En el taller con Van der Weyden
Cuatro a?os se ha tardado en insuflar nueva vida y curar las heridas de 'El Calvario', la monumental tabla del maestro flamenco. El Prado lo celebra con una exposici¨®n hist¨®rica

Sufri¨® un fuerte golpe en la rodilla, resultado de una grave ca¨ªda. Sobrevivi¨® a un incendio. Decenas de clavos, adem¨¢s de un firme cors¨¦ de madera incrustado en su espalda, atestiguaban los sucesivos intentos de enderezar su postura. Las cicatrices del maltrecho cuerpo que lleg¨® al taller de restauraci¨®n del Museo del Prado hace cuatro a?os eran profundas. Afectaban a la misma estructura de la monumental tabla y se reflejaban en su anverso. De ah¨ª la magulladura en la rodilla, las grietas, los despintados y repintados en la pe?netrante imagen representada de un Cristo clavado en la cruz, muerto y sin embargo lloroso, bajo cuyos brazos se ?yerguen con expresi¨®n contenida, a un lado, la Virgen y, al otro, san Juan, envueltos en agitados y voluminosos pa?os blancos. El Calvario, de casi tres metros y medio de altura, pintado por Rogier van der Weyden hacia 1460, hab¨ªa pasado por su particular v¨ªa crucis.
Su historia est¨¢ hecha, entre otras cosas, de madera de roble b¨¢ltico, de cola de conejo, de estopa, de yeso, de bermell¨®n de mercurio o de blanco de plomo. En ella participan desde unos monjes cartujos belgas hasta un rey enamorado de la pintura flamenca, un pintor apodado El Mudo, el propio Vel¨¢zquez o, m¨¢s recientemente, uno de los seis ¨²nicos especialistas en todo el mundo en restauraci¨®n de soportes en el siglo XXI.
El primer y absoluto protagonista es el pintor flamenco cuyo apellido significa pastura ¡ªaunque parece que era hijo de un cuchillero, dato sobre el que no existe una certeza absoluta, como no la hay sobre muchos otros aspectos de su biograf¨ªa¡ª. Vivi¨® en el convulso siglo XV entre Tournai y Bruselas, y el cambio de residencia fue acompa?ado de la traducci¨®n de su apellido: en franc¨¦s, De le Pasture; en flamenco, Van der Weyden.
Quiz¨¢ el principio de esta historia arranque en los bosques de Polonia, de donde proced¨ªa el roble
Las dudas que rodean la biograf¨ªa del artista son tan espesas como vivos los colores de su paleta. Su fecha de nacimiento se sit¨²a entre 1399 y 1400; su muerte, a los 64 o 65 a?os. Y la confusi¨®n viene de lejos, porque ya en su Vida de grandes artistas, Giorgio Vasari divid¨ªa (o multiplicaba, seg¨²n se mire) a Rogier van der Weyden por dos.
A pesar del reconocimiento del que goz¨® en vida (fue nombrado pintor de la ciudad de Bruselas en 1436, y las copias de sus cuadros fueron constantes), la biograf¨ªa del artista ¡ªcomo la del resto de los maestros primitivos flamencos¡ª se mantiene en una zona de tinieblas y apenas despert¨® inter¨¦s hasta el siglo XIX. El redescubrimiento e innovaci¨®n de la pintura al ¨®leo de Jan van Eyck y el estilo realista con el que los artistas del llamado Renacimiento del Norte redefinieron la pintura ¡ªestableciendo una perturbadora tensi¨®n entre el mundo real y el imaginado, entre lo sagrado y lo profano¡ª no pasaron desapercibidos a sus contempor¨¢neos, pero su estudio tard¨® varios siglos en llegar. Para entonces, las pruebas documentales eran escasas. Los archivos y registros de Bruselas ardieron en 1695, en el mismo incendio de las dependencias del Ayuntamiento que arras¨® las pinturas sobre la justicia que Van der Weyden hizo para la ciudad. Unos cuantos siglos despu¨¦s, los bombardeos de 1940 en Tournai acabaron por arrasar el otro fondo donde es probable que hubiera rastro del artista.
Durante su vida, el concepto de autor¨ªa no estaba tan implantado como hoy d¨ªa, as¨ª que Van der Weyden no firm¨® pr¨¢cticamente ninguno de sus cuadros. Hoy solo hay tres sobre los que no se alberga ninguna duda de que son suyos: El Descendimiento, El Calvario y el llamado Tr¨ªptico de Miraflores. El impactante tr¨ªo se reunir¨¢ por primera vez en el Museo del Prado desde el pr¨®ximo lunes hasta el 28 de junio en una cumbre sin precedentes que celebra la conclusi¨®n del largo proceso de restauraci¨®n de El Calvario. La exposici¨®n contar¨¢ con un total de 20 obras, que incluyen tablas, tapices y dibujos.
Quiz¨¢ el principio de esta historia habr¨ªa que situarlo en los bosques de Polonia, de donde proced¨ªa el roble b¨¢ltico que los comerciantes flamencos mov¨ªan por Europa desde el siglo XIV hasta el XVII. Los cuadros pintados sobre aquellas maderas permiten trazar el mapa de sus rutas por Inglaterra, Italia, Sevilla y Portugal. "El corte de la madera deb¨ªa ser totalmente radial, de manera que los anillos de crecimiento fueran perpendiculares al tajo, algo fundamental para la estabilidad del cuadro", explica el restaurador Jos¨¦ de la Fuente.
En el caso de El Calvario, parece probable que Van der Weyden empleara restos de la costosa madera para fabricar el soporte. Su hijo mayor, Cornelio, hab¨ªa ingresado como cartujo, y este cuadro no fue un encargo, sino un regalo donado en 1460 a la cartuja de Schuet, a las afueras de Bruselas. La capilla fue arrasada poco despu¨¦s de que el cuadro fuera vendido en 1555 y sustituido por una r¨¦plica a cargo de Antonio Moro, el pintor de c¨¢mara de Felipe II. Aquel mismo a?o, en octubre, el padre del monarca, Carlos V, hab¨ªa abdicado y todo apunta a que fue en casa de su t¨ªa Mar¨ªa de Hungr¨ªa, gobernadora de los Pa¨ªses Bajos de 1531 a 1555, donde unos a?os antes vio por vez primera un cuadro de Van der Weyden. El flechazo fue duradero, como lo prueban las m¨²ltiples copias de sus obras que encarg¨®, una de las cuales regal¨® a su ni?era, Leonor de Mascarenhas.
La llegada a Espa?a de El Calvario probablemente fue menos atribulada que la de El Descendimiento. Seg¨²n escribi¨® Karel van Mander en 1604, durante su traslado esa obra sufri¨® un percance mar¨ªtimo: "El barco que lo transportaba naufrag¨®, pero el cuadro flot¨® y fue rescatado. Como lo hab¨ªan embalado muy cuidadosamente, la pintura apenas padeci¨®". La veracidad del casi naufragio no est¨¢ probada, pero lo que s¨ª es cierto es que Felipe II orden¨® la restauraci¨®n de ese cuadro en 1566, y de El Calvario, al a?o siguiente, poco despu¨¦s de que llegaran a El Escorial.
De las uniones abiertas de los paneles se encarg¨® el maestre Giles; de la pintura, Juan Fern¨¢ndez de Navarrete, m¨¢s conocido como Navarrete el Mudo. M¨¢s de 400 a?os despu¨¦s, en los talleres del Prado, Jos¨¦ de la Fuente ha consolidado la tabla, trabajando estrechamente con la restauradora de Patrimonio Nacional encargada de la parte pict¨®rica, Loreto Arranz Gozalo. Lucio Maire ha restaurado el marco ¡ªdel que destaca la calidad del bol original¡ª retirando todas ¡°las actuaciones impropias¡±. Alicia Peral y Mar¨ªa Moraleda ¡ªbecarias de la Fundaci¨®n Iberdrola y del Ministerio de Cultura cuando empezaron a trabajar en el proyecto¡ª completan el equipo que ha trabajado en los talleres del Prado. Su coordinador jefe, Enrique Quintana, destaca el incre¨ªble avance que en los ¨²ltimos 20 a?os ha habido: "Ni en Espa?a, ni en Europa hab¨ªa formaci¨®n en restauraci¨®n de soportes, porque no era rentable", explica. Por eso en los noventa se cont¨® con la ayuda de un experto del Museo Metropolitano de Nueva York para acometer la restauraci¨®n de El Descendimiento. Hoy, el Prado cuenta con su propio especialista y difunde su conocimiento a trav¨¦s del programa Panel Painting de la Fundaci¨®n Getty, que aporta importantes fondos para la restauraci¨®n de tablas y, a cambio, involucra a becarios internacionales en estas tareas para que se formen.

El gran tama?o de la tabla de El Calvario volv¨ªa fr¨¢gil su estructura horizontal. Originalmente, los 14 paneles de casi dos metros de ancho de esta obra fueron montados con un marco en ranura y dos travesa?os con puentes met¨¢licos que permit¨ªan la dilataci¨®n y contracci¨®n de la madera. El proceso en aquel tiempo era tan riguroso que, seg¨²n apunta De la Fuente, hab¨ªa un gremio especializado en realizar un control de calidad de las tablas y comprobar la estabilidad de la zonas de uni¨®n. ?l duda que esta estructura hubiera sido aprobada.
Lo cierto es que el asunto de los gremios result¨® ser algo particularmente pertinente y delicado en la ciudad de Tournai. Las disputas entre Francia y el Ducado de Borgo?a por el control de la ciudad se tradujeron en revueltas y enfrentamientos: la alta burgues¨ªa era proborgo?esa; los artesanos, profranceses. Parece ser que, tras una primera estancia en Bruselas, el pintor, casado con la belga Elisabeth Goffaert, regres¨® a Tournai y a la edad provecta de 27 a?os ingres¨® en el taller de Robert Campin, el Maestro de Flandes. Los aprendices normalmente ingresaban a los 13 o 14 a?os, pero parece probable que ¨¦l trabajara antes con Hubert van Eyck (hermano del gran Jan). Puede que a Van der Weyden le pillara un cambio en las normativas gremiales de la ciudad, que obligaban a pasar un m¨ªnimo de cuatro a?os en un taller, y que por eso volviera a trabajar por cuenta ajena. Sea como fuere, en 1432 recibi¨® el t¨ªtulo de maestro.
El cuadro no fue un encargo, sino un regalo donado en 1460 a la cartuja de Schuet, a las afueras de Bruselas
La profundidad y maestr¨ªa de sus obras, donde sentimiento y forma, realismo y f¨¢bula cobran una intensa y conmovedora vida, revalidan sin duda ese t¨ªtulo siete siglos despu¨¦s de su muerte. Al naturalismo flamenco, Van der Weyden, hombre p¨ªo y buen conocedor del dogma cristiano, a?ade misterio, vol¨²menes escult¨®ricos y una puesta en escena teatral de turbaci¨®n barroca. Ese palio rojo que sirve de fondo a El Calvario tiene algo sereno, en comparaci¨®n con la agitaci¨®n de El Descendimiento. Si frente a esa obra uno ¡ªcomo el personaje de la novela de Ben Lerner en Saliendo de la estaci¨®n de Atocha¡ª deber¨ªa llorar, puesto que casi todas las figuras representadas derraman l¨¢grimas, El Calvario quiz¨¢ invite a rezar. En El Descendimiento nace la representaci¨®n de la compasi¨®n ¡ªla pasi¨®n compartida de la Virgen que reproduce la misma postura que su hijo muerto¡ª, y en El Calvario sus monumentales figuras abren espacio para una serena reflexi¨®n. As¨ª lo sostiene el experto brit¨¢nico y comisario de la exposici¨®n del Prado, Lorne Campbell: "Esta obra representa el ¨²ltimo alegato de Van der Weyden. En ella plasma esas tres figuras sobre las que hab¨ªa pensado durante a?os".
En la restauraci¨®n acometida en los ¨²ltimos tres a?os, el principio tambi¨¦n ha sido el soporte. Hubo que retirar las telas, limpiar e incluso desmontar los paneles. Se quitaron las r¨ªgidas estructuras a?adidas en la restauraci¨®n de mediados de los a?os cuarenta del siglo XX en el Prado, los clavos, los puentes, todo. La madera respir¨®. Luego, Jos¨¦ de la Fuente ide¨® un sistema no invasivo para consolidarlo e introdujo milim¨¦tricamente injertos de maderas centenarias para arreglarlo. "Las cuatro premisas de las que part¨ªamos eran que hab¨ªa que adaptarse a la curvatura, a los movimientos tridimensionales, a la deformaci¨®n del cuadro y hab¨ªa que repartir el peso en un soporte secundario". Este ¨²ltimo elemento se ha convertido en un bastidor de madera de sitka ¡ªusada en la construcci¨®n de barcos¡ª que, a trav¨¦s de un sistema de tacos que a su vez sostienen tornillos de nailon y muelles, consolida la parte trasera como si se tratara de una malla m¨¢gica. Luego, le lleg¨® el turno a la pintura. Arranz limpi¨® las resinas naturales y los a?adidos, trabaj¨® en la entonaci¨®n crom¨¢tica con base de acuarela.
Felipe II orden¨® la restauraci¨®n de El Calvario, en 1577 poco despu¨¦s de que llegara a El Escorial
El Calvario y El Descendimiento permanecieron juntos durante siglos en El Escorial. Primero, en la sacrist¨ªa; luego Vel¨¢zquez reorden¨® la colecci¨®n y los llev¨® a la librer¨ªa del coro en 1656; sobrevivieron al incendio de 1671 ¡ªque dej¨® algunas diminutas pompas en su pintura¡ª y acabaron en el museo del palacio. En 1939, cuando El Descendimiento volvi¨® de Ginebra tras la Guerra Civil, fue al Prado. El verano pasado, Patrimonio Nacional curs¨® una reclamaci¨®n. Pero mientras se resuelve esa cuita, los cuadros del maestro Van der Weyden volver¨¢n a encontrarse y se enfrentar¨¢n con el Tr¨ªptico de Miraflores, que se llev¨® el general franc¨¦s Jean Barthel¨¦my Darmagnac durante la invasi¨®n napole¨®nica y ahora viaja desde el Staatliche Museen de Berl¨ªn.
El escritor Tzvetan T¨®dorov, en su ensayo sobre la pintura flamenca, apunta que hay que fijarse en la individualidad de lo que representaron (momentos muy concretos); en la individualidad de a qui¨¦n representaron (rostro con barba de varios d¨ªas, ojos llorosos); y en el potente simbolismo de las im¨¢genes. Pero el maestro flamenco de los dos nombres apunt¨® a¨²n m¨¢s all¨¢: "Rogier pinta la esencia, no una apariencia concreta".?
Rogier van der Weyden (h. 1399-1464). Museo Nacional del Prado. Madrid. Del 24 de marzo al 28 de junio de 2015.
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