Una memoria mexicana
En 'El metal y la escoria' Celorio repasa la historia de los suyos desde Asturias hasta Am¨¦rica, atravesando el Madrid de los a?os veinte y el porfiriato de M¨¦xico
No son las memorias de Gonzalo Celorio. En ning¨²n lugar del libro comparece el abultado curr¨ªculo universitario de su autor, como profesor de Literatura en la UNAM y El Colegio de M¨¦xico, o como director del Fondo de Cultura Econ¨®mica e influyente articulista cultural. Podr¨ªamos clasificarlo como ¡°memorias familiares¡±, porque se habla fundamentalmente de una familia, o mejor todav¨ªa, de operaci¨®n de rescate verbal de un pasado que pierde uno a uno a sus testigos y que amenaza con escaparse de la propia memoria del autor.
En una reuni¨®n con sus hermanos, recuerda Celorio que se le ocurri¨® la primera idea de contar la historia de su familia. Mucho despu¨¦s, la muerte de uno de ellos, Benito (que hab¨ªa perdido habla y memoria), le hizo m¨¢s urgente ¡°el desaforado intento de retener en la memoria todos los elementos por insignificantes que fueran¡±, cuando temi¨® que a ¨¦l le llegara la misma devastaci¨®n de los recuerdos. Suponemos que, por eso, el autor escribe a menudo exhortando a una segunda persona, a un t¨², que es ¨¦l mismo. Y sabemos por qu¨¦ el ¨²ltimo cap¨ªtulo del relato se transforma en un fascinante puzle de anotaciones, objetos, canciones o palabras que alguna vez vio, oy¨® o anot¨®, como ya ha sucedido ¡ªsin que el lector sepa todav¨ªa por qu¨¦¡ª cuando el segundo segmento de la novela se inicia con el minucioso inventario del revuelto escritorio de su padre, ya enfermo y declinante, y acaba evocando una escena de violencia dom¨¦stica, cuando su hermano rompi¨® el cristal que proteg¨ªa la mesa. Los recuerdos siempre son fr¨¢giles¡ Ya casi al final, el autor se confesar¨¢ a s¨ª mismo: ¡°La novela, lejos de ser un vaticinio, es un exorcismo. Por eso escribes¡±.
Hay mucho material vivo en este exorcismo, fascinante casi siempre, no siempre bien dosificado. No me refiero, por supuesto, a los vaivenes de la cronolog¨ªa interna, que ya hace mucho ha legitimado la literatura memorial¨ªstica, sino al relieve de unos episodios frente a otros, o al nunca f¨¢cil encaje entre el material indagado por el novelista y el material vivido por el memorialista. La Asturias rural ¡ªde donde sali¨® para M¨¦xico el abuelo Emeterio Celorio¡ª queda postiza, incluso cuando el propio autor viaja a su tierra de origen y se encuentra con sus poco acogedores paisanos. El Madrid de hacia 1920, donde agotaron su fortuna los descendientes de Ricardo del R¨ªo, est¨¢ documentado con cuidado, pero alguna vez delata demasiado su inspiraci¨®n libresca. El mundo de los exiliados espa?oles de 1939 es m¨¢s vivaz, y la figura del m¨¦dico Paco Barn¨¦s, que cas¨® con la t¨ªa Luisa y se divorci¨® de ella, tiene tanta fuerza evocativa como la frecuente menci¨®n de ese pante¨®n espa?ol, donde Emeterio y sus sucesores desmintieron aquello de que ¡°no ten¨ªan donde caerse muertos¡±. Los Celorio ¡°hicieron las Am¨¦ricas¡± (no ¡°la Am¨¦rica¡±, como se escribe en esta novela) y fueron afortunados¡ Y para el lector de este lado del oc¨¦ano, lo m¨¢s sabroso de la novela est¨¢ precisamente en el lugar de destino: en ese M¨¦xico del barrio de La Merced ¡ªdonde Emeterio empez¨® su fortuna como comerciante de bebidas¡ª, que luego se transforma en el pr¨®spero M¨¦xico del porfiriato, en la capital revolucionaria y, hace seis decenios, en la ciudad populosa y febril en la que una familia de 12 hermanos ¡ªque logran hacer carreras exitosas¡ª sobrevive con alg¨²n apuro del sueldo de un funcionario p¨²blico, retirado y enfermo, y de una madre que se ha desvivido por todos ellos: en esa veta est¨¢n, sin duda, las p¨¢ginas m¨¢s personales del relato.
Pero el autor ha preferido evocar m¨¢s por menudo episodios que tienen un aire de humor y, sobre todo, unas gotas de aquel ¡°realismo m¨¢gico¡± que pareci¨® consustancial a todo un tiempo de las letras americanas. A ese g¨¦nero corresponde el amplio espacio otorgado a las andanzas de la t¨ªa Luisa, tan arbitraria y segura de s¨ª misma, que fue la fundadora de la Alianza Francesa en Torre¨®n y citada en unos versos ¡ªno muy inspirados¡ª del poeta Pedro Garfias. Yo prefiero, sin embargo, la singular aventura del t¨ªo Severino Celorio, expulsado del pa¨ªs por ser ¡°un traidor gachup¨ªn¡± y que obtuvo el indulto del castigo en la ¨¦poca de ?lvaro Obreg¨®n, cuando se supo que la causa del destierro no fue la animadversi¨®n pol¨ªtica, sino la retorcida venganza de un asunto de amores.
El metal y la escoria. Gonzalo Celorio. Tusquets. Barcelona, 2015. 314 p¨¢ginas. 18 euros.
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