Enrique pierde la cabeza (y Ana tambi¨¦n)
Ignacio Garc¨ªa dirige en el Pav¨®n un Calder¨®n muy poco representado, en un montaje espl¨¦ndido de ritmo y belleza y un notable reparto
He visto en el Pav¨®n de Madrid Enrique VIII y la cisma de Inglaterra, un Calder¨®n que desconoc¨ªa, y he rele¨ªdo el Enrique VIII de Shakespeare (y Fletcher). La primera es una pieza de juventud, y la segunda, una obra de madurez, casi de despedida, pero tienen no pocos puntos en com¨²n, m¨¢s all¨¢ del obvio tema central. En ambas los malos son el cardenal Volsey (Calder¨®n le llama Volseo, porque el nombre original tiene mala rima en castellano), arribista y manipulador, y, por supuesto, Ana Bolena, sensual y trepadora. Tanto Shakespeare como Calder¨®n trucan la historia seg¨²n su conveniencia, por ¡°exigencias del guion¡± o por servidumbres pol¨ªticas. El Enrique VIII brit¨¢nico acaba con el nacimiento de Isabel I, hija de Ana Bolena y protectora de Shakespeare y su compa?¨ªa, aclamada como ¡°futura reina¡± pese a que ten¨ªa tres a?os cuando su madre fue ejecutada y no alcanz¨® el trono hasta la muerte de su hermana, Mar¨ªa Tudor. Calder¨®n tiene m¨¢s morro y barre para casa: en La cisma, Enrique se arrepiente de sus pecados, recoloca a Mar¨ªa en la l¨ªnea sucesoria e incluso le enjareta su futura boda ib¨¦rica (¡°Y casarete en Espa?a / con el segundo Felipe¡±). Un buen plan, aunque al monarca le quedan todav¨ªa dos bodas, y Mar¨ªa no va a ser proclamada reina hasta 1553, seis a?os despu¨¦s de la muerte de su padre. En Hollywood no lo hubieran hecho mejor. Parad¨®jicamente, Catalina de Arag¨®n es el centro de la obra de Shakespeare y su verdadera protagonista, mientras que, a mi juicio (y contra todo pron¨®stico), el dibujo de Enrique VIII tiene mucho mayor inter¨¦s y hondura en manos de Calder¨®n.
Jos¨¦ Gabriel L¨®pez Antu?ano ha realizado una muy buena versi¨®n, podando y afinando un texto que en la primera parte resultaba demasiado expositivo, en contraste con una segunda en la que las acciones se aceleran en exceso y requerir¨ªan quiz¨¢ m¨¢s desarrollo. El montaje de Ignacio Garc¨ªa me parece espl¨¦ndido de ritmo y belleza, con el verso muy bien dicho, volviendo claros, a mi o¨ªdo, los pasajes m¨¢s abstrusos. Es formidable la escenograf¨ªa de Sanz y Coso, con esos plafones m¨®viles, de madera estampada, que permiten r¨¢pidos cambios de escena, y toques elegantes como el espejo que desciende o el precioso vitral del sal¨®n del trono; y superlativo el vestuario de Pedro Moreno, con su cuidada gama de colores: las capas y pieles de Enrique, el celeste y oro de Catalina, el vestido rojo de Bolena, el h¨¢bito viol¨¢ceo de Volseo. La m¨²sica barroca, brit¨¢nica y castellana, seleccionada por el propio director, interpretada por Anna Margules y Trudy Grimbergen (flauta de pico) y Calia ?lvarez (viola de gamba), crea el clima preciso de pieza de c¨¢mara.
Sergio Peris-Mencheta ofrece un Enrique rebosante de fuerza y sutileza, como si no hubiera hecho otra cosa que teatro ?¨¢ureo. Calder¨®n se aleja de la cr¨®nica furiosamente contrarreformista de Rivadeneyra, para quien Enrique VIII era un bicho puro y duro, y le contempla como un hombre recto, atormentado por la pesadilla prof¨¦tica de la primera escena, y luego loco de deseo por Ana Bolena. Lo m¨¢s interesante de ese retrato es la autoconsciencia de su pugna entre pasi¨®n y raz¨®n, y de que el cisma es un apa?o para la boda: ¡°Bien s¨¦ que me ha enga?ado Volseo / y he quedado / de su falso argumento satisfecho / y es que el fuego infernal que est¨¢ en mi pecho / hace que, ciega mi turbada idea, / niegue verdades y mentiras crea¡±. La Catalina de La cisma es m¨¢s doliente que la de Shakespeare. Pepa Pedroche la sirve plet¨®rica de voz, naturalidad y sentimiento, conmovedora en el repudio y las escenas del destierro: es el mejor trabajo que le he visto. Tienen breves papeles, l¨¢stima, sus damas de compa?¨ªa: el aya Margarita Polo (la veteran¨ªsima Mar¨ªa Jos¨¦ Alfonso: es un placer volver a verla en escena), que la acompa?a hasta el final, y Juana Semeyra (Anabel Maur¨ªn), que tan solo tiene una canci¨®n en la escena de la gallarda. La actriz que interpreta a Ana Bolena (tanto en Shakespeare como en Calder¨®n) ha de pechar con su perfil esquem¨¢tico y depredador: Mamen Camacho sale airosa del reto inyect¨¢ndole una rotunda vitalidad.
Hay varias sorpresas en la obra, y una de ellas es el personaje de Carlos, el joven embajador de Francia y enamorado de Ana. En otras manos ser¨ªa un secundario, mero transmisor de informaci¨®n y detonante final de los celos de Enrique, pero Calder¨®n le regala un ins¨®lito pasaje de plenitud amorosa, a caballo de octavas reales (¡°Lleno de honor / y de prudencia lleno¡±), para mi gusto la cima po¨¦tica de la funci¨®n: Sergio Otegui borda esa escalada. Segunda sorpresa: Pasqu¨ªn, el buf¨®n loco, que va m¨¢s all¨¢ del tradicional gracioso para convertirse en conciencia cr¨ªtica del rey. Emilio Gavira lo interpreta sin dejarse ni un relieve, pues es buf¨®n, loco, gracioso y cr¨ªtico. Chema de Miguel es Tom¨¢s Boleno, que acepta, por honor, la ejecuci¨®n de su hija: esa es su escena. Joaqu¨ªn Notario me pareci¨® un Volseo excesivo. El cardenal es un arribista absoluto (¡°Me pienso altivo sentar / en la silla de San Pedro¡±) que cae por ambici¨®n y orgullo, pero este notable actor a ratos lo interpreta como si fuera el visir Iznogud de Goscinny/Tabary. Felizmente recupera el paso en el tramo final, cuando le vemos perdido en los caminos como un personaje de El rey Lear.
A destacar, por ¨²ltimo, la composici¨®n de las tres escenas ¡°corales¡±: el baile en el que Enrique pierde definitivamente el norte por Ana, la ca¨ªda en desgracia de Catalina y la ¡°coronaci¨®n inconclusa¡± (acotaci¨®n calderoniana) de la infanta Mar¨ªa (Natalia Huarte). El Pav¨®n est¨¢ lleno cada noche, con grandes y merecidos aplausos al espect¨¢culo.
Tambi¨¦n he visto Una giornata particolare (?por qu¨¦ el t¨ªtulo en italiano?), de Ettore Scola, que estren¨® Flotats hace la friolera de 30 a?os y dirige ahora Oriol Broggi en la cripta de la Biblioteca de Catalu?a, su sede habitual. Le faltan retoques de ritmo y m¨²sica, pero hay que correr a aplaudir a los estupendos Clara Segura y Pablo Derqui, que en el ¨²ltimo tercio de la funci¨®n cortan el aliento, bien secundados por M¨¤rcia Cister¨®.
Reserven ya, que esto huele a ¨¦xito. Se lo cuento la semana pr¨®xima. ?
Enrique VIII y la cisma de Inglaterra.?De Calder¨®n de la Barca. Direcci¨®n: Ignacio Garc¨ªa. Adaptaci¨®n: Jos¨¦ Gabriel L¨®pez Antu?ano. Int¨¦rpretes: Sergio Peris-Mencheta, Pepa Pedroche, Mar¨ªa Jos¨¦ Alfonso, Anabel Maur¨ªn, Mamen Camacho y Joaqu¨ªn Notario, entre otros. Teatro Pav¨®n. Embajadores, 9. Madrid. Hasta el 26 de abril.
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