Solos al anochecer
Clara Segura y Pablo Derqui est¨¢n conmovedores en 'Una giornata particolare', la adaptaci¨®n de la pel¨ªcula de Ettore Scola, que Oriol Broggi dirige en Barcelona
En 1980, Ettore Scola y Ruggero Maccari adaptaron al teatro (en compa?¨ªa de Gigliola Fantoni, la esposa de Scola) el guion de Una giornata particolare, la pel¨ªcula que, tres a?os antes, hab¨ªan protagonizado Sophia Loren y Marcello Mastroianni. En la temporada 1981-1982, Vittorio Caprioli estrena la versi¨®n con Giovanna Ralli y Giancarlo Sbragia. En 1984, Flotats present¨® el texto en el Condal barcelon¨¦s (Una jornada particular). Era su primera direcci¨®n en Espa?a, que tambi¨¦n interpret¨®, junto a Anna Lizar¨¢n, y se convirti¨®, con 50.000 espectadores, en uno de los grandes ¨¦xitos de la ¨¦poca. Fernando Delgado y Esperanza Roy fueron luego Gabriele y Antonietta a las ¨®rdenes de Jos¨¦ Carlos Plaza en Madrid (Centro Cultural de la Villa, 1986). Y Victoria Salvador y Rafael Calatayud, que tambi¨¦n dirigi¨® la tragicomedia, hace cuatro a?os, en el Tal¨ªa de Valencia. Estaba cantado que Clara Segura y Pablo Derqui ten¨ªan que ser los siguientes cuando interpretaron un fragmento en 28 i mig (2013), el collage italian¨ªsimo de Oriol Broggi, y as¨ª ha sido: est¨¢n soberbios, descomunales, en la versi¨®n catalana de Anna Madue?o que Broggi ha puesto en escena en la nave g¨®tica de la Biblioteca de Catalu?a.
El espect¨¢culo arranca con im¨¢genes de la visita de Hitler a Roma el 6 de mayo de 1938 (la giornata del t¨ªtulo) y la multitudinaria acogida de los camisas negras. La proyecci¨®n, un tanto cinemascopizada sobre el muro, les muestra achatados, r¨ªdicu?los, pero temibles como una invasi¨®n de cucarachas. Antonietta Tiberio tiene seis hijos, est¨¢ casada con un jefe de escuadra y cree vivir en el mejor de los mundos. Adora al Duce (a quien vio pasar un d¨ªa a caballo, a su lado, como si fuera el Jeque Blanco) y no comprende que alguien pueda ser antifascista. Su cuerpo y sus ojos dicen la verdad que se niega a aceptar: es una mujer exhausta, que traga y calla, esclava en la casa y en el lecho. Tan solo pisar el escenario, Clara Segura ya nos hace ver esa fatiga, esa soledad. Antonietta no puede ir al desfile con los suyos porque ha de limpiar la casa. Y Gabriele mejor que no salga de casa: todav¨ªa no sabe si le espera la c¨¢rcel o el confinamiento, el destierro a un pueblo remoto. Gabriele, el vecino de enfrente, es un locutor expulsado de la radio por homosexual ¡°y derrotista¡±. Pablo Derqui (que tiene, a ratos, un aire al joven Fern¨¢n-G¨®mez) lo interpreta como un ni?o grande, fr¨¢gil, de sonrisa luminosa y triste o carcajada desesperada y l¨²cida. Un ni?o al borde del suicidio, pero todav¨ªa capaz de dar gracias a la vida porque la salvaci¨®n (o el aplazamiento de la condena) puede estar en la llegada de esa vecina que aparece buscando a un p¨¢jaro fugitivo. ¡°Se llora solo¡±, dice Gabriele, ¡°pero hacen falta dos para re¨ªr¡±. Es un fil¨®sofo que rechaza la cicuta: prefiere el caf¨¦ reci¨¦n hecho y un poco de compa?¨ªa. Antonietta desconf¨ªa de ese extra?o personaje que tiene demasiados libros y corre a montar, jubiloso, en el patinete de su hijo. La portera, cancerbera del edificio, fascista fan¨¢tica que teje y escruta, tan omnipresente como la radio que retransmite el encuentro de los dictadores, echa toda la le?a posible a ese fuego oscuro. Y Marcia Cister¨® borda el ¨¢spero rol: la acritud, la mirada torva, la delaci¨®n temblando en los labios secos.
El espect¨¢culo arranca con im¨¢genes de la visita de Hitler a Roma el 6 de mayo de 1938 y la acogida de los camisas negras
Pero Gabriele no pretende catequizar a Antonietta: ¡°No es que est¨¦ en contra del fascismo; es el fascismo quien est¨¢ en contra m¨ªa¡±. Su trabajo en ese d¨ªa tan se?alado va a ser escucharla, llevarla de la mano para bailar la rumba, devolver la risa y la luz a sus ojos, como cuando le muestra, desde la azotea, la claridad de mayo ba?ando las c¨²pulas y las colinas donde ella solo ve¨ªa ¡°casas, iglesias, tejados, una ciudad como cualquier otra¡±. Es un viaje hacia el afecto, hacia el conocimiento, hacia el conflicto inevitable, que estalla en la terraza, y todo eso saben hac¨¦rnoslo ver Broggi y sus formidables int¨¦rpretes. Me sobra la inclusi¨®n, a modo de pr¨®logo, de la primera secuencia de la pel¨ªcula: Antonietta/Sophia Loren se levanta, atiende a sus hijos y a su marido, y prepara el desayuno para que puedan ir a ver el desfile. Todo eso me lo da, de un solo golpe, como dec¨ªa antes, la mirada de Clara Segura (y el hecho se evoca m¨¢s tarde). Quiz¨¢s ese fragmento contribuya a mi sensaci¨®n de que el ritmo deber¨ªa ser m¨¢s vivo en la primera parte. Luego est¨¢ la m¨²sica, para mi gusto un tanto excesiva. Entiendo que a ratos funciona para marcar el paso del tiempo o cristalizar sentimientos.
Me gusta mucho la utilizaci¨®n de Una giornata al mare, de Paolo Conte: veo a Gabriele entrando en el piso de Antonietta como si paseara por la playa, los pies desnudos, lamidos por el regalo de ese d¨ªa que de repente se ha abierto como una fruta. Pero en otros casos subraya de modo redundante, con un melodramatismo innecesario, como el pasaje sinf¨®nico tras el estallido en la terraza, o casi cubre el grito final. Liberado de las pegas, puedo concentrarme en la media hora final: el extraordinario pasaje de la cena, tal vez lo mejor que Broggi haya hecho nunca. Vuelve completo porque cada elemento est¨¢ en su lugar. Bajo la luz dorada de atardecer eterno, detenido (otro prodigio de Albert Faura), brota la intimidad, y Segura y Derqui, en pianissimo, comparten el dolor, las frustraciones, la soledad de sus vidas humilladas, asfixiadas. Los silencios, punteados por el rumor de los tenedores en los platos. La emoci¨®n creciente. Y el deseo. Se abrazan como dos n¨¢ufragos en una balsa, como si estuvieran solos en el mundo, como si en sus cabezas sonara la misma canci¨®n. Y esa canci¨®n muda que les imagino (¡°Era de maggio e te cadeano ¡®nzino¡¡±) viene, para m¨ª, de muy lejos, de la infancia napolitana de Antonietta, de la ¨²ltima vez que fue feliz. Tambi¨¦n vuelve, mientras escribo estas l¨ªneas, la voz portentosa, clara y pur¨ªsima de ?ngel Ruiz cantando las coplas de Miguel de Molina en el espect¨¢culo dirigido por Juan Carlos Rubio, que ha recalado cuatro d¨ªas en el Coliseum barcelon¨¦s, pero sigue de gira por Espa?a, y las risas que celebran los di¨¢logos de Els ve?ns de dalt, debut esc¨¦nico de Cesc Gay, en el Romea, con estupendos trabajos de Pere Arquillu¨¦, ?gata Roca, Nora Navas y Jordi Rico. Y tambi¨¦n quiero hablarles de The Nether, la inquietante pieza de Jennifer Haley, en el Duke of York del West End londinense. Ya ir¨¢n saliendo.
Una jornada particular. Direcci¨®n: Oriol Broggi. Int¨¦rpretes: Clara Segura y Pablo Derqui. Biblioteca de Catalunya. Hasta el 3 de mayo.
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