¨®n
Divertida y picaresca, Kjaerstad nos cautiva y nos frustra a la vez en 'El seductor' con una relaci¨®n nunca realizada. El placer de leerlo est¨¢ en las disgresiones y en su imaginaci¨®n
La seducci¨®n fue siempre un arte perdido y por tanto ansiado. Ser aquel (o aquella) a cuyos pies caen hombres y mujeres flechados por el peque?o dios Eros, sentirnos atractivos y, por eso, poderosos, captar la mirada y el coraz¨®n ajeno, son sue?os a los que ni siquiera las poderosas sirenas escaparon. La literatura registra fielmente este deseo de ser deseado, y tambi¨¦n su frustraci¨®n y su tristeza, en las palabras de la terrible diosa que no logra seducir al rey Gilgamesh, en la resignaci¨®n de Circe al no poder retener a Ulises, en las infelices aventuras del persistente Don Juan Tenorio, en las fanfarronadas de Casanova, en la terrible sonrisa de Marlene Dietrich en El ¨¢ngel azul. A pesar de tantas lecciones, seguimos queriendo aprender a seducir, sin jam¨¢s lograr saber c¨®mo ser verdaderos y eficaces seductores.
La divertida novela del noruego Jan Kjaerstad (best seller en su pa¨ªs) nos seduce con la promesa del t¨ªtulo y nos frustra, a lo largo de m¨¢s de 600 tupidas p¨¢ginas, con una seducci¨®n nunca del todo realizada. Inspirado en la novela picaresca tradicional ¡ªsombras de la Lozana Andaluza y de Tom Jones¡ª, Kjaerstad nos cuenta el lento y laborioso camino de un joven noruego, Jonas Wergeland, quien se enamora perdidamente de una sonrisa que persigue implacablemente por el mundo para al fin (el lector no pierde nada con saberlo) lograr seducirla y tambi¨¦n perderla.
La novela empieza por donde acaba: de regreso a Oslo de la Feria Universal de Sevilla, Jonas descubre que la mujer que lo ha seducido (y con quien por fin se ha casado) ha sido asesinada. A partir de este hecho brutal, el narrador deshilvana la historia de Jonas en episodios de toda suerte, construyendo un rompecabezas con los trozos desmontados. Jonas (nos cuenta el narrador) es una de las figuras m¨¢s c¨¦lebres de la televisi¨®n noruega, productor de programas inmensamente populares que retratan la vida de noruegos famosos pero desde un ¨¢ngulo inesperado. El lector comprende que la vida de Jonas narrada por la novela es un reflejo de esas otras vidas televisadas. ¡°Creo en ti¡±, dice el narrador en la ¨²ltima p¨¢gina. ¡°Y que sepas, Jonas Wergeland, que el que escribe esto no s¨®lo lo hace con la esperanza de que tus compatriotas lo comprendan, sino tambi¨¦n, tal vez en mayor medida, para que t¨² lo entiendas cuando un d¨ªa lo leas. Y lo que yo quiero que entiendas s¨®lo t¨² lo sabes.¡± Toda buena novela est¨¢ escrita para su personaje principal.
Los episodios de esta vida picaresca no son en su mayor parte er¨®ticos: Jonas es un joven sensible a las premoniciones de cat¨¢strofe, capaz de intuir el futuro como un adivino m¨¢gico, amigo de la muerte. Es testigo del accidente que acaba con la vida de su mejor amigo, logra escapar a la trampa mortal que le tiende un primo celoso, casi muere cuando es atropellado por una embarcaci¨®n, es amenazado, sin consecuencias tr¨¢gicas, por un oso polar mientras est¨¢ en el retrete.
Como toda novela picaresca, el placer de la lectura est¨¢ en las digresiones, en los personajes menores, en las reflexiones circunstanciales. Si bien la prosa de Kjaerstad sufre del esfuerzo de no caer en lugares comunes (y de inventar as¨ª eufemismos y met¨¢foras un poco absurdas), los episodios est¨¢n bien imaginados y son, en su mayor parte, bastante entretenidos. Por ejemplo, una de las figuras tangenciales es la t¨ªa viajera de Jonas que segu¨ªa la regla del famoso Ibn Battuta de ¡°no recorrer nunca dos veces el mismo camino¡±, y as¨ª logr¨® conocer casi todos los pa¨ªses del mundo. Ibn Battuta buscaba las mezquitas m¨¢s famosas y los personajes m¨¢s sabios; la t¨ªa de Jonas compart¨ªa su pasi¨®n por las mezquitas, pero sobre todo le interesaba la diversidad del sexo masculino, y con mano h¨¢bil hab¨ªa dibujado, en las regiones m¨¢s diversas del mundo, centenares de penes que, como los minaretes de las mezquitas, desafiaban ¡°la sexualidad reprimida de la cultura musulmana¡±. ¡°En una ocasi¨®n, la t¨ªa dibuj¨® el pene erecto de un hombre tumbado boca arriba visto de lado; el escroto como la c¨²pula suave y redonda, y el propio fuste como un orgulloso minarete¡±. Gracias a la inquisitiva t¨ªa, el adolescente Jonas aprende ¡°que ten¨ªa una cosa sagrada entre las piernas¡±.
Buena parte del modesto encanto de esta novela, para un lector en lengua castellana, reside en la excelencia de la traducci¨®n. No leo el noruego, pero comparada a otras versiones, la inglesa por ejemplo, la versi¨®n de Kirsti Baggethun y Asunci¨®n Lorenzo aten¨²a la fatuidad de ciertas reflexiones y el tono casi cursi de algunas descripciones, para dejar lugar a la acci¨®n que, al fin y al cabo, es lo esencial en una novela de aventuras picarescas.
El seductor. Jan Kjaerstad. Traducci¨®n de Kirsti Baggethun y Asunci¨®n Lorenzo. N¨®rdica. Madrid, 2015. 670 p¨¢ginas. 27 euros.
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